Luis Morales Chúa
NOTAS DE Luis Morales Chúa
Se titula <em>Retazos de mi vida, </em>publicado en diciembre de 2002. Es una obra autobiográfica de 378 páginas, que figurará en la <em>Primera Exposición de Libros escritos por Normalistas,</em> cuya inauguración está programada para los primeros días de enero próximo.
La Constitución Política de la República, la Ley Orgánica del Ministerio de Educación, el reglamento de esta ley, la Ley de Dignificación y Catalogación del Magisterio Nacional, y otras leyes y disposiciones de carácter general, ponen énfasis, con excelente reiteración, en que uno de los fines de la educación en Guatemala es la enseñanza y estudio de la Constitución, con el fin de que los ciudadanos la conozcan, la utilicen para la defensa de los derechos individualmente considerados, colectivamente para los demás, y contribuyan a que el orden constitucional sea la fuerza pura del desenvolvimiento de la vida social.
Muchos males del país nacen en el seno de algunos partidos políticos y muy particularmente en cierto tipo de dirigentes nacionales y departamentales, en los que se concentra el poder de las grandes decisiones nacionales, motivo por el que todo intento de limpiar el fondo del polvoriento sistema de elecciones y de partidos políticos fracasa.
Bajo la dinámica dirección del doctor Edgardo Laparra Segura, presidente de la Fraternidad Normalista (Franor), un grupo de profesionales formados intelectualmente, en sus inicios, en aulas de escuelas e institutos de enseñanza media, está siendo preparada la I exposición de libros escritos por egresados de las Escuelas Normales.
La sustitución de la carrera magisterial impartida en las Escuelas Normales de Guatemala, por un bachillerato con orientación educativa, no solo perjudica a miles de estudiantes normalistas y al gremio de educadores sino, en general, al país, porque constituye un indirecto abandono del interés oficial por educar a millones de personas hundidas en el analfabetismo, uno de los grandes baches de la problemática nacional. Pero, la supresión del magisterio es ilegal. “El Estado —dice el artículo 78 de la Constitución— promoverá la superación económica, social y cultural del magisterio, incluyendo el derecho a la jubilación que haga posible su dignificación efectiva. Los derechos del magisterio nacional tienen carácter mínimo e irrenunciables”. Y el Gobierno no cumple esa obligación suprimiendo las Escuelas Normales y la autonomía de los estudios de pedagogía, para sustituirlos por centros formadores de bachilleres cuyos conocimientos van dirigidos a servir en las esferas de los negocios privados.
La Corte de Constitucionalidad de Guatemala es la última y más alta línea de defensa de los intereses de la población, frente al comportamiento permisivo de los organismos del Estado.
Con la firma de los acuerdos de paz en El Salvador, 16 de enero de 1992; Guatemala, 29 de diciembre de 1996; y Colombia, el 26 de septiembre de 2016, termina en la América Latina la lucha armada para la toma del poder, que tuvo su apogeo con la derrota de los gobiernos militares de Cuba, en 1959, y de Nicaragua, en 1979, y se abre como esperanza para los pueblos de esta parte del mundo otro tipo de revolución, ajeno a los cañonazos: el trabajo político, social y cultural en favor del Estado de Derecho.
Cuando el martes el abogado colombiano Iván Velásquez ingresó al salón del Ministerio Público donde rendiría el informe anual del trabajo de la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala, todos los asistentes se pusieron de pie y aplaudieron y aplaudieron y aplaudieron, como expresión de solidaridad con el investigador y de gratitud por lo que él y sus colaboradores hacen por Guatemala.
Hay empresas privadas, instituciones públicas, analistas profesionales, y políticos también, dedicados a examinar vida, virtudes, defectos, aciertos y errores de los gobernantes en todas partes del mundo, y unas veces concluyen elogiándolos como a José Mujica, del Uruguay, y Jimmy Carter, de los Estados Unidos, o terminan denostándolos como sucede con los gobernantes de media docena de países latinoamericanos.
Durante muchos años los presidentes latinoamericanos fueron funcionarios intocables, aunque cometiesen hechos gravemente violatorios de la ley penal. Pero, las cosas han cambiado después de la Segunda Guerra Mundial y la idea de que todas las personas somos iguales ante la ley principió a tornarse en realidad, a partir de la segunda mitad del siglo pasado —independientemente de los antecedentes legales antiguos—, dándose juicios contra gobernantes en el ejercicio de sus cargos, o cuando ya no eran funcionarios.