El club catalán, explicó el historiador Eduardo González, “abandonó el campo antes del final del partido en señal de protesta por el último gol blanco, que consideraron fuera de juego de Eulogio Aranguren”.
En esta jugada se sitúa el origen de las desavenencias entre ambas entidades.
El enfrentamiento, según recoge el estudio publicado en la revista Política y Sociedad, trasciende sin embargo lo deportivo.
Tras la derrota, por 3-0, sufrida el 6 de junio de 1943 por el Real Madrid en Les Corts, en un encuentro correspondiente a la ida de las semifinales de Copa, “el periodista Eduardo Teus promovió una campaña que, según la historia oficial del Barcelona, derivó en una cuestión de Estado y el partido terminó 11-1”, apunta el estudio.
Una década después, en 1953, la rivalidad de acrecentó como consecuencia del fichaje de Alfredo Di Stéfano por el Real Madrid.
“En el partido de vuelta al Barcelona se le preparó una absoluta encerrona con intervención de los poderes gubernamentales, tras la cual, pierde por la mayor goleada que recibe en su historia. A partir de esto se generó tal polémica en la prensa que la federación española de futbol ordenó la destitución de los presidentes de ambos clubes”, aseguró González.
El club madrileño se convirtió entonces “en el equipo favorito para el régimen y en el embajador de España en Europa”, reveló la investigación. “El apoyo a los madridistas por parte de los órganos de poder suscitó la enemistad de los barcelonistas hacia el equipo de la capital”, agregó.
A diferencia del Barcelona, “que se ha enfrentado en ocasiones al régimen político establecido en el estado español, sobre todo en los años de la dictadura de Primo de Rivera e incluso en la época del régimen de Franco”, explica González, “el Real Madrid ha tenido una gran habilidad para adaptarse a todas las circunstancias políticas”.
Es a partir de los años 50, coincidiendo con sus éxitos deportivos, cuando el historiador identifica al Real Madrid como “el equipo de España” mientras el catalanismo permanece adherido a la actividad institucional del Barcelona.
Dadas estas visiones políticas diferentes, Eduardo González reclamó la presencia de “directivos muy hábiles pero solamente para que se pueda suavizar la tensión”.