CATALEJO

La profética poesía de Batres Montúfar

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¡Cara y desventurada patria mía!
Con razón barre el polvo tu diadema,
con razón tu existencia es agonía,
¡con razón tu destino es anatema!
¿Por qué no dejas la fatal porfía?
¿Por qué no abjuras el mortal sistema
de hacer que el sabio en un rincón se oculte
y en la inacción su mérito sepulte?
 
El brillo de tu gloria vi empañado
por los traidores que tu seno encierra,
y vi escupir en tu blasón dorado,
y vide hollar tu pabellón por tierra.
Más de un Gobierno, más de un diputado
en vez de hacerte bien te hicieron guerra
y quisieron pintar, ¡oh, escarnio crudo!
lagartos y colmenas en tu escudo .
 
El nombre de la patria me enardece
porque la adoro, estando persuadido
de ser ella quien menos lo merece
de cuantas patrias hay, habrá y ha habido.
Mas como otra no tengo, me parece
que debo amarla como el ave al nido,
y a los diablos me doy si considero
que la quieren vender al extranjero.

Estas duras y tristes palabras, del gran poeta chapín José Batres Montúfar, fueron escritas alrededor de 1840, cinco años antes de morir, en 1845, y apenas 24 después del 15 de septiembre de 1821, fecha de la separación de España. Pudieron haber sido escritas ayer. Han pasado 177 años; seguimos en lo mismo. ¿Podemos celebrar una independencia inexistente, como lo prueba la vergonzosa necesidad de una Cicig, atacada y defendida desde posiciones simplistas, dicotómicas, estultas y tercas de los bandos en disputa. Un ejemplo de absurdidad es la frase “faltar el respeto a un presidente es faltárselo a todo un país”, porque implica una trasnochada mentalidad monárquica actual de la comuna capitalina, en una grotesca versión tropical de “el Estado soy yo”, en una absurda versión de “el Estado es él, porque ya lo fui yo”. Francamente, es un elemento del famoso realismo mágico asturiano convertido en hechizo maligno.

¿Podemos celebrar una independencia inexistente, como lo prueban la vergonzosa necesidad de una Cicig, atacada y defendida desde posiciones simplistas, dicotómicas, en las cuales la estulticia y la terquedad son las banderas de ambos bandos? Escuché una frase rayana en lo increíble, aunque quien la pronunció no quiso darse cuenta, o no pudo: “faltar el respeto a un presidente es faltárselo a todo un país”, proveniente de una trasnochada mentalidad monárquica entronizada en la comuna capitalina, gracias a una grotesca versión tropical de “el Estado soy yo”, en la forma de “el estado es él, porque ya lo fui yo”.

La manipulación religiosa es ahora “no católica”. Son un atraso las invocaciones públicas y lagrimeos del mandatario, en reuniones de proselitismo espiritual, porque el Estado guatemalteco es laico desde 1871 y porque desde 1982 se inició un repunte, ejemplificado con Ríos Montt, Serrano y, ahora, Morales. La falsa dicotomía “Jimmy, bueno; Iván, malo”, o viceversa, se traslada: estar con o en contra de ellos y de calificar de infalible a quien se considera mejor o menos malo. Estas son las condiciones objetivas reinantes en el mes de la separación de España, en realidad no coincidente con el nacimiento de Guatemala como nación, lo cual ocurrió en 1847, hace 170 años.

Otra razón para no tener ánimos la constituye el engaño a las nuevas generaciones. Celebrar la independencia, se les dice, es participar en desfiles (en cuya preparación se desperdicia tiempo) o en carreras de antorchas. No podrá haber independencia sin responsabilidad en la participación política, en el manejo limpio de las finanzas, ni conciencia de la necesaria solidaridad, en su sentido real, no como de manera burlesca fue utilizado entre el 2008 y el 2012. Todo ello lleva a no sentir deseos de celebración, sobre todo porque el desinterés mayoritario es la más fuerte causa de la continuidad de la dependencia del país. Peor y más triste aún: así seguiremos mientras reinen la inmoralidad y el abuso de poder.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.