Pero los ingleses ya saben lo que es remontar un resultado negativo contra el PSG en su estadio, algo que hicieron hace dos años en cuartos de final. El año pasado fueron los galos quienes en octavos consiguieron superar la eliminatoria.
Había en París ambiente de favoritismo, un rol que no suele aceptar fácilmente el conjunto de Laurent Blanc, bisoño en Europa, su horizonte preferido en una temporada en la que en su país no encuentran rival a su medida.
Quizá por ello salieron los franceses en tromba, directos a la portería de Courtois, con las líneas avanzadas, listos a dar el zarpazo definitivo a la eliminatoria ante un Chelsea que recupera el color pero que aun parece lejos de ser un grande.
El PSG arrinconó a los londinenses de la mano de un Lucas pletórico, rápido y preciso, peligroso para la defensa adversa, dispuesto a aprovechar los minutos que le deja Cavani.
El brasileño parece demostrar a sus 23 años la calidad que anunciaba hace tres su llegada a las riveras del Sena y que, hasta ahora, había destapado con racanería.
Pero el dominio territorial, el acoso, se estrelló contra la muralla montada por un Guus Hiddink que recupera poco a poco el norte del desorientado Chelsea.
Apenas dos disparos lejanos, de Verratti y Lucas, poco para el estado de sitio al que sometieron al rival.
Los ingleses tardaron 20 minutos en sacudirse la presión y comenzar a asomar en el área francesa. Pero cuando lo hicieron fue con contundencia, en una jugada que obligó a Trapp a sacar una portentosa mano para desviar un colocado y potente cabezazo de Diego Costa a pase de William.
Precisamente William comenzó a tomar el timón del duelo y equilibró la contienda, que abandonó la eléctrica fase del principio para dar paso a otra más calmada.