EDITORIAL

Fe y vida en acción

El 2018 quedará marcado en la historia de los países del Triángulo Norte de Centroamérica como el año en que el drama migratorio se mostró en una de sus mayores dimensiones, no solo por las multitudinarias caravanas de migrantes centroamericanos, sino por la muerte de dos niños guatemaltecos en custodia de la patrulla fronteriza de EE. UU.

Inusitada y sorprendente fue la caravana de migrantes, integrada en su mayor parte por hondureños, salvadoreños y guatemaltecos, quienes en un acto de suprema desesperación se dirigieron hacia Estados Unidos, recorriendo miles de kilómetros a través de México para apostarse a las puertas de ese país, con la incierta esperanza de encontrar refugio.

A su paso por Guatemala se pudieron observar escenas de solidaridad de muchos guatemaltecos que les extendieron la mano en tan duro trayecto, que efectuaron a pie o a bordo de toda clase de vehículos. Fueron dignas de elogio las colectas de víveres y frazadas, así como los puestos de auxilio de frontera a frontera.

La capital y ciudad Tecún Umán fueron dos de los puntos de mayor concentración de estos grupos que prácticamente viajaban con lo que llevaban puesto. De manera especial dos sacerdotes brasileños pusieron su vocación al servicio de la caridad hacia los migrantes: Ademar Barilli y Mauro Verzeletti, quienes han consagrado una importante parte de sus vidas a obedecer la máxima evangélica: “Fui forastero y me acogiste”.

Estos dos sacerdotes católicos dirigen en Guatemala la Casa del Migrante, a la que han convertido en un verdadero oasis para los miles de centroamericanos que huyen de la desesperación, del agobio económico y condiciones de inseguridad intolerables, aunque la falta de oportunidades es el factor que más influye en su decisión de emigrar.

La Casa del Migrante cuenta con dos sedes, una en la capital guatemalteca y otra en Tecún Umán, San Marcos, y funciona desde hace 24 años, pero fue en este 2018 cuando alcanzó un protagonismo inusitado, pues si bien para la caravana centroamericana se hablaba de unos cinco mil caminantes, esa cifra se multiplicó enormemente y llegó a atender en apenas dos días a unas 14 mil personas que acudieron a ese centro en busca de ayuda para continuar su peligrosa travesía. Siempre encontraron un plato de comida caliente y un lugar para descansar.

Las muestras de solidaridad de Verzeletti y Barilli hicieron que otros miles de migrantes encontraran una mano solidaria en el camino, pero también que saliera a luz una misión poco conocida, a pesar de que en Guatemala existe, por ley, una oficina para atender la migración, pero como muchas otras entidades públicas, no funciona de manera adecuada, como consecuencia de la falta de fondos y la inmoralidad burocrática.

Ese abnegado testimonio de fe en acción, al servicio de miles de migrantes, sin distingo de edad, sexo, nacionalidad o condición social, hizo que este año el grupo de editores de Prensa Libre reconociera conjuntamente a Barilli y Verzeletti como Personajes del Año, por su invaluable apoyo a aquellos seres humanos a quienes mueve el sueño de escapar de una pesadilla que viven en sus países.

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