Comunitario

“Yo tengo que ser el ejemplo”

"Yo no sabía leer ni escribir, solo miraba los dibujos de la prensa”, cuenta María Tzamol, quien asiste todos los viernes por la tarde a la Escuela de Voceadores de Prensa Libre, en donde aprendió a leer y escribir.

María Tzamol se motivó a continuar sus estudios para inspirar a sus hijos. (Foto Prensa Libre: Gabriela López)

María Tzamol se motivó a continuar sus estudios para inspirar a sus hijos. (Foto Prensa Libre: Gabriela López)

Desde hace 16 años es  voceadora. Tiene  tres hijos y su esposo es taxista, de quienes recibe apoyo incondicional.

Recuerda que al aprobar sexto primaria fue abanderada, lo cual la motivó a continuar los estudios de nivel medio. Este año obtendrá el título de  bachiller en Ciencias y Letras. “Qué lindo es ponerse una toga. Mi sueño más grande es ser psicóloga, pero para eso hay que seguir luchando”, dice,  emocionada.

Gracias al esfuerzo y perseverancia de María y se  esposo, su  hijo  Rony Ernesto, de 18 años,  está por graduarse de perito contador; Karen Mirella, 16, cursa quinto secretariado; y Tania Mishelle, 11, sexto primaria.

María asegura que estudiar la hizo ver la vida desde otro punto de vista, con mayores oportunidades, y eso es lo que les inculca a sus hijos para que triunfen en la vida. “La mejor herencia que le podemos dejar a nuestros hijos es el estudio”, enfatiza.

“Ser voceadora me ha permitido superarme y tener tiempo para mi familia”, cuenta María. Por la mañana vende diarios  en la entrada a la colonia Belén,  zona 7 de Mixco, y al volver a su hogar realiza todas las tareas de limpieza, prepara la comida y espera a  su familia.

Karen, su segunda hija, dice que siente orgullo por la madre que tiene y que la apoya en todo momento. 
Antes de cenar en familia  se toman una hora para hacer las tareas juntas.

“Les animo a las personas que no saben leer ni  escribir que sigan estudiando, porque en la vida hay muchos problemas y cuando uno estudia esos problemas se hacen pequeños”, recomienda esta madre ejemplar.

El olor a sándalo de  la tía Nancy

“Se aprende a vivir con el dolor”, afirmó Hilda de Cruz  cuatro años después de la muerte de su hija Nancy Cruz, quien era científica  y además  bailarina del Ballet Guatemala.

Por este crimen, ocurrido el 3 de agosto del 2012,   fueron emitidas dos condenas y  el juicio en contra de un tercer sindicado  está  pendiente.

“Me aparté de mis creencias espirituales. Siempre me pregunté: ¿Por qué no estuvo Dios allí para salvar a mi hija? Busqué ayuda psicológica”, comenta.

La mañana del 19 de marzo del 2015,  Jorge Eduardo Pérez Morales, uno de los tres sindicados del asesinato  y quien fue capturado con posterioridad, escapó. 

“La noticia removió todo, fue vivirlo otra vez”,  asegura Cruz. Un año después de la muerte de Nancy nació André, el nieto de Cruz, ahora de 3 años. “Abuela, vi a la tía Nancy y jugué con ella”, le dijo el pequeño. No sería la única vez que escucharía ese comentario.

Eran cerca de las 20 horas  de Navidad del 2014.  El pequeño André subió las gradas para dirigirse a la habitación de su abuela.  Claudia, la hermana mayor de Nancy, fue tras  él para atajarlo.  “¿Colocaron incienso aquí?”, inquirió. Segundos después, todos percibieron el olor a sándalo, característico de la casa de Nancy.

“Amor que supera la sangre”

El sueño de muchas mujeres es procrear y sentir cómo crecen sus hijos en el vientre. Esto, sin embargo, no fue posible para Tita Mendoza, una reconocida actriz del teatro guatemalteco, quien confiesa que  durante siete años intentó  quedar embarazada   por medio de tratamientos de fertilidad natural y medicina tradicional.

Tita ha participado en más de cien obras de teatro, entre ellas  El general no tiene quién lo inscriba, Matemos a Marta, Un loteriazo en plena crisis y Dios es cash. Su mejor papel estelar   le legó a los 32 años, cuando su deseo por ser madre era más fuerte y optó por la adopción.

“Cuando me dijeron ‘él es su hijo’, me desmayé”.   Recuerda que tenía miedo de cargar al pequeño  Andrés Isaac,   a pesar de que había criado a varios sobrinos.


Todas las noches Tita le cantaba una canción  a su hijo,  sin saber aún en qué vientre crecía, y con esa misma   lo hizo dormir la primera noche que  lo tuvo en   brazos.   “La energía de mi canto llegaba a él, porque Dios todo lo hace perfecto”.

Cinco años después, de la mano de su hijo, acudieron al Consejo Nacional de Adopciones, en donde conocieron a una hermosa princesa  de ojos grandes, piernas largas y hermosas y de sonrosadas mejillas,  así describió  a Carmen del Rosario, su segunda hija, que ha llenado de alegría su hogar.