Comunitario

Ancianos son abandonados en hospitales o asilos

Es la época en la que la hermandad y el cariño más pregonan, pero estas personas la pasan en soledad ante la ausencia de sus seres queridos.

Ancianos esperan que algún día un familiar llegue a visitarlos y los ayude. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

Ancianos esperan que algún día un familiar llegue a visitarlos y los ayude. (Foto Prensa Libre: Érick Ávila)

Juana Isabel Galicia Hernández, de 65 años, vive desde el 2015 en el Hospital General San Juan de Dios. Ella es totalmente dependiente, debido a que padece artritis y no puede caminar ni alimentarse por sí sola. Sin embargo, pide su egreso de manera insistente a las enfermeras.

Galicia Hernández es parte de los 13 pacientes que están abandonados en ese nosocomio, según el director Juan Antonio Villeda. Según Galicia Hernández, su único familiar es un hijo, que ella asegura está preso, aunque ignora en qué cárcel.

Su relato indica que vivió durante mucho tiempo en una “champa” del sector Las Vacas, en la zona 16, y que trabajó toda su vida en una casa, hasta que enfermó. La familia empleadora contactó a una ambulancia para llevarla al hospital.

Según Villeda, en estas situaciones hay doble vulneración de derechos, pues los pacientes están en condición de abandono pero también ocupan una cama que podría servir para otro enfermo. Por cada paciente, afirma el director, hay una inversión del hospital de Q892 diarios.

Debido a esa situación, el hospital se acogió al Código Procesal Penal, que señala la responsabilidad de familiares de dar auxilio a las personas de la tercera edad y, por primera vez, se interpuso una demanda contra familiares de uno de los pacientes abandonados, pues se les contactó pero ellos se negaron a volver a recibirlo.

Esos casos se repiten en asilos de varios departamentos, donde los ancianos son abandonados.

Familiares no lo quieren buscar

Horacio Campos, de 64 años, permanece interno en el Hospital General San Juan de Dios pese a que le dieron de alta el 15 de diciembre pasado, pero no puede retirarse porque sus familiares lo dejaron abandonado.

El hogar de Campos, desde el 25 de noviembre pasado, es la Unidad de Traumatología de ese nosocomio, adonde ni su esposa ni sus hijos lo han llegado a visitar. El paciente relata que un vehículo lo atropelló cuando se dirigía a tirar basura a un barranco  de El Amparo 1,  zona 7.

La trabajadora social que lleva su caso afirma que por medio de agentes de la Policía Nacional Civil lograron localizar a su esposa y a una hija, quienes dijeron que llegarían a traerlo, lo que no ocurrió. Lo último que se supo de sus familiares es que “no quieren saber nada de él” y pidieron que ya no se les “moleste” más. El antecedente de alcoholismo de Campos sería la razón.

Su hermana no la podía cuidar

El rostro de María Leticia Santiago Say, de 60 años, es familiar para muchos vecinos de la colonia El Gallito, zona 3. Ella deambulaba por esas calles y pedía dinero para alimentarse, pero desde julio pasado la mujer vive en el Hospital General San Juan de Dios, adonde ingresó debido a un golpe en la cabeza.

Los vecinos de esa colonia cuentan que Santiago Say resultó con problemas mentales después de haber recibido un golpe en la cabeza durante el terremoto de 1976, y que su hermana, con quien vivía, la sacaba de la casa debido a que no podía cuidarla.

Trabajadoras sociales del hospital localizaron la vivienda de la paciente, pero está deshabitada y los números de teléfono que dejaron a vecinos no funcionan. El destino de la mujer depende de si la reciben en un hogar para personas de la tercera edad en San Marcos.

Se sentirá solo en esta Navidad

Efraín Julián López Pérez, de 90 años, está internado en el refugio para ancianos Amparo de San José, ubicado en la zona 10 de Huehuetenango. Hace dos años perdió a su esposa, quien también fue interna de ese hogar, y asegura que ya no puede trabajar, pues las fuerzas físicas de su juventud lo han abandonado.

Con una sonrisa describe que su vida es alegre porque realiza tareas sencillas. Con nostalgia recuerda su propiedad en Malacatancito, donde por años cultivó maíz. Nunca tuvo hijos.

“Mis hermanos tuvieron hijos, y por eso tienen quién los cuide. Yo estoy solo”, expresa López,  uno de los adultos mayores abandonados que pasaran Navidad en el hogar Amparo de San José, que sobrevive con base en donativos.

“Me cansé de extrañar a mis hijos”

Durante las fiestas de fin de año la nostalgia predomina en las 35 residentes del asilo Santa Luisa de Marillac en  Quetzaltenango, donde religiosas a cargo de ese centro se esfuerzan porque las mujeres tengan una celebración especial, con alegría.

Entre las féminas se encuentra María Magdalena, una anciana que aparenta ser mayor de 70 años, no recuerda su fecha de nacimiento y carece de documentos de identificación. Llegó al hogar el 23 de diciembre del 2015 porque fue
abandonada.

La anciana recuerda que nació en Santa Cruz Barrillas, Huehuetenango, y que tuvo cuatro hijos, dos hombres y dos mujeres. “Ahora me tienen abandonada y no me vienen a ver. Me cansé de extrañar a mis hijos, y por eso ahora ya no lo hago”, asegura.