“No es un medicamento”, es enfático en decir el Decano en Facultad de Ciencias Químicas y Farmacia de la Universidad de San Carlos, Pablo Oliva. Esta es una sustancia química utilizada como desinfectante y su consumo resulta tóxico para el ser humano.
Los videos que anuncia el dióxido de cloro o CDS como la “solución milagrosa” ante el covid-19 menciona que al ingerirlo es capaz de eliminar las bacterias y patógenos, además, que protege las células y que fortalece el sistema inmune, con lo que podría curar no solo del coronavirus sino otras enfermedades, como malaria, diabetes, asma, cáncer, autismo, entre otras.
Hay personas que defienden su aplicación y otras más que dan testimonio de que funciona. Pero en esto no hay sustento científico alguno, dice Oliva, como un llamado a los guatemaltecos pues, la sustancia ya se promociona en el país.
De acuerdo con la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, en inglés), el dióxido de cloro es una solución que contiene un 28 por ciento de clorito de sodio en agua destilada.
Quienes lo promocionan indican que el clorito de sodio debe mezclarse con un ácido cítrico, que bien puede ser jugo de limón, antes de beberlo. En muchos casos, el clorito de sodio se vende junto a un “activador” de ácido cítrico, y estos al mezclarse se convierten en dióxido de cloro, que como resultado produce un “poderoso agente blanqueador” que se utiliza en desinfectantes. Claro está, que no es para las personas lo ingieran.
Este producto es un gas de color amarillo o amarillo-rojizo y está autorizado para usarse como blanqueador en la fabricación de papel y telas, así como para la desinfección de edificios. También se utiliza para desinfectar frutas y verduras y para potabilizar agua, pero para esto las concentraciones permitidas de la sustancia es “mil veces menor a las recomendadas como terapeutas o profilaxis del covid-19”, señala un comunicado emitido por la Red de centros de información y asesoría toxicológica de Centroamérica (REDCIATOX) junto a varias universidades de Latinoamérica.
Peligro para la salud
La ingesta de dióxido de cloro puede causar irritación de la boca, el esófago y el estómago, con un cuadro digestivo irritativo severo, con la presencia de náuseas, vómitos y diarreas, además de graves trastornos hematológicos, cardiovasculares y renales, advierte la Organización Mundial de la Salud (OPS).
Además, la disminución de la presión arterial que provoca puede llevar a complicaciones respiratorias debido a la modificación de la capacidad de la sangre para transportar oxígeno. La inhalación, a través de nebulizaciones, puede traer riesgos de edema pulmonar, broncoespasmo, dificultad respiratoria y edema glotis. Si se suministra o se tiene contacto con la sustancia por arriba del valor límite de exposición profesional puede causar la muerte.
Su utilización prolongada da lugar a bronquitis crónica y erosiones dentales. También hay riesgo al manipularlo, y que entre en contacto con la piel y con los ojos.
De esa cuenta no se recomienda ni como tratamiento ni en la prevención del covid-19, ni para ningún otro padecimiento, su uso en humanos puede implicar intoxicación.
“Es importante recordar que esta solución no se recomienda para el consumo humano, siendo un producto ilegal que implica un gran riesgo a la salud de la población en general”, dice Claudia García, Química Farmacéutica y Secretaria del Colegio de Farmacéuticos y Químicos de Guatemala.
No está autorizado
En los países de Américas, la promoción de la solución de dióxido de cloro como una cura para las enfermedades se remonta a 2010, y su uso ha sido prohibido por autoridades sanitarias de varios países. En Guatemala el Ministerio de Salud no autoriza su consumo en humanos.
La OPS recomienda no ingieran dióxido de cloro o clorito de sodio por vía oral o parental, “porque no hay evidencia sobre su eficacia” y podría ocasionar graves efectos adversos. Estas sustancias químicas solo deben usarse para desinfectar superficies.
Pese a las advertencias hay países en donde la población reclama que los gobiernos autoricen su implementación en el tratamiento a personas infectadas con covid-19.
En Bolivia, por ejemplo, está semana se aprobó un proyecto de ley para autorizar la elaboración, comercialización, suministro y uso del dióxido de cloro para la prevención y tratamiento del nuevo coronavirus. Pese a que autoridades sanitarias de ese país no aconsejan su consumo, las personas hacen colas en comercios para adquirirlo, pues lo ven como una esperanza de protección ante el virus, que ya infectó a más de 50 mil bolivianos.
A las autoridades sanitarias la OPS llama a alertar a la población y establecer medidas regulatorias necesarias, incluidas posibles sanciones, para evitar el consumo de esta sustancia. Mientras que hace el llamado a la población de denunciar cualquier promoción sobre propiedades curativas de estos productos.