Al ser elegido el papa Francisco, todos los expertos consideraron que la reestructuración del IOR iba a ser una de las tareas más complejas del pontificado, en el marco de la reforma de las instituciones del Vaticano.
Esta institución se vio afectada por numerosos escándalos, entre ellos el lavado de dinero sucio por parte de la mafia, y se convirtió en el símbolo de la opacidad, y de la complicidad —voluntaria o no— del Vaticano con algunas organizaciones criminales.
El papa había pedido a expertos y comisiones que estudiaran la forma de convertir al IOR en una institución más transparente.
“El Santo Padre aprobó una propuesta sobre el futuro del IOR, reafirmando la importancia de su misión por el bien de la Iglesia, la Santa Sede y el Estado del Vaticano. El IOR continuará sirviendo con prudencia y suministrando servicios especializados a la Iglesia Católica en todo el mundo” , indicó la Santa Sede en un comunicado.
Sus actividades seguirán “bajo la supervisión de la Autoridad de Información Financiera (AIF)”, un órgano de control creado por Benedicto XVI y reforzado por Francisco. El Vaticano también anunció la creación de “una estructura legal e institucional para regular las actividades financieras en el seno de la Santa Sede y el Vaticano”.
El portavoz del IOR, Max Hohenberg, se congratuló del “gran reconocimiento” por el Papa de la “validez de la misión de servicio y del trabajo llevado a cabo en los últimos doce meses”.
El pontífice argentino, al denunciar el “dinero rey”, había suscitado grandes expectativas en su actuación ante el IOR, bautizado en forma errónea “banco del Papa”, ya que no se trata de un establecimiento de crédito. Francisco había afirmado en el 2013, ante los empleados del IOR, que las administraciones “son necesarias, pero hasta cierto punto”, antes de lanzar su conocida afirmación: “San Pedro no tenía cuenta bancaria”.