Balcárcel fue encargado del Sistema Nacional de Diálogo y conoció de cerca la conflictividad entre Nahualá y Santa Catarina Ixtahuacán, y asegura que, pese a las innumerables medidas de excepción, con el pasar de los años los pobladores incluso se han hecho de armamento más letal, en lugar de resolver la diferencia a fondo.
Para la resolución de este problema, el entrevistado considera necesaria la presencia de las iglesias y de las autoridades indígenas, ya que requiere un respaldo más que simplemente legal para que las comunidades dejen las armas y se alejen del conflicto.
¿Es posible comprender qué ocasionó el último conflicto entre Nahualá y Santa Catarina Ixtahuacán?
Se ha llegado a un límite de violencia irracional verdaderamente asombroso. Este caso particular es que tiene raíces históricas verdaderamente interesantes, y creo que lo que se aborda es un problema de límites territoriales, sin profundizar en las raíces históricas que dieron origen a la separación de lo que siempre fue Santa Catarina Ixtahuacán.
¿Por qué se separaron las dos comunidades?
Del mismo pueblo original que Santa Catarina Ixtahuacán se separaron porque hubo un grupo liderado por el que fundó Nahualá, Manuel Tzoc, que se llevó entonces a miembros de esa familias, a grupos de esa comunidad, a fundar Nahualá.
Entonces, lo que quiero señalar es que ahí hay razones mucho más profundas en la propia identidad, en el sentimiento de la gente, que después se va a expresar en términos de los límites territoriales.
¿Dónde se origina la violencia más reciente?
Yo creo que es muy importante, y donde puede devenir la violencia que ahora conocemos es a través de los acuerdos de 1999, que se ratificaron en el 2004.
Ahí se produjo la tormenta tropical Stan y Santa Catarina Ixtahuacán se tenía que mover porque eso se había perdido todo; ya no era habitable. Se tenían los dictámenes técnicos, como quedó después.
Yo no tengo la información ahora para decir si el incumplimiento de ese acuerdo es el que causa ahora toda la conflictividad, porque en ese acuerdo es donde aparece la finca El Alto y aparece también cómo se iban a dar en copropiedad con Santa Catarina Ixtahuacán, y había sesiones de terreno para conformar esa copropiedad.
También había unas compensaciones económicas para los beneficiarios de uno y otro lado. Hasta donde mi memoria llega, ahí había como 400 o mil 400 beneficiarios del lado de Nahualá y menos del lado de Santa Catarina Ixtahuacán.
El acuerdo era muy interesante en el sentido de que se les daba a cada familia, en compensación, el Estado, naturalmente, Q2 mil 500 y una dotación de maíz, porque Stan había destrozado las cosechas.
Si se cumplió todo eso o no, yo no puedo decirlo, porque no tengo ahorita la referencia. Es un caso que estudié hace bastante tiempo para ver cómo se le podía encontrar —solución— y qué explicaba el comportamiento.
Lo que sí recuerdo es que con la Universidad para la Paz, cuando yo fui director en Guatemala del programa, analizamos específicamente para ver maneras de resolución de conflictos históricos.
Las conclusiones del estudio demostraban que las intervenciones de la institucionalidad y del funcionariado público, lejos de resolver la conflictividad, la agudizaban, justamente por el desconocimiento de otra serie de elementos y los cambios periódicos de funcionarios.
¿Cómo ha sido la violencia entre San Miguel Ixtahuacán y Nahualá en los últimos años?
Un resumen de la información que yo tengo es que en el año 2020 se produjeron seis ataques, con el resultado de una persona fallecida. En el año 2021 tenemos intensificadas, de septiembre para acá, un total de 53 balaceras, con dos fallecidos en mayo, uno en julio y los 13 que tenemos ahora en diciembre.
Lo que vemos cronológicamente es la intensidad de cómo aumenta, si bien no los ataques personales, sí los disparos, que se producen de noche, que se producen de día, a toda hora.
¿Se puede entender como una simple disputa entre comunitarios o ya hablamos de una lucha de poder entre grupos criminales?
Ambos pueblos tienen comunidades que dan a la costa, a la boca costa; entonces, ahí habría que analizar un poquito: ¿la gente sabe cuáles son las rutas que van a la costa y cuáles son las del altiplano?
Es una interrogante que se debería resolver, pero lo que sí es evidente es las comunidades donde se producen los ataques y a quién atacan; fundamentalmente, esas sí están plenamente definidas.
Ahora, en términos de esa capacidad de fuego, uno tiene que saber que hay una casa comunal, como era en el pasado, donde la gente tiene que aportar recursos financieros para la compra de municiones y para la compra de armamento.
Ahora, ¿cómo lo compran? Eso sí no lo sé, pero es obvio, por las fotos que yo vi, que ese tipo de armamento no se compra en el mercado abierto ni libre.
No hay que perder que esa cosa no es solo en el altiplano, sino también para la costa, y qué rutas puede haber ahí; esa es una de las preguntas fundamentales.
¿En qué ha fallado este y todos los gobiernos, que no han podido poner una solución a este conflicto?
Este conflicto tiene que ver con eso que denominamos mesas de diálogo. Uno lo que necesita es usar el instrumento de diálogo para dar respuestas, que las mesas deberían ser de respuestas y no mesas de diálogo.
Lo público no tiene una continuidad; entonces, lo que resuelve uno, eso no le da continuidad el otro; seguir así no servirá para nada. La gente no quiere seguir eternamente hablando y hablando sin llegar a nada. Lo que necesita son respuestas.
¿Se necesita, por ahora, alguna medida de excepción para garantizar la seguridad y evitar otra masacre?
Si no me equivoco, fue en mayo cuando pusieron un estado de Excepción, pero ni las armas desaparecieron; al contrario, se ve más sofisticado el armamento y no se llegó absolutamente a nada.
La cosa aquí es tratar de entender y resolver el fondo, o sea el problema estructural. Y yo sí creo que se requiere la presencia más allá de las instituciones gubernamentales, de otros actores importantes que sean capaces de hacer una mediación como actores, y me refiero particularmente a las iglesias.
Yo tengo una concepción diferente de cómo se le podía entrar a este problema, en base a muchos problemas históricos, en base a la naturaleza, a la etnicidad y a la cosmovisión de esos pueblos.
Yo creo que aquí, resolver ese nivel de agresividad, ese desborde de violencia, requiere la vía de la cosmovisión, particularmente maya, de estos pueblos, para poder encontrarse con su propia expresión, con su propia identidad, con su propia cultura.