Revista D

Don Búho, el librero

El amor que Julio Gálvez (1950) siente por los libros viene desde que tenía 12 años, cuando atravesaba el barranco de La Limonada, zona 5, para comprar obras en las librerías Don Pepe y Tor, en la zona 1. "Un libro se ama, se quiere. Su valor no se estima por lo que costó, sino por cuánto sirvió y dejó", dice.

Desde 1987 se dedica a la venta de libros usados y por lo menos cinco que fueron sus empleados ahora tienen su propio negocio.

Desde 1987 se dedica a la venta de libros usados y por lo menos cinco que fueron sus empleados ahora tienen su propio negocio.

La caricatura es otra de las pasiones de Don Búho, como le llaman cariñosamente algunas personas, en honor del nombre de su venta de libros, ubicada en la 10a. avenida y 9a. calle, en el Centro Histórico. Durante algunos años trabajó para el semanario El Deportivo que editaba El Gráfico, en la década de 1970, y otros medios que también ya desaparecieron. “La caricatura la disfruto y me sirve de catarsis. Ahí saco mis frustraciones”. Antes las publicaba, hoy las pega en una pared en la entrada de su negocio.

¿Qué lo indujo a abrir una librería?

Antes nos metían al gusto por la lectura a través de los cómics. Recuerdo que cuando tenía 10 años, mi madre me llevaba de la mano a la avenida Bolívar a comprar chistes como los del Pato Donald, luego compré revistas y después libros. Cuando tenía 12 años descubrí un ropero de mi mamá, donde había libros de Pablo Neruda y obras como María y Cumbres borrascosas, y leer esto a esa edad fue maravilloso. En ese entonces había solo dos librerías de usados, una era la famosa Don Pepe —su verdadero nombre era Ibérica—, que quedaba a la par del Congreso, y su propietario era un español de apellido Briz, y la otra estaba adentro del Pasaje Rubio y se llamaba Tor. Yo vivía en la zona 5 y me venía caminando, atravesaba La Limonada, para comprar libros.

Su primer negocio de libros ¿cuándo lo abrió?

La vida siempre me impulsó a ser vendedor, pero sabía que si ponía un negocio tenía que ser de compra y venta de libros. Fue así como mi primer local lo abrí en 1987, en la 11 avenida de la zona 1, se llamó El Peregrino. Tras cuatro años me pidieron el local y probé en otros dos lugares, pero me fue mal y al mismo tiempo tuve unos gastos en construcción, y me vine para abajo y cerré. En algunas casas de la zona 1 dejé los libros y la estantería durante unos tres años y me dediqué a las ventas. Reabrí el negocio en este lugar —10a. avenida y 9a. calle, zona 1— hace 19 años, y para lograrlo hasta mi esposa hizo un préstamo y gracias a Dios la vida me ha dado la oportunidad de desarrollarme en este negocio, incluso cinco muchachos que trabajaron conmigo tienen su propio negocio de libros, lo cual es mi mayor satisfacción.

¿Por qué El Búho?

Porque es un animalito que siempre se asocia a la sabiduría. Al principio mi negocio se llamaba El Peregrino, porque fui impactado por el movimiento religioso Cursillos de Cristiandad, en el que hay una representación de Jesús que se llama el peregrino, por lo que la gente creía que era una librería religiosa. Siempre quise ponerle El Búho, pero existía El Tecolote, lo que daba lugar a que nos confundieran, pero a partir de que la cerraron ya le puse El Búho, hace unos 10 años.

¿Algunos lo asocian con este nombre?

Cuando se llamaba El Peregrino, a mi esposa le decían Doña Pere y a mi Don Pere. Ahora mucha gente me dice Don Búho, peor que me ando echando unas cejas de rancho viejo (risas).

¿Cuántos libros ha leído?

Ah… es incontable, porque cuando un libro me entusiasma y me lo propongo lo leo en un día, quizá unas 250 páginas, pero estoy hablando de una novela que no necesita de mayor atención, porque hay obras que se deben leer más despacio. Lo malo de tener muchos libros a disposición es que uno pica por un lado, por otro lado, y a veces no termina uno. El último voluminoso que leí fue una biografía de Hernán Cortés que tenía 600 páginas y fue en noviembre del año pasado.

Los motivacionales ya no los leo, porque me mantengo motivado todo el tiempo.

¿Qué clase de libros lee más?

Poesía, literatura, religión y biografías que, por supuesto, van a la par de la historia, esos son mis temas preferidos.

¿Cuáles le han impactado?

Entre los que más me ayudaron en mi desarrollo durante mi juventud fueron Cómo ganar amigos e influir sobre las personas (Dale Carnegie) y El poder del pensamiento tenaz, escrito por un pensador que murió de 99 años (Noman Vincent Peale). En Literatura hay muchas cosas que me impresionan mucho como la de Kafka. Yo le cuento a la gente que tengo un sueño recurrente que es el de haber asesinado a una persona y que lo van a descubrir, posiblemente sea porque me impresionó mucho Crimen y castigo. También La vorágine, que es una gran novela sudamericana, y obras de aventura de Julio Verne, Alejandro Dumas y Salgari, entre otros.

¿Qué libro empezó a leer y no lo concluyó?

Si una literatura no me entusiasma en sus primeras 40 o 50 páginas la dejo. Hace unos ocho años me lesioné la columna y el médico me ordenó hacer reposo durante 10 días y teniendo tanto que leer en mi casa elegí uno que estaba de moda, El perfume, lo leí a la fuerza. Narraba el asesinato de una patoja, lo cual sucedía como en la página 180. Quizás ha sido una de las novelas que más me ha defraudado. He tratado de digerir, por ejemplo, Los compañeros, del Bolo Flores, pero me parece muy vulgar, porque el guatemalteco no habla, ni en los años del conflicto armado, de esa forma.

¿Hay algunas citas o frases que lo hayan conmovido?

Una vez leí en la revista Selecciones la frase: “Nadie ha pagado ni pagará jamás el valor de un libro, si acaso pagará el precio de su impresión”. El valor de un libro no se estima en lo que costó, sino en cuanto sirvió y dejó. Una vez leí la biografía de Juan XXIII, que quizá valía Q15 o Q20, y el libro lo dejé olvidado en un bus. Cuando llegué a la librería, me di cuenta y regresé a buscarlo a la parada del Parque Colón, pero el autobús ya se había marchado. Un inspector vio que entré a buscar el libro en una camioneta y me dijo: “Yo lo encontré”, y traté de darle un billete como agradecimiento, pero no me lo recibió. Entonces le dije: “Usted no sabe cuánto vale este libro para mí y le metí un billete de Q20 entre la bolsa de la camisa. Ese es el valor de un libro, no lo que me costó.

¿Considera que existe el hábito de lectura en el país?

Una persona de 45 años todavía tiene el hábito de lectura, aunque tiene mucho que ver si lo adquirió en la formación escolar. Hay centros educativos que le prestan mucha atención a la lectura, por eso hay algunos jóvenes que leen.

Antes ayudaban mucho los cómics como Vidas ilustres, Vidas ejemplares, Epopeya, Historias de América, entre otros, que eran ilustrados y era ahí donde le empezaba a uno la cosquillita de leer biografías de algunos personajes o hechos históricos.

¿La tecnología puede facilitar la lectura?

Leer un libro de 300 páginas en una pantalla de computadora es pesado y no estoy hablando de algunos que son de hasta 900, como La rebelión, Atlas o El Quijote, que son pesadísimos. El libro en papel nos da el placer de abrirle las tapas, de subrayar una frase, regresar a una página y hasta de llevarlo al baño. Lo disfrutamos al recostarnos en la cama, en la sala y servirnos un trago o un refresco. También nos permite llevarlo al patio o incluso en un parque. Esos placeres no los proporciona la computadora, un libro se quiere, se ama.

¿Qué características observa para comprar un libro y que sea vendible?

De Literatura se venden todos tarde o temprano, pero cuando uno se satura hay que ser selectivo en la compra. Al final a todo libro le llega su hora de venta. A veces, uno tiene tres o cinco ejemplares de un obra y no los vende, pero de repente los compran todos. Los libros que más buscan son novelas, lecturas livianas, motivacionales, de arte y religión.

Mucha gente se deja llevar por los best sellers, como el Código Da Vinci, pero ahorita ya nadie lo busca y el libro costaba como Q200 y había mucha gente que no estaba acostumbrada a leer. Lo más recomendable es adquirir los libros de los de autores de siempre, porque permanecen. Por ejemplo, desde hace cuántos años están los de Gabriel García Márquez y se siguen leyendo. En cambio, Pablo Coelho si se muere dentro de 20 años nadie lo va a estar buscando.

¿Qué significan los libros para usted?

Me diagnosticaron un problema cerebral hace 20 años, y me prohibieron leer y eso era como que me cortaran los brazos y las piernas. Ellos me llevan a lugares y conocer a la gente, no podría vivir sin los libros. A veces envidio a la gente del campo, digo esta gente vive tranquila, no se preocupa de las noticias. Yo quisiera eso, pero creo que tendría que llevarme a cuestas mis libros, porque no puedo vivir sin ellos. Son mi vida y quisiera que fueran la vida de otros.

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