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Vacunas contra el cáncer: ¿Qué debemos esperar de su efectividad?

Expertos entrevistados aseveran que es prematuro hablar de eficacia de fármacos en desarrollo o en fase de ensayos a nivel mundial para prevenir y combatir el cáncer.

Vacunas contra el cáncer: ¿Qué debemos esperar de su efectividad?

Vacunas contra el cáncer que están en desarrollo o en alguna fase de ensayos clínicos en el mundo enfrentan el desafío de la complejidad de la biología tumoral. (Foto Prensa Libre: Shutterstock).

En el 2024 se registraron 20 millones de casos nuevos de cáncer y 9.7 millones de muertes derivadas de ese padecimiento en todo el mundo, según datos de la Organización Mundial de la Salud (OMS), razón por la cual resulta imperativo detener el avance de esta enfermedad con vacunas que se están desarrollando en diferentes laboratorios a escala global.

Debido a que en Guatemala no hay registro poblacional hospitalario integrado de pacientes atendidos en los sistemas público y privado, los oncólogos toman como parámetro de incidencia las cifras de Globocan, la base de datos de cáncer a nivel mundial de la OMS. En el 2022, el año más reciente publicado, Globocan registró 17 mil 801 casos nuevos de cáncer en el país, en hombres y mujeres, así como 10 mil 369 fallecimientos, a causa de esta enfermedad. Los casos de mayor prevalencia son los de próstata, mama e hígado.

El problema se agrava por la ineficacia en su tratamiento o detección temprana. Según encuesta efectuada por la OMS en 115 países, la mayoría de ellos no financia adecuadamente los servicios prioritarios de cáncer y cuidados paliativos. Además, pese a avances en tratamientos tradicionales como cirugía, quimioterapia y radioterapia, muchos tipos de cáncer son difíciles de tratar, especialmente en estadíos avanzados.

Ante este panorama, diversos laboratorios en el mundo están desarrollando vacunas terapéuticas o preventivas contra el cáncer. La que tuvo mayor divulgación en los últimos meses fue la vacuna Enteromix, creada por el Centro Nacional de Investigación Radiológica del Ministerio de Salud de Rusia, que actualmente está en fase I de experimentación en humanos, según se anunció en junio. El fármaco se basa en una combinación de cuatro virus no patógenos, capaces de destruir células malignas y, simultáneamente, activar la inmunidad tumoral del paciente.

“En los últimos años se ha completado un ciclo completo de estudios preclínicos, lo que confirma la eficacia y seguridad del fármaco”, se lee en la página web de dicho centro. También están desarrollando vacunas mRNA personalizadas, que pueden enseñar al sistema inmunitario a reconocer las células cancerosas, según el análisis genético del tumor de cada paciente “que mostró excelentes resultados de ensayos preclínicos”.

Abraham Tabora, ginecólogo y oncólogo del Instituto de Cancerología, refiere que existen las vacunas preventivas o profilácticas contra el cáncer, antes de que este surja, que suelen dirigirse a patógenos oncogénicos como el virus del papiloma humano (VPH), y su objetivo es evitar la infección que produce el cáncer.

El programa de vacuna contra VPH, introducido en el 2018 en el país, reportó coberturas bajas en el 2021, lo que limita el impacto poblacional. El Gobierno anunció un plan 2024-2030 para fortalecer la vacunación y tamizaje cervical, asevera.

Esta vacuna es efectiva, pero en Guatemala hay una cobertura muy reducida por el rango de edad de quienes se inmuniza, señala Jennifer Domínguez, oncóloga médica e investigadora principal de Med Clinic. Además, los programas no tienen continuidad en áreas rurales. “No ha tenido un impacto en la reducción del cáncer cervicouterino, pues 70% de los casos de oncología que atendemos corresponden a este”, dice. En otros países ya no es un problema de salud, gracias a la aplicación efectiva de la vacuna.

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También están las vacunas terapéuticas, que se aplican al tumor existente para inducir inmunidad específica antitumoral y establecer una memoria de inmunidad prolongada para prevenir recurrencia que, a menudo, se combinan con inmunoterapia, quimioterapia o radioterapia.

Algunas de estas vacunas están hechas con antígenos de células cancerosas, combinados con adyuvantes, para desencadenar una mayor respuesta inmune, expone Herberth Maldonado, investigador del Centro de Estudios en Salud del Instituto de Investigaciones de la Universidad del Valle de Guatemala. Entre estas se encuentran las vacunas basadas en péptidos, ácido nucléico, en ADN, en mRNA, en virus o neoantígenas.

En la actualidad existen vacunas para cáncer ya aprobadas, como la Provenge (sipuleucel-T), una inmunoterapia para el tratamiento del cáncer de próstata avanzado, dice Maldonado.

En cuanto a la vacuna rusa, Tabora señala que “no existen datos revisados por pares de eficacia clínica”. “Algunos titulares hablan de 100% de eficacia, basados en notas periodísticas, pero no en ensayos controlados”, asevera.

En relación con la vacuna preventiva/terapéutica contra el cáncer de mama triple negativo, desarrollada por la Clínica Cleveland/Anixa, que podría estar disponible en el 2030, hay reportes que muestran que es bien tolerada e inmunógena, pero “aún no hay evidencia de reducción de incidencia”, indica Tabora. La disponibilidad hacia el 2030 son proyecciones condicionadas a que fases II y III confirmen beneficio clínico.

Al respecto, Domínguez expone que estos dos proyectos en desarrollo son prometedores, pero es prematuro afirmar en este momento que serán 100% efectivos, pues sus estudios clínicos son bastante tempranos y habrá que esperar resultados posteriores. “La fase I solo evalúa la seguridad, no prueba que sea eficaz en temas de supervivencia, reducción de mortalidad y reincidencia, control de la enfermedad y tolerabilidad de efectos secundarios”, añade, y puede fracasar en la fase III o IV.

Tabora indica que estas vacunas tienen la dificultad de demostrar beneficio incremental sobre tratamientos convencionales. Además, existe el riesgo de autoinmunidad retardada y la necesidad de seguimiento prolongado.

En Guatemala

Entre los retos para implementar estas vacunas en Guatemala, y la región, dice Tabora, está la capacidad para evaluar procesos biológicos complejos y personalizados, que deben ser armonizados con la Administración de Alimentos y Medicamentos y la Agencia Europea de Medicinas.

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También es importante valorar la infraestructura, como laboratorios y cadena de frío, y la logística de genómica/bioprocesamiento.

Tabora enfatiza en el costo-efectividad frente a terapias existentes, así como negociación de precios y financiamiento de sectores público, privado y de seguridad social. Es importante evitar brechas urbano-rurales y por etnia, así como fortalecer registros de cáncer e inmunizaciones para medir el impacto real.

Otros limitantes de estas vacunas es la complejidad de la biología o comportamiento tumoral, destaca Domínguez. A diferencia de infecciones, el cáncer tiene múltiples vías de sobrevivencia y proliferación celular. “Hemos visto que probamos un tratamiento en un tumor que puede funcionar en meses o años, pero al pasar el tiempo empieza a buscar otros mecanismos de sobrevivencia. Por ende, no se pueden combatir todos al mismo tiempo, pues sería muy tóxico para el paciente”, advierte.

“Estas vacunas se dirigen a proteínas específicas del tumor —producidas en niveles muy altos por células cancerígenas—, pero no todos los pacientes expresan la misma, por lo que no es aplicable para todos. Hay que determinar a quién le puede ser útil la vacuna, pues no se pueden atacar todos los antígenos al mismo tiempo”, señala.

Maldonado refiere que los tumores pueden presentar muchas mutaciones, lo que dificulta encontrar una vacuna “terapéutica” que funcione para todas las variantes y, al mismo tiempo, produzca respuesta protectora.

Impulsar la investigación clínica podría, en poco tiempo, dar a los pacientes la oportunidad de acceder a nuevas vacunas contra el cáncer en estudio. Además, la Ley para la Atención Integral del Cáncer, aprobada en el 2024, puede facilitar que estas nuevas terapias alcancen a quienes las necesitan, añade Maldonado.

Otro desafío son los costos, pues desarrollar vacunas oncológicas y llevar a cabo ensayos prolongados tienen alto valor, por lo que, al llegar al mercado, es difícil su adquisición para países como el nuestro, explica Domínguez. “Para tener un tratamiento seguro y efectivo, habría que esperar los resultados en 10 años, como mínimo”, destaca.

Aunque hay tratamientos de última generación, con menos efectos secundarios, indica Domínguez, la mayoría de pacientes en el sector público son tratados con fármacos convencionales, porque son más accesibles. Por ejemplo, un tratamiento mensual para cáncer de hígado tiene un valor de Q30 mil, y la inmunoterapia combinada con anticuerpos monoclonales cuesta Q125 mil cada 21 días, refiere.

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“No podemos pensar en utilizar una vacuna cuando no hemos pasado del primer paso. Queremos correr antes de andar”, puntualiza.

Pruebas y ensayos clínicos

  • Al finalizar el desarrollo de vacunas en general comienzan las pruebas en laboratorio y en animales.
  • Después continúan los ensayos clínicos en humanos, que se llevan a cabo, generalmente, en tres fases.
  • En la fase I participan voluntarios sanos o un pequeño grupo de pacientes con enfermedades graves —20 a cien personas—, para verificar la seguridad del tratamiento.
  • En la fase II participan de cien a 300 personas y se busca evaluar la eficacia del tratamiento en una enfermedad específica y los efectos secundarios que produzca.
  • En la III se compara el nuevo tratamiento con los estándar y se recopilan datos sobre su seguridad y eficacia a largo plazo.
  • Los tratamientos que superan con éxito estas tres fases se presentan para aprobación a las autoridades de salud de cada país y empiezan a comercializarse.

ESCRITO POR:

Brenda Martínez

Periodista de Prensa Libre especializada en historia y antropología con 16 años de experiencia. Reconocida con el premio a Mejor Reportaje del Año de Prensa Libre en tres ocasiones.

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