Revista D

Polémico crítico de música

Desde la plataforma Jazz.gt, ha organizado diversas actividades culturales relacionadas con el disfrute y la difusión del jazz.En la siguiente entrevista, Sierra Marroquín hace un análisis de la situación de la música en el país.

Sierra pronto presentará un manual para el músico emergente.

Sierra pronto presentará un manual para el músico emergente.

Jorge Sierra Marroquín es un productor de radio y crítico de música. Tiene una experiencia de 37 años en radio. Publica sus críticas semanales de música en la revista digital Mondo Sonoro. Es autor de la investigación La música en Guatemala desde la contrarrevolución (1954-1996), contenido en el V tomo de Guatemala: Historia Reciente, editada por la Facultad Latinoamerica de Ciencias Sociales (Flacso), y coautor del libro Manual del músico emergente, próximo a publicarse.

En nuestra sociedad la figura del crítico no es común. ¿Cómo lo recibe el público?
Es complicado. En el caso de la música, son los seguidores quienes sufren más por las críticas negativas. Podría decir que el 70 por ciento de personas se sienten heridas, el 20 las rechaza y solo un 10  reflexiona y se pregunta si puede cambiar algo y mejorar.
Estoy de acuerdo que la gente discrepe de mi opinión e incluso que me corrija, pero algunos han llegado a los insultos. Hacer crítica no es para ganar amigos, pero tampoco para fomentar rencores,  es un intercambio de información. Y no solo debo ser yo, el país necesita por lo menos unos 10 críticos más.
No comparto la opinión de Baudelaire, quien dijo que la crítica debe ser parcial, vehemente y política; el artista debe ser más maduro para recibir los comentarios, tanto negativos como  positivos. El artista no es un ser tocado por los aleteos de las alas de las musas, es una persona común, y si comete errores es necesario señalarlos.

¿Qué detecta el análisis crítico?
En el país hay mucha creatividad y en general hay un crecimiento, pero el músico guatemalteco todavía no tiene claros cuáles deben ser los estándares de calidad. Necesita mejorar la producción de discos, pues tiene más valor un disco que un concierto. Una producción discográfica es un motivo de análisis, de contemplación, al contrario de un concierto. Los músicos no estarán de acuerdo porque el concierto les genera más dinero, pero son dos cosas distintas. Lo primero debería ser buscar un estudio profesional para grabar, no hacerlo en su casa. Luego, a un productor, y dejar que haga su trabajo. No es cuestión de terminar de escribir la letra en el estudio o distraerse con la novia. El caso de producirse a sí mismo está bien, pero debe exigirse más.
Muy pronto saldrá a la venta mi libro Manual del músico emergente, que tiene la finalidad de ayudar a los músicos a mejorar su producto, porque si quieren vivir de este negocio deben tener altos estándares de calidad.

¿Cuál es el perfil ideal para un productor musical?
En el país hay muy pocos. Yo al menos sé de tres. No necesariamente deben ser músicos, pero sí conocer de música para hablar en el mismo idioma a los grupos; ser arreglista, tener un amplio conocimiento del género que va a producir, y estar actualizado, para saber cuáles son las nuevas tendencias; además, qué tipo de equipo debe utilizar para lograr los efectos que se desean. Lo ideal es que sea un ingeniero en sonido. Esta es la razón por la cual los mexicanos han logrado mucho en esta industria.

¿Cómo define el panorama musical actual?
La Prensa en general es muy paternalista y permisiva con los músicos. Si la gente va al cine espera una buena película; asimismo, los grupos deben dar un espectáculo o una grabación de  calidad.
Los medios escritos son los que más toman en cuenta a los artistas nacionales. Los demás medios no le dan la promoción necesaria. Estamos acostumbrados a que la cultura debe ser gratuita; la televisión debería remunerarlos por su trabajo.

¿Los sindicatos y asociaciones podrían intervenir a favor del músico?
Desde hace muchos años existe la Ley de Radiodifusión Nacional, que indica que las radios están obligadas a incluir producción nacional en al menos un 20 por ciento de su programación. El sindicato de cantantes es una farsa, ya que lo conforma una sola persona que solo busca su beneficio. El mismo caso se ve en el sindicato de artistas. La AEI organizaba Guatecanto, que era una excelente actividad que valía la pena mantener; hacer convocatorias más abiertas y buscar apoyo de diversas empresas, pero no hay nada de eso. En ese sentido los músicos están desamparados.

Y el público, ¿cómo responde al artista?
Hoy, los discos son como una tarjeta de presentación, no sirven para mucho, pero existen mecanismos para vender los discos en forma digital, tal como lo hace iTunes. Eso podría ser una opción para esquivar la piratería, fomentar el respeto a los derechos de autor y promover el apoyo al artista. Igual que el público compra un dulce o paga una entrada al cine,  debe pagar por el trabajo del artista; no solo en la música, sino en el arte en general.

¿Los músicos guatemaltecos logran un trabajo de autor?
Sí, principalmente en el rock, donde ha habido propuestas interesantes. En la década de 1970 se empezaron a presentar las primeras composiciones originales, pero fue hasta 1990 cuando hubo mayor auge. Las radios ponían rock en inglés, y las de español, solo baladas románticas. Fue Radio Exclusiva la que empezó a tocar la música de Alux Nahual, lo que fue un gran logro porque no había espacio para eso.
La gente aprecia más a los artistas que se atreven y son más sinceros al presentar sus propias letras. Lo que no me convence es que los grupos canten en inglés, pues no creo que ninguno haya destacado por cantar en un idioma distinto al de su país. En un estudio que se hizo en España, los académicos analizaron las letras en inglés producidas por gente que habla  español y todas eran simples, ramplonas y sin profundidad; realmente  no valían la pena. Me parece que el artista que insiste en escribir en un idioma que no es el materno se esconde detrás de esas letras porque se avergüenza, o no se siente seguro de expresarse en su idioma. Yo puedo demostrar que en el país la gente corea perfectamente una canción de Bohemia suburbana o La Tona, y no así las   cantadas en inglés.
En el folk urbano hay un marcado incremento de cantautores desde hace unos cuatro años. Este es un género acústico que mezcla en algún momento el reggae, latino o pop, y en el que destacan artistas como El Gordo, Istho Jueves, Débora Rael y El doctor Nativo, entre muchos otros.

Hay pocos programas de rock actualmente. ¿A qué se debe?
A las radios no se les antoja un programa especializado en rock porque ponen unas dos o cuatro piezas cada hora, así que no es una necesidad. Sin embargo, el metal es poco popular. Una radioemisora se dedicaba a este género, pero en general está vetado en las  radios. Por ello sus seguidores están intentando revitalizar el gusto de los oyentes. Por ejemplo, el 1 de febrero ya se anuncia un festival; los viernes en Radio Universidad transmiten Frecuencia Clandestina, y en TGW, los sábados por la noche, hay otro programa.

¿El gusto musical también es motivo de estigmatización?
En el caso del rap, los muchachos son vistos como mareros, y los metaleros son considerados drogadictos. Pero lo cierto es que son tribus urbanas que toman su lugar en la sociedad. Las mujeres también están destacando en el hip hop. Un buen ejemplo de ello es  Rebeca Lane y algunos grupos indígenas que también están organizándose.

¿Los nuevos géneros han calado entre los músicos del país?
El hip hop es un fenómeno que despuntó a inicios de la década de 1990; tuvo una gran aceptación en las áreas marginales de la ciudad. Hoy escuchamos grupos como Aliotos Locos, que conforman también Bacteria Soundsystem, y una cantidad increíble de raperos. En la última presentación eran unos 50, y además son dignos representantes de este ritmo en otros países. No debe olvidarse que el rap siempre es contestatario; claro que hay muchas variables y a algunos les interesan más las letras, otros son más rabiosos y otros más crudos, pero es un buen momento para este género. Hace unos años presentaron una obra musical en rap, lo cual es algo innovador.
Su relación con la música ha sido larga, pero es evidente que su pasión es el jazz.
Comencé en 1977 con un programa de radio de rock progresivo y fue hasta 1979 cuando tuve el primero de jazz. También he conducido programas de música europea y contemporánea, lo que incluye electrónica, hip hop y rap, pero mi trabajo gira en torno al jazz. Este género  me abrió un panorama más completo de lo que es la música.

El jazz no se perfila como favorito del gran público guatemalteco. ¿Cómo es el oyente de este género?
La gente que escucha jazz, por lo general, es universitaria, va al teatro,  tiene capacidad de compra, viaja; tiene más de  30 años.
En el país hay unos 10 grupos que tocan esta música, por lo que creo que nos estamos levantando de un período de capa caída.
En la década de 1980, la embajada estadounidense solía traer grupos bastante populares, gracias a la gestión del agregado cultural que era muy bueno. En la década de 1990 ya era bastante popular, existían dos emisoras dedicadas completamente al género  y también se hacían conciertos.

¿Cómo podrían los jóvenes interesarse por este género?
Quienes no tienen la cultura del jazz pueden identificarse con las mezclas latinas como el bossanova, y aquellos que tiene ritmos afrocubanos. Se tiene la idea de que el jazz es solo para viejos, pero existen 33 estilos y la gente tiene de dónde elegir. Si se prefiere, es posible solo seguir a los cantantes o crooners como Michel Bublé  o Frank Sinatra.

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