El estadio de La Luz disparó definitivamente la proyección de Simeone, capaz de reubicar a su equipo entre la grandeza continental. Se quedó a un paso de lograr un éxito sin igual en la historia de su club.
Zidane, dos años atrás, era el escudero de Carlo Ancelotti. Su responsabilidad era limitada. Apenas asomaba del banquillo si no era por el requerimiento del italiano. Una estrella como futbolista pero entonces nada más que un proyecto de entrenador. Su imagen, en la panorámica de aquél éxito, estaba relegada a un plano secundario. Tanto en el banquillo como en el podio del campeón.
El azar ha recolocado al Real Madrid y al Atlético de Madrid en el centro del foco. La presencia del conjunto rojiblanco otra vez en la final de la máxima competición continental asienta un proyecto sólido y ensancha la reputación de un técnico consolidado. Considerado ya como uno de los mejores del mundo en su ámbito.
El 'Cholo' representa la confianza en una idea. Todo el mundo sabe a lo que juega el Atleti de Simeone. Con lo que se va a encontrar en un terreno de juego. Pero pocos son los capaces de dar con la tecla adecuada para responder a un estilo reconocidamente rentable.
Zidane, por el contrario, ha sido una medida de emergencia. Una fórmula al amparo del destino. Una bala al aire. El cese en el pasado mes de enero de Rafael Benítez precipitó al salto al escenario del francés, que tenía meticulosamente meditados cada uno de sus pasos a dar en su nueva carrera como preparador.
El fútbol no entiende de planes y Zizou fue requerido por el presidente Florentino Pérez para intentar paliar el estado de un plantel en descomposición. Pasó de ser segundo entrenador a responsable del filial, el Castilla, en Segunda B. Y de ahí, a la primera plantilla para intentar enderezar el rumbo de un equipo plagado de sombras y con un futuro entre penumbras.
Tuvo Zidane que improvisar en estos cinco meses. Hacerse al ritmo de un tren en marcha. Todo lo contrario que Simeone, instalado en un hábitat creado a su antojo