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Democracias problemáticas y otras similitudes que comprometen a Guatemala a vigilar las Elecciones en Honduras

La ciudadanía hondureña acudirá a las urnas este próximo 28 de noviembre. Las similitudes con ese país obligan a Guatemala a no desatender el proceso electoral.

El presidente Juan Orlando Hernández y su gobierno han sido acusados de convertir a Honduras en un narcoestado. (Foto Prensa Libre: AFP)

El presidente Juan Orlando Hernández y su gobierno han sido acusados de convertir a Honduras en un narcoestado. (Foto Prensa Libre: AFP)

Alrededor de 5.1 millones de hondureños están habilitados para acudir a las urnas este domingo 28 de noviembre. Lejos de ser una fiesta cívica, las elecciones tienen como antesala la violencia política marcada por decenas de asesinatos y el riesgo latente de una conflictividad poselectoral.

Catorce candidatos presidenciales competirán por la presidencia, aunque las encuestas posicionan a dos de ellos con las mayores posibilidades de triunfar. Se trata del Nasry Asfura, del Partido Nacional, que ha hecho gobierno en los últimos 12 años, y el opositor Libertad y Refundación (Libre), que postula a Xiomara Castro, esposa del expresidente Manuel Zelaya, derrocado en el golpe de estado de 2009.

En el tablero electoral no se disputa poca cosa: la ciudadanía deberá elegir entre la continuidad de un régimen acusado de convertir a Honduras en un “narcoestado”, o procurar reencauzar el estado de derecho, aunque hay escepticismo de que los otros candidatos de la oferta electoral logren este cometido.

“Estas elecciones se realiza en un marco de polarización extensa. Estamos en un largo régimen de 12 años que ha gobernado el país y esto ha generado una amplia alianza de oposición (que busca desplazar al actual régimen). Hay una campaña desde el partido de gobierno muy marcado por el miedo y el odio”, dice Gustavo Irias, director ejecutivo del Centro de Estudio para la Democracia (CESPAD).

Irias advierte que el riesgo de que se genere conflictividad tras los resultados del domingo es alto. Por un lado, el aún presidente Juan Orlando Hernández y su partido procurarán a toda costa mantener el poder, pues necesita del aparato estatal para protegerse de las acusaciones que puedan derivarse de EE. UU.

Las elecciones rememoran los señalamientos de fraude electoral en 2017, donde Hernández logró su segundo mandato consecutivo. Estos señalamientos fueron refrendados por la Organización de los Estados Americanos (OEA) que calificó al proceso electoral de “muy baja calidad técnica y carente de integridad”.

De tal cuenta, hay desconfianza en la población de que los órganos electorales realicen el proceso con transparencia y la probabilidad de que los candidatos de uno u otro bando desconozcan los resultados es latente.

Aplacar esta conflictividad dependerá de la capacidad de los órganos electorales de realizar el proceso con transparencia y de la observación de la comunidad electoral, advierten diversos expertos hondureños consultados.

“El escenario de violencia es latente, pero esperamos que el Consejo Nacional Electoral (CNE) cumpla con la ley y los partidos políticos no salgan antes que el CNE declarándose ganadores. Los candidatos que pierdan deben tener la madurez política de aceptarlo”, dice Yovany Argueta, integrante de la Red por la Equidad Democrática en Honduras (REDH).

Guatemala no es ajena

El excanciller guatemalteco Édgar Gutiérrez considera que Guatemala y Honduras tienen muchas solicitudes. En primer lugar, ambos estados sufrieron en los últimos años la pérdida de contrapesos en los poderes del Estado. Hay una creciente penetración del narcotráfico en sus territorios y estructuras políticas y ambos estados son vistos internacionalmente como “problemáticos y fuentes de inseguridad internacional”.

“Son rasgos que provocan los mismos impactos: alimentan la migración masiva irregular, generan empobrecimiento generalizado en las poblaciones e incrementan la violencia criminal”, advierte Gutiérrez.

El experto dice que de prolongarse un régimen vinculado al narcotráfico, se compartiría la vecindad con un estado inestable que coloca en riesgo el propio territorio y eso genera la percepción que la región centroamericana está infectada del crimen, y, por lo tanto, no es segura para las inversiones.

Eduardo Stein, ex vicepresidente y excanciller de Guatemala, opina que la vecindad delimitada por 256 kilómetros de frontera con Honduras hace que muchos retos y problemas se afronten como región y no de forma individual.

“Existen niveles muy grandes de división interna en la sociedad hondureña, parecidos a los que estamos viviendo en Guatemala. Entonces, cualquier inestabilidad contamina directamente la situación de todos los países vecinos”, dijo Stein.

El entrevistado comenta que Guatemala exporta una cantidad importante de alimentos al sureste de México, Salvador y Honduras, y cualquier tensión política en Honduras comprometería estas dinámicas comerciales. Además, gran parte de la migración irregular que sale de Honduras pasa por Guatemala hacia México.

“Si se agravan los términos de convivencia en Honduras a causa del proceso electoral, y si importantes sectores de la población no lo aceptan, se puede incrementar la migración”, prevé Stein.

Por su parte, Irias, director ejecutivo del Cespad, considera que Guatemala debe estar atento a este proceso electoral, ya que hay muchas similitudes con Honduras.

“Ambos países tuvimos misiones internacionales contra la corrupción (la Misión de Apoyo contra la Corrupción y la Impunidad en Honduras y la Comisión Internacional contra la Impunidad en Guatemala) porque la ciudadanía ha desconfiado del sistema de justicia. Ambas comisiones anticorrupción fueron expulsadas, primero la de Guatemala y después la de Honduras. Y tenemos una élite gobernante que ha hecho grandes esfuerzos por generar marcos jurídicos que impidan que la justicia se haga efectiva”, dijo Irias.

Desde el llamado a las elecciones primarias hasta el 25 de octubre, la REDH contó 27 homicidios, 18 víctimas de coacción, 11 atentados, 6 amenazas, un rapto y una coerción, lo que ha hecho que analistas califiquen el proceso electoral como el más violento en la historia democrática de Honduras.

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