Revista D

La Pasión de Cristo en el arte guatemalteco

La Pasión, muerte y resurrección de Jesucristo es uno de los baluartes de la evangelización en todo el mundo, pero en el arte se hace mayor énfasis en las últimas horas que Jesús pasó en la Tierra.

Jesús de Candelaria es uno de los nazarenos con más devotos en el país.

Jesús de Candelaria es uno de los nazarenos con más devotos en el país.

Estos hechos están narrados en los cuatro evangelios, pero no con la misma intensidad. “San Marcos nos señala una Pasión mucho más dramática; en cambio San Juan presenta un Jesús más templado, pero siempre nos deja el mismo mensaje“, afirma Carlos Martínez, vicario de la pastoral de la iglesia Esquipulitas, de la zona 11.

En los albores de la Iglesia, ya el arte se consideraba un vehículo efectivo para la catequesis. “La pintura puede ser para los iletrados lo mismo que la escritura para los que saben leer”, asentaba el papa Gregorio Magno (540-604). Sin embargo, fue cuando la Iglesia Católica se vio realmente amenazada por el movimiento de la Reforma Protestante que se dio más auge a este arte, y no solo al Martirio de Cristo, sino también a la angustia de la Virgen María.

En Guatemala, la construcción de la tercera capital del Reino coincidió con la difusión del dogma del sufrimiento de Cristo y la Virgen como modelos de comportamiento para la redención de los pecados“, comenta Fernando Urquizú, historiador de arte, y desde, precisamente la Colonia, algunas piezas únicas de importante valor artístico también han ganado devotos.

Pintura

Uno de los trabajos artísticos más representativos de la Pasión de Cristo y de la pintura renacentista es la serie de Tomás de Merlo (1694-1739), creada entre 1737 y 1739. Éste fue encargado debido a que se perdió un conjunto sobre el mismo tema que se encontraba en la Ermita del Santo Calvario, y que fue destruido por los terremotos de San Miguel, en 1717.

Las 11 pinturas se encontraban repartidas entre su iglesia original y el Museo de Arte Colonial en Antigua, pero seis fueron sustraídas del templo, el 5  febrero de este año.

La obra de Merlo representa el martirio del Hijo de Dios y coincide con algunas estaciones del viacrucis, sin serlo propiamente, indica Gustavo Ávalos en su ensayo La pintura de Tomás de Merlo: Artificio para estimular la piedad, del libro El tesoro de El Calvario/Miguel Torres.

El análisis social de este conjunto, a cargo del historiador Haroldo Antonio Rodas, en la ponencia El sacrificio en la pintura de Tomás de Merlo, determina “que visualiza la estética de la violencia, el amor al sacrificio y al dolor en una sociedad que asumió en forma similar a la Edad Media un papel sumiso, cercano al sadomasoquismo“.

En opinión de Urquizú, la serie podría estar inspirada en las revelaciones de Santa Brígida de Suecia (1303-1373), quien tuvo visiones divinas de este pasaje bíblico, que más adelante fueron reinterpretadas por la beata Ana Catalina Emmerick (1774-1824). Estas guardan gran similitud con la versión cinematográfica La pasión de Cristo, dirigida por Mel Gibson en el 2004.

 Para Ávalos resulta oportuno imaginar la experiencia de los pobladores de Santiago de Guatemala cuando después de haber recorrido la Calle de los Pasos y meditado en las estaciones del viacrucis, encontraban este conjunto pictórico en El Calvario, lo que ofrecería una experiencia única, pues unía arquitectura, pintura y escultura.

“El avivamiento del sentimiento religioso, sin embargo, fue posible por el énfasis en la experiencia de los sentidos, mediante ilusiones y espejismos arquitectónicos, escultóricos, pictóricos, literarios y musicales. Pudo lograrse que los milagros parecieran reales a los sentidos, reafirmando el sentido místico del mundo a través de la imaginería estética“, afirma Carlos Enrique Berdúo, cronista de la Ciudad de Antigua, en el libro Nazarenos de Guatemala.

Destaca entre estas La oración en el huerto, primera pintura de la serie de Merlo fundamentada en el evangelio de San Lucas capítulo 22: 43-44, que menciona la visita del ángel que trataba de fortalecer a Jesús en su angustia.

 “Entre los rasgos más notorios de los personajes de Merlo está la contundencia de su lenguaje gestual, de gran fuerza y capacidad. La estructura muscular es fuerte, a lo que se suman algunos detalles de recursos manieristas. Utiliza un vigoroso juego de luces y sombras”, analiza Ávalos.

Jesús de Candelaria

La tradición adjudica la autoría de esta escultura a Juan de Aguirre, pero este no es un dato contundente. La imagen era venerada por los vecinos del barrio La Candelaria, en Santiago de Guatemala, habitado por cakchiqueles.

Este nazareno también tiene rasgos particulares, como ojos grandes y rasgados; la mirada, hacia abajo, pero su cabeza hacia el frente, como quien lleva un mecapal. Según el historiador Johann Estuardo Melchor Toledo, la imagen no era tan morena al principio, pero el paso del tiempo y el efecto de los elementos han oscurecido su tez.

El primer registro de su existencia data de mediados del siglo XVIII, aunque circulan muchas leyendas sobre su origen. Urquizú considera que podría pasar en este caso algo similar a lo sucedido con Nuestra Señora de la Soledad, la Virgen de Dolores de Santo Domingo, que  tuvo influencia flamenca, lo cual coloca su creación en una fecha anterior a la que se creía.

Cristo de la Columna

Con el pasar del tiempo esta devoción por el sacrificio de Jesús cobró más intensidad. “En el estilo barroco adquirió gran dramatismo, se exageró la expresión de dolor y de sangre“, opina el historiador Miguel Álvarez Arévalo, cronista de la Ciudad de Guatemala, lo que se refleja en la imaginería.

Las horas que transcurrieron desde su arresto en el Huerto de los Olivos hasta el inicio de su camino al Calvario fueron de gran tensión y sufrimiento para Jesús. Una de las piezas que representa esta agonía es la llamada Señor de la Columna, de la Merced, en Antigua Guatemala. Indica Melchor Toledo que la obra data del siglo XVIII y se encontraba en la ermita de San Jerónimo. Más tarde pasó a la parroquia de San Sebastián, en la misma ciudad, para luego ser trasladada, debido a los terremotos, al templo de la Merced.

Sale en procesión los viernes santos, como parte de Los Pasos. Se trata de una obra ejemplar del barroco guatemalteco del siglo XVIII. Muestra muchos detalles del Martirio de Cristo.

Jesús Nazareno

Los primeros nazarenos surgieron en España a inicios del siglo XVII, y su influencia llegó a Guatemala a mediados de ese siglo. Desde entonces se han convertido en íconos de la Semana Santa.

 “El varón de dolores provoca empatía entre las personas, pues es un Cristo muy humano, que al igual que nosotros lleva su cruz a cuestas. Por ello su devoción se extendió al punto de que todas las iglesias querían tener uno”, afirma Melchor Toledo.

El promotor de esta tradición fue el de la iglesia la Merced, que estuvo primero en Antigua y luego en la capital. Fue esculpido por Mateo de Zúñiga, en 1655, y encarnado por Joseph de la Cerda.

Este nazareno es venerado como una de las imágenes de la Pasión más conmovedoras. “Surgieron en torno a su devoción y a su singular belleza toda una serie de expresiones orales y misticismos que se arraigaron paulatinamente en las prácticas de religiosidad popular en Santiago, especialmente entre los criollos”, publica José Carlos Flores en su libro Nazarenos de Guatemala.

La cofradía, que data de 1582, estaba integrada por criollos y peninsulares, de tal forma que las características físicas de la talla coinciden con sus devotos.

Con el tiempo se le han sumado elementos prehispánicos como la mariposa, nahual de los guerreros, que se posa sobre la cruz y que también está presente en las alfombras“, afirma Melchor Toledo.

El mercedario ya no goza de la popularidad de antaño, pero nunca le hacen faltan cargadores.

Jesús de la Merced

Contrario a los orígenes polarizados de los dos nazarenos anteriores, Jesús de la Merced representó la unión entre etnias. Fue tallado por petición de un grupo de peninsulares, criollos e indígenas. En 1681 ya se registraba la devoción hacia el mercedario en la Ermita de San Jerónimo, barrio habitado por mulatos, según Melchor Toledo.

Luego de los terremotos de 1717 fue trasladado al templo de San Sebastián, y más tarde, en 1883, a la iglesia de la Merced, de donde toma su advocación actual.

Como características barrocas se observa una cabeza ancha, mandíbula enérgica, ojos grandes y de vidrio que contrastan con el tono de su piel. “Su mirada penetra en el alma del fiel, impactándola con una mezcla de dulzura y severidad”, expresa Melchor Toledo.

La veneración a este nazareno constituye uno de los más antiguos y populares que perviven hasta hoy.

Cristo Crucificado

Uno de los momentos culminantes de la Pasión de Cristo es la crucifixión. Los devotos pueden apreciarla en buena medida al contemplar la imagen del Cristo del Perdón, de la catedral de Antigua Guatemala.

Esta imagen suele ser adjudicada al artista portugués Quirio Cataño, pero según Miguel Torres, de la Academia de Geografía e Historia de Guatemala, “las fuentes antiguas indican que fue donación de un devoto hacia 1762, o que fue pagada con las limosnas de los miembros de la hermandad de la Sangre de Cristo de la iglesia San Pedro. Por ahora se desconoce quién fue el autor. Su paño de pureza deja ligeramente al descubierto parte de la pierna. Es un toque característico del barroco“.

El dramatismo que presenta radica en las facciones de su rostro, entre ellas su boca entreabierta y tensión muscular, lo que da la idea de que recién acaba de expirar, así como la sangre brotando de las heridas. Del costado también salen hilos de sangre y caen hacia el abdomen.

Esta imagen fue expuesta durante la canonización del Hermano Pedro, en 2002. La última vez que salió en procesión del templo fue el 23 de noviembre del 2003, cuando monseñor Rodolfo Quezada Toruño la consagró.

La elevación de la cruz

Este momento de la Pasión de Cristo está muy bien representado en la pintura La elevación de la cruz, de la serie de Merlo.

Esta presenta al Cristo crucificado, el tema central de la iconografía cristiana desde el siglo VI. “Aunque todos —los cuadros— ofrecen detalles de gran valor, quizás este es el más identificado con la célebre pintura de Amberes de Rubens. Desde luego, Merlo le imprimió un sello en el que pareciera que trata de corregir al artista europeo. Destacan los ojos desorbitados de los verdugos, plenos de escarnio y fuerza”, comenta Rodas.

En el cuadro de Merlo, Jesús parece estar poco tenso, delgado y sangrante. También tiene un segundo foco, en el que se observa a la Virgen María, San Juan y María Magdalena.

“Los Cristos de Merlo, ya fuesen Ecce Homo, flagelados o en la presentación ante Pilato, muestran cuerpos fuertes, un tanto musculosos, pero lastimados por severos golpes, sangre que vierte en diversos espacios que se muestran como llagas abiertas y descarnadas”, indica Rodas.

La piedad de El Calvario

Esta escultura teatral representa el momento en que el cuerpo ya inerte de Cristo es bajado de la cruz.

“El grupo de Pasión es de un extraordinario realismo. La Virgen soporta el dolor con una expresión de ternura en su rostro; el hijo, tendido sobre su cuerpo. Es un trabajo en el que se admira el conocimiento anatómico del autor, ya que logró percibir la expresión y patetismo de un hombre recién bajado de la cruz. Denota la hinchazón de las manos y los pies a causa de los clavos; es un detalle único”, expresa Miguel Álvarez citado por Rodas en el ensayo Las imágenes del Santo Calvario, el cual forma parte del libro El tesoro de El Calvario/Miguel Torres.

Rodas refiere que se trata de una obra de transición de estilos, del final del barroco e inicio del neoclásico, por la sobriedad de su pintura y, además, por el dramatismo y el tratamiento en los pliegues de las vestiduras.

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