Ella ni siquiera fue mencionada por el comité.
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Día de la Mujer: 3 mujeres que transformaron la economía y han influido en tu vida (y en las de millones de personas en todo el mundo)
"Anna hizo todo el trabajo y yo me llevé la mayor parte del reconocimiento", dijo en una ocasión Milton Friedman, quien ganó el premio Nobel de Economía de 1976, en buena parte gracias a la obra que investigó y escribió junto a Anna Schwartz.
Beatrice Webb, Joan Robinson y Anna Schwartz son solo tres ejemplos de mujeres que hicieron importantes aportes al pensamiento económico. (Foto Prensa Libre: Getty Images y David Shankbone)
Año tras año, admiradores y críticos de la británica Joan Robinson esperaban que le dieran el Nobel. Pero nunca ocurrió.
Aun así, es considerada una de las mejores economistas (entre hombres y mujeres) del siglo XX.
Recién en 2009, una mujer se alzó con el galardón en esa categoría. Se trató de la estadounidense Elinor Ostrom.
Y el año pasado, lo consiguió la segunda, la francesa Esther Duflo.
Por años, la economía se ha considerado un campo dominado por los hombres, pero el aporte de las mujeres a lo largo de la historia ha sido impresionante, aunque muchas veces silencioso.
La lista es larga: Jane Marcet, Harriet Martineau, Harriet Taylor, Mary Paley Marshall, Rosa Luxemburgo, Millicent Fawcett, Edith Abbott, Christina Romer, Janet Yellen, por citar solo algunos nombres.
En el Día Internacional de la Mujer, BBC Mundo te cuenta las historias y los grandes aportes de tres mujeres al pensamiento económico.
Fueron investigadoras cuyas ideas trascendieron su tiempo y, de una u otra forma, han permeado nuestras sociedades, ya sea en términos prácticos o para darle sentido a fenómenos complejos.
Beatrice Webb, la privilegiada que quiso acabar con la pobreza
Si te preguntara de qué manera el Estado del Bienestar ha influido en tu vida, quizás me dirías que naciste en un hospital público o que te han atendido en alguno; que fuiste a una escuela del estado o, tal vez, que cobras una pensión por incapacidad o por retiro.
El Estado del Bienestar de la actualidad, cuyo alcance y eficiencia varía de país en país, es el resultado de una combinación de factores históricos (guerras mundiales, revoluciones, crisis económicas, movimientos sociales) y de las ideas de hombres y mujeres de diferentes épocas y países.
Cuando busques las raíces del Estado del Bienestar moderno te encontrarás con un nombre: Beatrice Webb.
Y con el de su esposo, Sidney Webb, y con un grupo de reformistas sociales de la Inglaterra de finales del siglo XIX e inicios del XX.
A ellos se les atribuye la idea de que el Estado debe garantizarle una vida digna a sus ciudadanos y que, para ello, debe prestarles una serie de servicios básicos desde que nacen hasta que mueren.
Beatrice lo llamó house-keeping state (“Estado administrador”).
Sylvia Nasar, en su libro Grand Pursuit. The Story of Economic Genius (“La gran búsqueda. La historia del pensamiento económico”), señala que el germen de la idea surgió del estudio que los Webb hicieron sobre los sindicatos en Reino Unido.
Después, redactarían un informe parlamentario que pasó a la historia: The Minority Report. Allí quedó plasmado el alcance del sistema:
“(…) se aseguraría un estándar mínimo nacional de vida civilizada (…) para todos los ciudadanos por igual, de cualquier clase y sexo, con lo que queremos decir una alimentación suficiente y una formación adecuada en la infancia, un salario adecuado mientras se esté en condiciones de trabajar, atención médica en caso de enfermedad y unas ganancias modestas pero aseguradas para la invalidez y los ancianos”.
Una obrera más
Nació como Beatrice Potter en 1858 en una familia acaudalada inglesa.
De su padre escribió que era “el único hombre que ella conocía que genuinamente creía que las mujeres eran superiores a los hombres” y que actuaba en función de ello.
Beatrice fue una autodidacta y se convirtió en una de las discípulas del gran filósofo, biólogo y sociólogo inglés Herbert Spencer, uno de los intelectuales que frecuentaba el hogar de los Potter.
Ella se propuso entender problemas como el desempleo y la pobreza y, para eso, se dio cuenta de que tenía que vivir entre los trabajadores, sumergirse en su realidad, entrevistarlos, hacer sus propias observaciones y no asumir supuestos.
Se unió al ambicioso proyecto de un familiar que se planteó estudiar las condiciones de vida de cada londinense a través de una encuesta.
Por varias semanas, cuenta Nasar, se fue a vivir a un hotel pequeño y se hizo pasar por una obrera. Estuvo entre 8 y 12 horas al día en un taller cooperativo de sastrería para aprender a coser. Después, se mudó a una pensión, se vistió con ropa vieja y desgastada y salió a buscar empleo.
Lo consiguió como pantalonera. En su diario dejó testimonio del calor terrible que sintió en ese lugar, del dolor en los dedos y en la espalda.
Recibió un chelín, “el primero que ganaba en toda su vida”, indica la autora. Y reflexionó en su diario: “un chelín al día” era el precio aproximado del trabajo no calificado de las mujeres.
Madre del LSE
En medio de las profundas limitaciones impuestas a las mujeres de su época, Beatrice habló de la igualdad de género.
Incluso se atrevió a proponer la paridad salarial entre hombres y mujeres.
Fue una pionera de la investigación social.
Los Webb (junto al activista Graham Wallas y el dramaturgo George Bernard Shaw) también fueron clave en la profesionalización de la economía con la fundación de la prestigiosa universidad británica London School of Economics, LSE.
De allí han salido varios premios Nobel, líderes mundiales, presidentes, ministros, directores de bancos centrales, economistas, legisladores de todo el mundo.
Impulsora de la socialdemocracia
Para el profesor emérito de Economía de la Universidad de Barcelona Ramón Sánchez Tabarés, el factor de influencia más importante de Beatrice Webb es haberse dado cuenta de que “el desvalimiento de la gente, la pérdida de sus puestos de trabajo, la falta de instrucción, de sanidad, de acceso a los bienes públicos no podía resolverse simplemente con caridad sino que había que introducir elementos políticos para que la vida de la gente fuese más adecuada”.
Fue así como ella, su esposo y los socialistas fabianos de Inglaterra (movimiento que buscaba implementar los principios del socialismo de forma gradual y sin una revolución) fueron los fundadores intelectuales del Partido Laborista, “cuyo propósito era rehacer la sociedad y la economía británicas mediante fuerzas políticas pacíficas”, señalan Harry Landreth y David C. Colander en su libro “Historia del pensamiento económico”.
De esa manera, Beatrice Webb también ayudó a sentar las bases del socialismo democrático y moderado de la actualidad, pues creía que el Estado administrador no entraba en conflicto con la libertad de mercado ni la democracia.
“Los sindicatos británicos crearon un partido político porque se dieron cuenta de que no bastaba con estar dentro de las fábricas y de las tareas productivas sino que era necesario darle un tinte político a esas actuaciones y de ahí surge el Partido Laborista británico y (a partir de él) partidos similares en otros países”, le explica Sánchez Tabarés a BBC Mundo.
“Las ideas socialdemócratas ponen de manifiesto que el Estado tiene que asumir como tarea importante la consolidación de una estructura social y política que plantee un sistema más igualitario.
“Se trata de un aspecto que está dentro del ADN de la mayor parte de los ciudadanos del globo”, indica el académico.
Como lo esbozó el profesor de la Universidad Complutense José Luis Ramos Gorostiza en “Beatrice Webb y su influencia como economista”, de la revista Contribuciones a la Economía, “Beatrice Webb es seguramente la ‘economista’ que mayor influencia práctica ha ejercido, una influencia que en cierto modo todavía se deja sentir en nuestros días”.
Joan Robinson, la genio que develó la imperfección de los mercados
Hablar de Joan Robinson es hablar de una gigante del pensamiento económico, una mujer que hizo aportes trascendentales tanto en el estudio de la microeconomía como de la macroeconomía.
En 1933, Robinson rompió con un planteamiento de la teoría económica al cuestionar la existencia de mercados de competencia perfecta.
“Fue una visionaria porque vio algo que en ese momento no era tan obvio y lo explicó de una manera muy clara”, le dice a BBC Mundo Begoña Casas Sierra, profesora del Departamento de Economía y Empresa de la Universidad Europea.
Hasta el momento, los expertos situaban los mercados entre la competencia pura y el monopolio puro.
“El modelo de competencia imperfecta es cuando se reconoce que las empresas sí tienen el poder para vender a los precios que consideren y para eso tiene que haber pocas empresas que dominen el mercado”, le explica a BBC Mundo Elena Gallego Abaroa, profesora de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales de la Universidad Complutense.
Alerta frente al monopsonio
Uno de los conceptos que Robinson desarrolló ha cobrado especial importancia en los últimos años para entender fenómenos económicos que afectan a los habitantes tanto de países desarrollados como en vías de desarrollo.
Se trata del monopsonio: cuando en un mercado hay poca demanda y mucha oferta.
- Por ejemplo, en el informe “Trabajo decente en las cadenas mundiales de suministro”, de 2015, la Organización Internacional del Trabajo (OIT) planteaba que en el sector de la indumentaria se había dado “un fuerte incremento en el monopsonio de la cadena de valor (…) que se ilustra en una cantidad enorme de pequeños productores de ropa obligados a competir entre sí para acceder a contratos con un número limitado de minoristas y fabricantes”.
- Eso hace que los compradores líderes del sector sean los que determinen en gran medida lo que pagarán por cada prenda, explicaba la OIT.
- Si trabajas en una planta pequeña de producción de ropa, esa situación puede ser la explicación de que se te imponga un intenso ritmo de trabajo, pues en medio de una fuerte competencia, el que la fábrica en la que trabajas sea escogida por una marca líder del mercado puede verse como un privilegio.
- Otro ejemplo: si una empresa tiene el poder de fijar los precios con los que compra una materia prima, será la única que tendrá la capacidad de adquirirla y a los productores no les quedará otra opción que ceder ante las directrices y necesidades de esa empresa.
- Por eso quizás has escuchado que sectores productivos de tu país se quejan de que no tienen acceso a los mercados en igualdad de condiciones y que son víctimas de un mercado distorsionado.
- “(Las empresas líderes dicen:) si usted quiere vender ese producto tiene que pasar por mí, si quiere vender café tiene que ir a determinadas marcas que son las que distribuyen el café al consumidor final. No tiene otra salida porque usted no tiene canales propios”, explica Sánchez Tabarés.
Estancamiento de los salarios
En el ámbito laboral, el monopsonio ocurre cuando hay muy pocos empleadores para muchas personas que buscan trabajo.
A ese concepto, por ejemplo, apuntan algunos expertos que tratan de explicar el estancamiento de los salarios en algunos países.
Alan Krueger, quien fue presidente del consejo de asesores económicos de Barack Obama, fue uno de ellos: “El poder monopsónico se ha generalizado en el mercado laboral de Estados Unidos”.
“Cada vez que un empleador tiene la capacidad de fijar los salarios, está actuando como un monopsonista”, le explicó en 2018 a Cecilia Barría de BBC Mundo.
“Y ese poder ha crecido probablemente porque los tradicionales baluartes que ayudaban a compensar el poder monopsónico, como los sindicatos o el salario mínimo, son más débiles en la actualidad”, dijo.
Si trabajas, por ejemplo, para ciertos gigantes tecnológicos o para un sector donde una o pocas empresas acaparan el negocio, tu salario quizás no sube porque la compañía para la cual trabajas concentra una parte importante de la oferta laboral y tiene el poder de imponer los salarios.
“Uno de nuestros mejores hombres”
Robinson, quien nació en 1903 en Inglaterra, logró una hazaña: entrar en un selecto grupo de unos pocos economistas de la Universidad de Cambridge conocido como Cambridge Circus.
Eran los discípulos y colaboradores del gran economista británico John Maynard Keynes, quien le expresó su admiración a la única mujer del grupo. Por eso, algunos la llaman la madre de la teoría postkeynesiana.
Uno de sus integrantes, el gran economista austriaco Joseph Schumpeter también sintió una “profunda admiración” por Robinson y la llamó “uno de nuestros mejores hombres”.
Robinson insistía en que la economía debía ayudar a resolver problemas reales para hacer una sociedad más humana. Dijo que se debían “respetar los hechos y admitir que ignoramos lo que no sabemos”.
De hecho, señaló que “el propósito de estudiar economía no era adquirir un conjunto de respuestas preparadas a preguntas económicas, sino aprender a evitar ser engañados por los economistas”.
En el libro “Joan Robinson y la teoría económica moderna” (Joan Robinson and Modern Economic Theory), el profesor George R. Feiwel dijo que la economista lesenseñó a sus alumnos a “pensar por ellos mismos” y les “inyectó una dosis saludable de escepticismo“.
Entre sus alumnos estuvieron los premios Nobel: Amartya Sen y Joseph Stiglitz.
Robinson publicó varios libros emblemáticos y también hizo aportes al estudio del crecimiento económico, del desarrollo de los países y del comercio internacional y analizó la obra de Carlos Marx.
La académica se aproximó a los sistemas de Mao Zedong en China y de Stalin en la Unión Soviética y denunció las injusticas de las economías capitalistas.
El Nobel que nunca llegó
Aunque, indicó Feiwel, algunos la recordaban como “una amiga cálida y fiel”, otros la describieron como “dictatorial”, “irascible” e “intolerante”.
Calificó de “keynesianos bastardos” a los miembros de la escuela keynesiana que, en su opinión, desvirtuaron las ideas del maestro. Pero en lo que tanto admiradores como críticos han coincidido es que merecía el Nobel de Economía.
“(…) No estoy de acuerdo con la mayoría de lo que Joan Robinson ha estado diciendo en estos últimos 40 años, pero espero que gane un premio Nobel por decirlo. Robinson ha hecho más que cualquier otro economista contemporáneo (Milton Friedman sería su único rival) por salvar a nuestra disciplina del anquilosamiento (…)“.
Eso escribió el economista estadounidense Martin Bronfenbrenner sobre la académica que murió en 1983 a los 79 años.
Anna Schwartz, la historiadora financiera
“Anna Schwartz (…) fue una de esas pocas economistas que cambiaron nuestra comprensión del mundo”.
Así la describió en 2012 el economista Geoffey Wood en el diario The Financial Times, tras conocerse la muerte, a los 96 años, de la investigadora estadounidense.
Schwartz escribió junto a Friedman “Una historia monetaria de los Estados Unidos, 1867-1960”, una obra publicada en 1963 que planteaba con un análisis exhaustivo que la Reserva Federal de EE.UU. jugó un rol en la Crisis de 1929, que desató la Gran Depresión, al reducir la oferta monetaria cuando era necesaria mayor liquidez.
En su momento se trató de un planteamiento innovador, porque antes se percibía la política monetaria como un elemento menor en la dinámica económica.
Comenzaron a trabajar en el libro en 1948 y analizaron varias décadas de datos financieros. El resultado fue una obra de casi 900 páginas y un clásico que revolucionó la profesión.
El economista estadounidense Ben Bernanke dijo en 2003, cuando era gobernador de la Reserva Federal, que esa obra ejerció una “influencia crucial” en la perspectiva “de una generación de legisladores”.
El trabajo de Schwartz y Friedman y sus planteamientos económicos fueron importantes para que a Friedman le concedieran el premio Nobel de Economía en 1976.
Su compañera de años de investigaciones no fue mencionada y la Academia sueca dijo que el libro era “uno de los logros más profundos y distinguidos de Friedman“.
Cuando se le preguntaba por qué creía que había ese silencio en torno a ella, decía que no se consideraba una persona mediática.
Schwartz escribió y editó nueve libros, tres de los cuales los hizo con Friedman. Él siempre le dio crédito por sus aportes.
La importancia del dinero circulante
Para Schwartz y Friedman, quienes pasaron a convertirse en los representantes del monetarismo, la oferta de dinero era importante en el ciclo económico.
“La conclusión del libro es que el control estable, constante, de la oferta monetaria -en este caso del dólar, pero puede ocurrir con cualquier otra divisa en cualquier otro país- es clave para la buena gestión económica”, le explica a BBC Mundo Casas Sierra.
Sus implicaciones trascendieron el tiempo y las fronteras. Los planteamientos del monetarismo se han aplicado en varios países, incluyendo los de América Latina.
“Ahora pocos negarían la importancia del control monetario en la gestión de la inflación”, indicó Wood.
Schwartz también planteó la importancia que tiene la estabilidad de precios para que la economía funcione bien.
“Ese es el objetivo de la política monetaria”, señala Gallego Abaroa, autora del libro “Mujeres Economistas”.
Su influencia en las crisis
El monetarismo tuvo un rol protagónico en los años 70 y 80 cuando ayudó a retroceder la inflación de países como Estados Unidos y Reino Unido.
“Influyó mucho en la decisión del banco central de Estados Unidos de estimular la economía durante la recesión mundial de 2007-09”, indican los economistas del Fondo Monetario Internacional Sarwat Jahan y Chris Papageorgiou en el artículo “¿Qué es el monetarismo?” de la publicación Finanzas y Desarrollo.
En 2002, Bernanke, como gobernador de la Reserva Federal, dijo: “Me gustaría decirles a Milton y a Anna que tenían razón sobre la Gran Depresión. La culpa fue de la Reserva Federal. Lo sentimos mucho. Pero, gracias a ustedes, no volverá a pasar“.
Quizás te preguntas cómo el monetarismo ha influido en tu vida.
Frente a una crisis económica, los gobiernos y las autoridades financieras pueden adoptar medidas de diferente tipo para contrarrestar su impacto. Los principales enfoques, explica Casas Sierra, son el postkeynesiano o el monetarista.
La respuesta monetarista considera que el control monetario en los mercados es el factor que condiciona la activación económica, de manera que al inyectar más liquidez (dinero) en una economía conseguimos que fluya el crédito y se active el consumo de particulares (como tú y yo) y empresas (de cualquier tamaño).
Muy vigente
Schwartz fue crítica de que se usaran fondos públicos para sostener el sistema financiero estadounidense durante la crisis financiera de 2008 y para combatir la recesión que se extendió hasta 2009.
“Calificó el rescate de 2008 de Bear Stearns como una ‘operación deshonesta‘ y una ampliación imprudente de la red de seguridad del gobierno”, recuerda el periódico The Washington Post.
La economista “creía que ninguna institución era demasiado grande para fracasar”, recordó el profesor Wood.
Aunque el monetarismo y Friedman, como todas las escuelas de pensamiento económico, han tenido críticos que condenan su impacto en la sociedad, el trabajo de Schwartz ha sido destacado por su exhaustividad en la compilación de datos y estadísticas.
Y es que su principal contribución fue interpretar el pasado para ofrecer soluciones a problemas económicos del presente.
Y su influencia sigue…
De acuerdo con la profesora Casas Sierra, frente a la amenaza que representa el coronavirus para el sistema financiero en la actualidad, existe la respuesta postkeynesiana (elevar la recaudación tributaria y el gasto público para aumentar la confianza, elevar el consumo y activar la economía) y la segunda de naturaleza monetarista, cuyas bases contribuyó a crear Anna Schwartz.
“Se busca aumentar la liquidez de los mercados; es decir, inyectar dinero en dichos mercados para estimular la capacidad adquisitiva de la sociedad (empresas y particulares) y así activar la economía. De esa manera, al fluir el crédito, se activa el consumo y, por lo tanto, la economía. Bajar los tipos de interés es una manera de activar la economía”, explica la docente.
En este sentido “la reciente medida adoptada por la Reserva Federal de Estados Unidos en el marco del coronavirus, acordando bajar los tipos de interés, es una medida de tipo monetarista”.