EDITORIAL

Repunte productivo debe animar prevención

Después de siete meses en números rojos, a causa del confinamiento por el covid-19, que trajo el cierre de actividades comerciales colectivas, limitaciones en la locomoción y una posterior etapa de reactivación con restricciones epidemiológicas, el Índice Mensual de Actividad Económica sale por fin de los números rojos y supera la barrera negativa en la cual cayó, prácticamente, desde marzo.

Se trata de un indicador muy concreto y sistemático elaborado por el Banco de Guatemala, no solo durante la pandemia sino desde mucho antes, por lo cual es una pauta confiable y bastante inmediata de la salud económica nacional en el corto plazo. Abarca toda una gama de actividades de producción y prestación de servicios, entre los cuales figuran agricultura, ganadería, minería, industrias manufactureras, generación y transmisión de electricidad, comercio mayorista y al detalle, así como transporte, almacenamiento y comunicaciones, actividades financieras, de seguros y medios de pago, alquiler de vivienda y servicios privados.

En todos esos campos tuvieron fuerte impacto las restricciones que prevalecieron de marzo a julio en el país. En mayo este indicador tocó fondo con un histórico índice de -10, lo cual fue padecido por toda la población y los sectores productivos. La pérdida de empleos, la reducción de ingresos familiares y la caída de ingresos fiscales se tornaron en una especie de círculo vicioso que detuvo su giro al determinarse la necesidad y la posibilidad de una reapertura paulatina que hoy se desarrolla mediante un semáforo epidemiológico focalizado por municipios. Su verificación y control descansa tanto en las autoridades nacionales de Salud como en las alcaldías.

Justo aquí entra una consideración obligada: la recuperación económica es un pilar fundamental del avance nacional, pero por más que se hayan retomado múltiples actividades el riesgo del coronavirus sigue presente. La sombra de una segunda ola no termina de pasar y aunque la ocupación hospitalaria por ahora está debajo de la mitad, no es momento de correr riesgos innecesarios. Por ello se han retomado los llamados a evitar las reuniones y a mantener los controles de aforo en centros comerciales y negocios.

El uso correcto de la mascarilla debe retomarse y mantenerse. Lamentablemente, hace un mes empezaba a decaer su utilización, sobre todo entre los jóvenes, según lo reflejaba el Estudio de Actitudes de ProDatos. No obstante, la precaución en las actividades diarias es posible, necesaria y obligatoria como una cuestión de responsabilidad personal y colectiva. Lo mismo vale decir de actos tan sencillos pero efectivos como el lavado o desinfección constante de manos y el distanciamiento en los centros laborales o en actividades sociales, deportivas y religiosas.

Hay que seguir adelante. A nadie le conviene un nuevo confinamiento. Nadie lo desea. Sería devastador para una economía ya lacerada por factores antes descritos. Sin embargo, en varios países de Europa, así como en Estados Unidos, la imposición de restricciones ha sido la única vía que han tenido las autoridades para retomar el control epidemiológico. Que no haga falta en Guatemala un encierro obligado y mucho menos en la temporada navideña, que deberá celebrarse en familia, con pocos visitantes y el auxilio de medios tecnológicos. No serán iguales las fiestas, pero mucho peor sería atraer una tragedia colectiva solo por querer festejarlas como si no hubiera pandemia.

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