Prensa Libre visitó el narcolaboratorio, considerado el segundo más grande del país, que se encontraba en una zona árida y de difícil acceso, rodeada de árboles.
La vivienda tenía cuatro habitaciones y una era utilizada especialmente para la elaboración de metanfetaminas y anfetaminas, en donde se localizaron las seis calderas que aún contenían parte de la producción. El inmueble mide aproximadamente una caballería.
Químico y cocineros
Según los investigadores, para la construcción del narcolaboratorio se requirió de un experto químico-biólogo, quien dio los parámetros para la construcción de las calderas, así como las cantidades de precursores químicos que deberían ser mezclados por los cocineros, como llaman a las personas que se encargan de hacer las combinaciones de los precursores para la elaboración de las bases para las drogas sintéticas.
TEXTO – Elaboración del “polvo blanco”
La fuente señala que el profesional debe haber recibido un pago de al menos US$15 mil —unos Q120 mil— por dirigir la obra.
En el lugar también había aparatos digitales, en donde pesaban el producto antes de su trasiego.
Tres toneladas
Hasta el martes recién pasado, a las 18.45 horas, la Fiscalía contra la Narcoactividad había contabilizado, de manera preliminar, dos mil 162 libras —981 kilos— de anfetaminas y 780 libras —354 kilos— de metanfetaminas.
Quedaban pendientes de ser trasladados más dos mil 328 libras —mil 56 kilos— de estos productos, que son base de droga sintética, a las bodegas de la Subdirección General de Análisis e Información Antinarcótica (SGAIA).
Las pesquisas revelan que aproximadamente tres toneladas de narcóticos se producían mensualmente en el narcolaboratorio.
Las metanfetaminas y anfetaminas se encontraban en más de 50 toneles de plástico como producto terminado, ya listo para ser sacado de la finca el Faro, Pueblo Nuevo Viñas. Su costo se calcula en unos Q50 millones.
Además se pudo establecer que en recipientes de cinco galones, conocidos como canecas, y en toneles de plástico y de metal había precursores que, por los datos de embarque, se pudo establecer que provenían de China y Bangladés.
Otros de los materiales que se localizaron fueron soda cáustica en más de 150 costales, mercurio y 15 bolsas plásticas de basura que contenían papel de aluminio partido en pedazos, de tres por dos centímetros aproximadamente, que según los investigadores, son mezclados para acelerar el proceso de solidificación.
Además, fue hallado un camión que era utilizado para sacar el producto terminado, y que, de acuerdo con los pobladores, simulaba el transporte de productos agrícolas.
Q750 mil por kilo
Investigadores del Ministerio Público y agentes de la SGAIA coincidieron en que cada 2.3 libras —un kilo— de la droga sintética tiene un precio de mercado de Q750 mil.
Además se presume que la producción de estupefacientes era trasladada a México.
Uno de los investigadores relató que cuando llegaron, había tres personas que, desde unos 150 metros, les gritaron con acento mexicano: “¡Váyanse, hijos de su pinche madre!”.
El producto era pesado y envasado en bolsas plásticas con cierre ziploc, que estaban en el lugar.
A través de residuos en el lugar, se explicó a Prensa Libre que a los estupefacientes se les denomina “oro blanco”, por su brillo y porque parece grano de azúcar refinada. Aún no se ha determinado a que cartel pertenece el narcolaboratorio ni quien es el propietario del inmueble.
Rotación
Debido a la pureza de los químicos —precursores— hubo necesidad de que los agentes de la SGAIA se turnaran cada 15 minutos para manipularlos y embalarlos a fin de trasladarlos a las bodegas.
Los toneles en donde se procesaba parte de la base de la droga y las calderas aún expelían un olor fuerte que afectaban las vías respiratorias, por lo cual fue necesario que utilizaran mascarilla.
Pese a ello y para no abandonar sus labores, tanto fiscales como policías ingerían sus alimentos en ese lugar.
Los investigadores suponen que el narcolaboratorio funcionaba en esa área desde hace unos seis meses, y que los toneles —13— en donde se encontraban los precursores eran lanzados a un barranco y otros recipientes fueron enterrados.
Efectos
De acuerdo con las autoridades, estos recipientes mantienen adheridos parte de químicos y cuando llueve, podrían ser arrastrados y diseminados estos materiales tóxicos y contaminantes para el ser humano y animales.
Para el manejo de los precursores se contó con el apoyo de los Bomberos Voluntarios y para la ubicación de la fábrica se apoyaron en la Coordinadora Nacional para la Reducción de Desastres.
El primer narcolabolatorio fue desmantelado en el 2012 en La Democracia, Huehuetenango.