Del Bosque supo acoplar perfectamente la maquinaria y convertir a España en una realidad, y no en la ilusión que siempre se marchaba con las manos vacías.
Sudáfrica coronó a España como rey del fútbol. Su juego de toque se impuso en un Mundial en el que fracasaron las grandes estrellas, muchas selecciones importantes y los entrenadores consagrados. Sólo Alemania hizo sombra al fútbol español, pero fue la selección de Del Bosque la que venció en la semifinal en la que ambas se enfrentaron.
La final entre España y Holanda fue el fiel reflejo de lo que fue el Mundial. Muchas selecciones, incluyendo algunas grandes, jugaron a no perder. Sólo España y Alemania parecían jugar a ganar. Y triunfó una de ellas, España, con todo merecimiento.
La Naranja Mecánica
Holanda, el resurgir de la Naranja Mecánica, apostó por un juego duro en la final, y mereció alguna tarjeta roja que no llegó hasta los últimos minutos de la prórroga. El de Sudáfrica es el cuarto mundial resuelto en el tiempo extra. Un gol de Iniesta en el minuto 116 supuso el 0-1 definitivo y el título para España, el primero para esta selección.
Sin contar demasiado en las apuestas, Holanda fue avanzando lentamente en el torneo con una seguridad aplastante. Ganó todos sus partidos, dejando en el camino a Eslovaquia, Brasil y Uruguay. Su juego brusco en la final desmerece lo que hizo hasta ese partido.
Fue así como llegó a disputar la final con España, que desde la portería, liderada por Iker Casillas, irradiaba seguridad. Para ese partido la suerte estaba echada, y a pesar de que los holandeses se opusieron, una genialidad de Iniesta decidió el partido a favor de la Furia Española.
En esa edición de la Copa del Mundo el alemán Thomas Muller fue el máximo goleador con 5 tantos; mientras que el Balón de Oro fue para el uruguayo Diego Forlán, quien junto a su selección ocupó la cuarta plaza al caer en el partido por el tercer puesto ante Alemania.