Revista D

Los vecinos de la selva

La hora del banquete se aproxima. En la cocina se hacen los últimos preparativos para el festín. Pronto los comensales degustarán carne de venado, aves, algunos tacuacines y perros. Es aproximadamente el año 700 a. C.

la tapadera es una representación de 7 Guacamayo, personaje del Popol Vuh que pretendía ser el Sol. Hay dos personajes  a sus pies.

la tapadera es una representación de 7 Guacamayo, personaje del Popol Vuh que pretendía ser el Sol. Hay dos personajes a sus pies.

La fiesta se celebra en la ciudad que hoy los arqueólogos identifican como La Corona, Petén. Se sabe de esta reunión gracias a los hallazgos efectuados en esa zona, los cuales permiten conocer sobre la gastronomía precolombina y la fauna de la época.

Hace tres años las excavaciones en esta ciudad maya permitieron localizar lo que quedó de ese banquete, que se sirvió en el Período Clásico Tardío (600-900 d. C). “No siempre se tiene la suerte de encontrar un depósito de ese tipo, rico en huesos animales. A diferencia de otras latitudes, como ocurre en Perú o Egipto, el clima de Guatemala no favorece la conservación de ese material”, explica el doctor Tomás Barrientos, director del Departamento de Arqueología de la Universidad del Valle de Guatemala.

Diversidad de especies

Barrientos, quien forma parte del equipo de investigación en La Corona, señala que se tiende a creer que tras la Conquista fueron los españoles quienes introdujeron la mayoría de especies animales a la región. “No es así, hay suficiente evidencia que permite identificar la amplia fauna que conocieron los mayas antiguos”, afirma.

Además de los desechos de un banquete, hay vasijas, cuencos, murales, códices y otros objetos trabajados por artistas precolombinos que describen o hacen referencia a su fauna.

Barrientos lleva a cabo una investigación que este año culminará con la publicación de un libro patrocinado por el Instituto Guatemalteco de Turismo y que se titulará Raíces mayas de la gastronomía guatemalteca.

Para su alimentación, indica, los mayas antiguos disponían de casi un centenar de especies: “17 de mamíferos, 33 de aves, 15 de reptiles, al menos 18 tipos de peces y también de 15 clases de moluscos. Es todo un abanico de ingredientes”. El investigador añade que, además de alimentarse de animales, también los usaban para el comercio y la ornamentación, tanto de palacios como personal.

Fauna maya

“Muchas vasijas policromadas o talladas tienen imágenes de mamíferos, pájaros, roedores y peces. Hay escenas que se enfocan en la caza del venado de cola blanca, así como representaciones de un mito en el cual un venado ayudó a la diosa Luna a escapar de sus atacantes”, refiere Sarah Newman, zooarqueóloga del Proyecto Arqueológico El Zotz, ubicado en Petén.

Durante el Período Clásico Temprano (300 al 600 d. C), refiere Newman, se aprecian pecaríes representados como soportes de vasijas y es posible que los artistas usaran colmillos de este mamífero para tallar monumentos en piedra. “Pájaros, como loros y guacamayas, proveyeron plumas para las insignias de los reyes y sus miembros en las cortes reales, lo cual también está representado en mucho del arte maya”, afirma la zooarqueóloga.

“Hay instrumentos musicales fabricados con restos de fauna; por ejemplo, tambores con los caparazones de tortuga y herramientas para tallar con huesos grandes y gruesos de venados. Además, hay unos ejemplos famosos de huesos trabajados que han sido encontrados, como un cráneo de pecarí en una tumba de Copán, Honduras, o los tres huesos encontrados en el Entierro 116, en Tikal, que tienen imágenes del dios del maíz en una canoa con animales antropomorfos: un perro, un mico, una iguana y un loro”, explica Newman, estudiante de doctorado en Antropología en la Universidad de Brown, en Rhode Island, y becaria Fulbright.

“Una gran variedad de animales está presente en diversos restos arqueológicos y en el arte maya. Entre otros, he identificado pavos, venados, perros, tacuacines, mapaches, pescados, sapos, iguanas, cocodrilos, jabalíes, cuatíes, ratas, tortugas y al kinkajou, un mamífero arbóreo”, detalla Diana Fridberg, del área de Zooarqueología de los proyectos arqueológicos de La Corona y El Perú-Waka’.

Al retomar el aspecto alimentario, Barrientos considera que el hecho de que el venado de cola blanca sea uno de los más representados habla de la importancia que este animal tuvo en la dieta precolombina. Asimismo hace referencia al tapir, especialmente para la región cercana al mar Caribe. Acerca del perro, el experto explica que había dos razas y emparentaban con la especie mexicana conocida como cholo, que se reconocen porque carecen de pelo. “Se sabe de un entierro donde el esqueleto de un perro fue hallado junto al de un humano”, dice. Si bien estaban domesticados, “también eran fuente de alimento”, sostiene Barrientos.

Zooarqueología

“El estudio de los restos de huesos de animales y de los yacimientos arqueológicos en Guatemala y en otras partes de Mesoamérica tiene un gran potencial para informarnos acerca de cómo los antiguos mayas compartieron el entorno e interactuaron con los animales nativos”, indica Richard Prado, acerca de la importancia de Zooarqueología. Prado es director del Laboratorio de Zooarqueología del Museo Peabody, de la Universidad de Harvard.

Esta rama de la Arqueología se especializa en la vida animal. “Es útil para el estudio de muchos de los temas de la arqueología maya, incluida la dieta, el comercio y el medioambiente antiguo. Al observar los restos de animales somos capaces de determinar a qué tipo de fauna tenían acceso los residentes de un sitio y cuáles eran utilizados para fines particulares”, asegura Fridberg, quien considera importante apreciar a los antiguos pobladores de Mesoamérica en su entorno real. “Tuvieron una vida plena. No eran solo constructores de monumentos. También cazaron, comieron, hicieron artesanías, fueron comerciantes e interactuaron con el mundo en el que vivían. Estudiar los restos de animales de su época puede ayudarnos a comprender estos aspectos de sus vidas”, dice la experta, estudiante de doctorado en la Universidad Washington, en San Luis, en Misuri.

La investigadora estadounidense Kitty Emery ha publicado varios informes relacionados con trabajos de zooarqueología del país.

“Como metáfora del paso al inframundo, no hay mejor mensajero que el murciélago. El venado es el símbolo de fertilidad y renacimiento, pero también era una comida favorita de la élite maya”, destaca la autora en Animales del inframundo maya, un estudio de las especies utilizadas por las élites en sus rituales, en la Cueva de Los Quetzales, situada a 11 kilómetros al sur del sitio Dos Pilas, en Sayaxché, Petén.

En otro estudio, enfocado en el sitio El Mirador, Preclásico (1500-300 d. C.), Emery concluye que las evidencias “demuestran una explotación intensa de las especies mamíferas terrestres de gran tamaño, tales como el venado y el coche de monte, con el uso adicional de perros domesticados y aves galliformes de gran tamaño”. Asimismo, debido al comercio, señala que los habitantes tenían acceso a los recursos marítimos de las costas del Atlántico y del Pacífico, tanto para alimentación como materia prima artesanal.

En exhibición

Durante este mes,  la fundación La Ruta Maya ofrece tres diferentes exposiciones relacionadas con el arte prehispánico de Guatemala. La admisión a todas es gratuita.

El jaguar en el universo maya se inauguró el  30 de enero y se podrá visitar hasta el 28 de febrero en la galería del edificio Design Center, Diagonal 6, 12-42, zona 10.

Las otras muestras forman parte del Festival Internacional de Arte Paiz. El  3 de febrero abrió, en el Centro de Formación de la Cooperación Española, en Antigua Guatemala, la exposición Arte Prehispánico Maya. Consiste en piezas que ilustran la maestría de los antiguos artistas mesoamericanos. Concluirá el 7 de abril.

El 28 de febrero se inaugurará, en Artecentro Paiz, en la zona 1 capitalina, Fauna y flora del mundo maya. Las obras develan la riqueza de la biodiversidad precolombina. Habrá visitas guiadas, conversatorios y permanecerá abierta hasta el 14 de mayo.

Balam

El jaguar ocupa uno de los escalones más altos en la jerarquía de las deidades sobrenaturales mayas. Su  piel manchada, de pelo corto y suave, representó  el firmamento y las estrellas. Fue, además, un implemento en la  vestimenta de nobles y sacerdotes.

Al ser un predador mayor, sus atributos de caza se asociaron a las cualidades de los gobernantes. Esto se refleja en los diferentes señores que agregaron Balam a su nombre. Igual sucedió con otros animales como el quetzal o cocodrilo. También las cualidades del jaguar y de otros animales, se trasladan al espíritu animal,  que de acuerdo con la cosmología maya,   acompaña a todos desde el nacimiento.

Zoología del antiguo Petén

Para los mayas, al igual que para otros grupos indígenas de Mesoamérica, la naturaleza fue y sigue siendo la fuente de alimento, medicina y materia prima. “Al mismo tiempo es el hogar de lo sobrenatural”, se indica en Vida silvestre en el arte maya de Tikal (Ediciones Don Quijote, 1996).  La publicación compila diferentes especies de la selva petenera y recoge las menciones que de algunas de ellas se hace en el Popol Vuh.  “Para los mayas de Tikal y de otros sitios, la fauna no era desconocida. Al contrario, era tan atractiva que muchas veces dio origen a creencias”, indican  Sofía Paredes, María José González y Jorge Cardona, autores de la publicación.

  En el trabajo se destaca que las principales deidades tenían rasgos zoomorfos y algunas veces los propios animales aparecen como personajes principales en códices y todo tipo de representaciones artísticas.

“En la jerarquía de seres sobrenaturales,  las aves son las más cercanas al nivel celestial, aunque los mamíferos son los que aparecen con mayor frecuencia, debido a su presencia en el nivel terrestre, el plano central entre el cielo y el inframundo. Los animales acuáticos como la tortuga y el lagarto estaban relacionados con la superficie del inframundo acuático porque tenían fuertes espaldas para sostener el mundo”, se explica.
De acuerdo con la publicación, los mamíferos más representados en los vestigios precolombinos son, en orden de importancia, los felinos —jaguar y puma— seguidos por el mono, los venados, el pecarí, los murciélagos y los roedores.  “Con ellos interactúan deidades, personajes reales y seres mitológicos con características de aves o reptiles.

Su apariencia puede ser natural, en actitud humanizada o  con rasgos monstruosos”. Esa última descripción corresponde por lo general a las criaturas y escenas del inframundo. 

En el apartado destinado a los mamíferos, se describen las siguientes especies: Pecarí  —coche de monte—, jabalí —pecarí de labio blanco—, jaguar, mono araña,  murciélago, pizote y tepezcuintle. De las aves, menciona que aunque se plasmaban dominantes con sus picos y plumas, rara vez es posible identificar con precisión a qué especie representa.  Algunas de ellas son: pajuil, faisán, colibrí, quetzal, zopilotes, tecolotes, loros, guacamayas, palomas y aves acuáticas. También hay iguanas, reptiles, peces, mosquitos, alacranes, moluscos, conchas y caracoles.

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