Comunitario

Rostro doliente atrae a miles a las calles

Para ver los ecos gravitacionales del fervor guatemalteco en otra época no hacía falta comprobar la teoría de Einstein: tan solo se necesitaba esperar el primer domingo de Cuaresma para encontrar la devoción  de otros tiempos puesta nuevamente de manifiesto, en este caso en la procesión de Jesús del Consuelo, del Templo La Recolección, que este año cumple 60 años de haber sido consagrado.

Cientos de fieles presencian el paso del cortejo de 60 años de Consagración de Jesús del Consuelo del templo La Recolección. (Foto Prensa Libre: Gustavo Montenegro)

Cientos de fieles presencian el paso del cortejo de 60 años de Consagración de Jesús del Consuelo del templo La Recolección. (Foto Prensa Libre: Gustavo Montenegro)

El rostro cansado de Jesús pasa por las calles donde hace horas aguardan decenas, centenares de familias que con su unión, diálogos, sonrisas, le dan sentido y continuidad a la fe. El hombre doliente con la cruz sobre el hombro se mueve con la ayuda de los cargadores que nuevamente se dan cita, de riguroso luto, para meditar durante una cuadra ayudados por las notas de notas agónicas, vibrantes, armónicas.

Las nubes de la tarde luminosa huelen a palomitas de maíz, a hamburguesas preparadas sobre una plancha ambulante montada sobre una bicicleta, a serrín que es como el espíritu resucitado de un árbol que murió en algún lugar lejano. Pero la oferta es variada: empanadas que palidecen con el azúcar glass, corbatas fritas y caramelizadas, pizzas que dejaron hace mucho las hieleras y ahora tienen carretas en una competencia de mercadeo que aprovecha la aglomeración.

Pero ni los ofrecimientos  a viva voz de los vendedores, ni los pitazos de quienes resultaron metidos en el embotellamiento por no saber que había cortejo, ni las campanillas de helados (que también traen ondas  de tiempos infantiles para varias generaciones) logran distraer a los fieles en el momento que Jesús Nazareno, el Varón de Dolores, el Señor del Consuelo, pasa frente a las miradas.

Lleva un enorme corazón al final del anda, por si alguien no dimensiona el amor que lo llevó hasta la muerte de Cruz. “Tu reinarás” reza un letrero en el frente, que se bambolea majestuoso mientras los hombres de las liras levantan los cables (cada vez más molestos, cada vez más numerosos  de teléfono, fibra óptica, cable) que representan la modernidad y hacen pensar en estas mismas calles del Centro Histórico cuando no había electricidad, pero sí procesiones: una muestra más de cómo las tradiciones cuaresmales son una verdadera máquina del tiempo que no necesita cálculos ni razonamientios: tan solo fe.

ESCRITO POR: