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Derechos Humanos: “Venezuela no es un problema solo de los venezolanos, es un problema de la región”

La venezolana Olga González habla sobre la situación en su país y los riesgos que enfrentan los defensores de los derechos humanos.

La venezolana Olga González se involucró en la defensa de los derechos humanos en su país a raíz del asesinato de su esposo por parte del régimen de Nicolás Maduro. (Foto Prensa Libre: Cortesía UFM)

El asesinato de su esposo marcó el andar de Olga González como activista por los derechos humanos en Venezuela. Lleva ocho años denunciando y buscando justicia para las familias que, como la suya, han sido víctimas de la represión y la persecución del régimen autoritario de Nicolás Maduro. Luchó desde dentro del país, pero ahora lo hace desde el exilio.

González estuvo en Guatemala para participar en el College Freedom Forum 2025, organizado por la Universidad Francisco Marroquín, y conversó con Prensa Libre sobre la lucha por denunciar el abuso de poder en su país.

¿Por qué convertirse en activista de derechos humanos?
Yo era como cualquier persona, con un trabajo común; sin embargo, nunca me gustó el gobierno de Hugo Chávez ni el de Nicolás Maduro. Fui opositora de sus políticas y de sus ideales. Estaba casada y acudía a todos los llamados para votar, marchar y protestar; me preocupaba por el país.

En 2014 comenzaron las protestas más fuertes, y 2015 fue un año crítico por la escasez de alimentos. Con mi esposo trabajábamos en un supermercado y veíamos a la gente hacer fila por dos o tres días para comprar comida.

En 2017 asesinaron a mi esposo en una protesta, y desde ese momento salí a manifestarme contra las políticas del gobierno y la injusticia, porque me tocó vivir de cerca la impunidad. En ese recorrido conocí a muchas personas que habían perdido seres queridos a manos de agentes del Estado. Cuando conoces otras historias y lo vives de cerca, es difícil ser indiferente. Así comencé este camino.

Me tocó estudiar, prepararme y conocer de leyes para presentar denuncias a nivel internacional. Aprendí a documentar casos y llevo casi ocho años trabajando en derechos humanos.

En Venezuela hay graves violaciones a los derechos humanos. ¿Cuán difícil es trabajar en este contexto siendo mujer?
Es muy difícil, porque los activistas y defensores de derechos humanos son criminalizados por el régimen. Nos llaman terroristas, delincuentes; nos ponen adjetivos que hieren, y como mujer es aún más complicado.

A las víctimas y a sus familiares los tratan mal, los humillan. No nos dejan entrar a los tribunales, así que tuve que cambiar mi vestimenta, mi postura corporal y mi expresión facial. Tuve que presentarme como alguien con autoridad para que las personas sintieran un poco de respeto.

En Venezuela, hacer activismo es difícil; las autoridades y los funcionarios te persiguen y hostigan. Llegamos a normalizar que haya agentes afuera de las casas tomando fotos, porque se vuelve parte del día a día y no nos damos cuenta.

Pero cada vez que logras algo, como darle paz a una madre cuando liberan a su hijo gracias a una campaña que hiciste, eso opaca cualquier mala experiencia.

¿Cuáles son las peores violaciones a los derechos humanos que ha presenciado en Venezuela?
He visto cosas que ni las palabras pueden transmitir con la fuerza que refleja la realidad. En Venezuela ocurren atrocidades tan crueles como las que se dieron en los campos de concentración. Juegan con la psique de las personas; se vive con miedo. Las torturas a los presos son inimaginables. De hecho, dentro de toda la tragedia que me ha tocado vivir, el mejor escenario fue que asesinaran a mi esposo, porque tenerlo preso es morir poco a poco, y nadie quiere vivir así.

¿Cómo hacen para evadir esos riesgos?
Uno no minimiza el peligro; aprendemos a trabajar y a convivir con el miedo. Es fundamental cuidar la salud mental, porque lo que se escucha es muy duro.

Cuando asesinaron a mi esposo, un mes antes habían matado a un joven de 20 años, hijo único, y un año después su madre se quitó la vida. Procesar tanto dolor es muy difícil. Al final, aunque seguimos viviendo con sufrimiento, aprendemos a trabajar para poder sentir un poco de paz.

¿Hay libertad de expresión en Venezuela?
En Venezuela comenzó un cerco contra la libertad de expresión. Primero cerraron televisoras privadas y luego emisoras de radio. En el caso de los periódicos, el papel se importaba, pero restringieron la importación y hoy en día no existen diarios impresos. Eso empezó en la época de Chávez, y Maduro le ha dado continuidad.

Prácticamente ya no quedan medios privados de radio ni de televisión donde haya libertad de expresión.

Entonces, ¿cómo hacen para que la gente sepa lo que sucede dentro del país?
A través de la comunidad internacional. ¿Cómo funciona ahora la comunicación en Venezuela? Quienes están dentro del país no publican nada porque podrían ir presos. La información circula de boca en boca, pero todo lo que ocurre en Venezuela se difunde, y quienes están fuera son quienes lo publican.

Los periodistas han comenzado a utilizar inteligencia artificial para informar lo que ocurre en Venezuela. Crean personajes generados por inteligencia artificial —hombres y mujeres virtuales— porque quienes antes salían a reportar eran encarcelados. No existe libertad de expresión, y al gobierno no le importa que eso se sepa.

¿Considera que el papel de la comunidad internacional tendría que ser más activo en el tema de Venezuela?
Totalmente. El rol de la comunidad internacional debe ser más activo y proactivo, particularmente en señalar y difundir oportunamente lo que ocurre en el país.

Las personas que no trabajan en derechos humanos creen que nuestra labor no tiene impacto, pero sí funciona. El día de las elecciones había 300 personas detenidas; tres semanas después, el número subió a 2 mil 500, y más del 50% eran menores de edad. Hoy, hay mil personas detenidas, y las mil 500 que fueron liberadas es gracias a las campañas realizadas con el apoyo de quienes están fuera de Venezuela.

¿Cómo visualiza la democracia en Venezuela?
El 28 de julio de 2024 marcó un antes y un después. A pesar de que no existían las condiciones para que se realizaran las elecciones, los venezolanos salieron a votar. Fue un logro, porque en Venezuela la gente había perdido la esperanza de un cambio.

Un 82% de la población votó, y ese acto demuestra la necesidad del pueblo de seguir utilizando los recursos democráticos para expresarse. Se publicaron las actas y se logró demostrar que Maduro se robó las elecciones. El pueblo demostró que ganamos.

¿Qué pasos faltan para lograr la democracia en Venezuela?
El paso más grande es que el pueblo despierte. Pero recordemos que el país está secuestrado por una cúpula de delincuentes, dictadores que han desarrollado el negocio del narcotráfico y con ello se mantienen en el poder.

Es un proceso que no se dará de un día para otro; llevamos casi 30 años con esta gente. Es un proceso que avanza, que no se ha detenido, pero que requiere tiempo. Lo más importante no es cuándo terminará, sino que el cambio ya inició.

La gente es muy consciente de esto, pero también tiene miedo. En medio de este escenario, la acción de denunciar sigue vigente. Quizás no lo hagan quienes están dentro del país, pero sí quienes estamos afuera, y eso es importante.

¿Cuál sería el mensaje a la comunidad internacional para que continúe apoyándolos?
El problema de Venezuela no es solo de los venezolanos, sino de la región, particularmente por la migración tan severa y descomunal que existe.

Han salido casi 8 millones de venezolanos, algunos para aportar y otros para generar conflictos en distintos países. Al final, todo importa, porque la región se ha visto afectada por esta migración. Por ello, debería haber una posición más contundente por parte de los jefes de Estado de la región sobre la situación en Venezuela.

  • En 2017, Olga González creó la Fundación Leonardo González Barreto, que lleva el nombre de su esposo asesinado por la represión del gobierno venezolano. Él se disfrazaba de payaso en los hospitales para llevar alegría a los pacientes, la organización siguió con ese legado y amplió su cobertura a nivel comunitario. González utilizó esos espacios para promover la importancia de la democracia y los derechos humanos. Su historia de vida le llevó a conocer a otras familias víctimas de violaciones de derechos humanos, y así surge la Alianza de Familias y Víctimas de Venezuela (ALFAVICVZLA), que documenta casos de ejecuciones extrajudiciales.

ESCRITO POR:
Ana Lucía Ola
Periodista de Prensa Libre especializada en temas comunitarios, con énfasis en Salud y Educación, con 17 años de experiencia. Reconocida con el Premio de Prensa Libre en categoría Reportaje, en 2019. Premio de la UPANA por Informar a la población guatemalteca sobre la realidad en nutrición y desnutrición en el país, en 2019. Diplomado El periodismo en la era digital como agente y líder de la transformación digital impartido por el Tecnológico de Monterrey.