Guatemala

Cuando la justicia frustra los sueños

Joven relata pesadilla en  gaviotas, afirma que fue forzado a aceptar delito para salir.

Adolescentes conviven en un espacio pequeño en el Centro Gaviotas. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

Adolescentes conviven en un espacio pequeño en el Centro Gaviotas. (Foto Prensa Libre: Hemeroteca PL)

A sus 17 años, César -nombre ficticio- se convirtió, sin así quererlo, en un ejemplo de las  veces en que la misma justicia se encarga de convertir los sueños en pesadillas.

Él aseguró antes, y lo hace ahora, ser inocente de haber atacado a un piloto. Pero eso no impidió que por seis meses fuera recluido en el Centro Juvenil de Detención Provisional (Cejudep), conocido como Gaviotas, lo que detuvo su carrera de Perito Contador.

César señaló que en 2017 retomará sus estudios, pero por ahora no olvida los golpes, humillaciones y torturas psicológicas dentro del centro juvenil, las cuales marcaron su vida.

Hasta el segundo semestre de 2016, Gaviotas albergaba a unos 487  adolescentes en conflicto con la Ley, y César era parte de esa cifra.

Pesadilla de octubre

Con una sonrisa discreta se sentó y relató su infortunio. “Fue en octubre del año pasado que empezó mi pesadilla. Recuerdo que del instituto me sacaron y me llevaron a un lugar para pegarme. Solo escuchaba que decían: ¡Confesá que vos  lo mataste, ya tenemos todas las pruebas!”, narró con voz entrecortada mientras se llevaba ambas manos a  la cabeza.

“Después en el juzgado yo declaré ser inocente, pero una de las abogadas de la Defensa Pública que me asignaron me dijo: A usted le conviene declararse culpable para un proceso rápido. Pero por qué lo iba hacer, si soy inocente”.

Los minutos le parecían interminables en el juzgado, y la esperanza de comprobar su inocencia se diluía cuando veía al juez. No se equivocó: fue remitido a un centro.

Al llegar  a Gaviotas un encargado lo recibió y lo primero que le preguntó fue si era pandillero y la edad. Su  respuesta inmediata fue: no y 17 años. “El encargado dijo:  Ah, entonces no se le puede pegar todavía por ser menor. Y de inmediato me listó las reglas del lugar y en burla me dijo: Yo seré tu papá y aquel, tú mamá —señaló a otro  compañero—”.

Fue llevado a un cuarto grande con unas 24 planchas para dormir. Cada una es usada por dos privados. Sin embargo los “huéspedes” eran 90. El resto, agregó, dormía en el suelo, y algunos sin colchones.

“Nunca dormí por temor a que los compañeros me  llevaran al baño a pegarme o los monitores. Tengo presente que a los patojos que eran violentos o que se portaban mal los encargados los macaneaban”, precisó.

César solo tenía 15 minutos de recreación y en ocasiones nunca salían del sector. Agregó que los que más sufrían eran quienes no estudiaban. 

El  padre de César sostuvo que luchó para demostrar la inocencia de su hijo, pero  encontró una serie de tropiezos y violaciones al debido proceso. Incluso  hubo presiones para que César aceptara haber cometido el delito.

“Estoy de acuerdo que si él era culpable lo pagaría, pero las pruebas no eran suficientes. El video nunca mostraba claridad y la evidencia era  contradictoria”, manifestó.

En el proceso de reconocimiento del agresor  solo estaba él, no habían más personas. Aparte que  por recusaciones de los jueces, el caso estuvo en más de tres judicaturas del departamento de Guatemala.

César afirmó que por las presiones recibidas accedió a asumir la culpa y así salir libre. “Mi abogado se reunió con el fiscal y ellos acordaron lo que tendría que declarar”, concluyó.

Se consultó el caso a la fiscalía, pero al cierre de la nota no respondieron.

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