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Las fascinantes pistas que dan los análisis de ADN sobre quiénes fueron los primeros habitantes de América

Hace miles de años, no había ni un sólo ser humano viviendo en el continente americano.

Muchos nativos americanos descienden de los Clovis. ALAMY

Muchos nativos americanos descienden de los Clovis. ALAMY

Pero eso cambió en la última Edad de Hielo.

Hubo un tiempo en que la mayor parte de América del Norte estaba cubierta con una gruesa capa de hielo que hacía que la región fuera difícil de habitar.

Pero, en un momento dado, algunos humanos aventureros emprendieron un viaje hacia un nuevo mundo.

Probablemente, llegaron a pie desde Siberia a través del estrecho de Beringer, un puente de tierra que se extendía desde Alaska hasta Eurasia y que existió desde finales de la última glaciación hasta hace unos 10.000 años.

Ahora esa zona está sumergida bajo el agua.

Se sigue debatiendo cuándo llegaron esos primeros americanos y de donde venían.

Pero estamos cada vez más cerca de averiguar lo que pasó y de saber quiénes eran realmente.

El último máximo glacial

Durante la última Edad de Hielo, hace unos 20.000 años, una travesía desde Asia hasta América no habría sido algo particularmente agradable.

Pero, paradójicamente, la presencia de hielo y glaciares en América del Norte hizo que la travesía fuera, en parte, más fácil de lo que habría sido hoy día.

La abundancia de hielo significaba que los niveles del mar eran mucho más bajos.

Por eso emergió un tramo de tierra entre Siberia y Alaska (Beringia) por el que los humanos y animales pudieron caminar.

En algún momento durante ese tiempo, conocido como el Último Máximo Glacial, grupos de cazadores-recolectores se trasladaron desde lo que es ahora Siberia y establecieron allí su campamento.

“Los primeros que llegaron a la zona eran, probablemente, grupos pequeños y ambulantes que, probablemente, dependían de la disponibilidad de recursos estacionales”, dice Laurianne Bourgeon, de la Universidad de Montreal, en Canadá.

Atascados en Beringia

Muchos de esos pueblos hicieron bien en buscar refugio allí. La zona central de Beringia tenía un entorno mucho más agradable que las tierras heladas que dejaron atrás.

El clima era más húmedo y la vegetación, en forma de arbustos leñosos, les dio acceso a madera para obtener calor.

Además, era el entorno ideal para grandes mamíferos a los que podían cazar y cuyos huesos podían quemar, dice Scott Elias, de la Royal Holloway University, en Londres, Reino Unido.

Cuando los humanos llegaron al estrecho, no tuvieron más remedio que establecerse allí. Las vastas capas de hielo les cortaron el camino hasta América del Norte.

Ahora se sabe que hicieron de Beringia su hogar y que permanecieron allí durante varios miles de años.

Según esa hipótesis, eso ayudó a que aquellos grupos aislados fueran genéticamente distintos a los que habían dejado atrás, de acuerdo con un estudio de 2007.

Y eso significa que los primeros que llegaron a Norteamérica —cuando el hielo se deshizo y permitió su entrada— eran genéticamente distintos a quienes habían vivido en Siberia miles de años antes.

“Es posible que una de las partes más importantes de ese proceso fuera lo que ocurrió en Beringia, cuando se diferenciaron de los asiáticos y se convirtieron en nativos americanos“, dice Connie Mulligan, de la Universidad de Florida en Gainesville, EE.UU., quien participó en ese análisis inicial.

Otros estudios apoyan esa teoría. Por ejemplo, Elias y sus colegas dicen que esos seres humanos se quedaron en Beringia unos 10.000 años.

En movimiento

Cuando, finalmente, el hielo comenzó a retirarse, esos grupos viajaron a diferentes partes del continente.

Ha habido un largo debate sobre si aquellos primeros colonos migraron desde diferentes áreas o sólo desde una.

Hace más de 20 años, Mulligan sugirió que sólo hubo una migración desde Beringia hacia el “Nuevo Mundo”.

Llegó a esa conclusión tras analizar la variación genética en el ADN de nativos americanos de hoy en día y compararla con la de asiáticos.

Ese mismo patrón excepcional apareció en todos los nativos americanos que analizó, pero muy rara vez en los asiáticos modernos.

Y eso significa que los nativos americanos surgieron de una única población que vivió en Beringia, aislada, durante muchos años.

En 2015, un estudio que usó técnicas más avanzadas llegó a una conclusión parecida.

“No hubo movimientos o cambios en ese grupo de población tal y como algunos sugirieron anteriormente”, explica Ramus Nielsen, de la Universidad de California, en Berkeley, EE.UU., a cargo de ese análisis.

De hecho, cerca del 80% de los nativos americanos de hoy en día son descendientes directos de los Clovis, quienes vivieron en América del Norte hace unos 13.000 años.

Pero sabemos que tal vez hubo migraciones graduales desde Beringia.

Y eso es porque hay pequeños grupos en la región amazónica de Sudamérica —como los indígenas Suruí y los Karitiana— que tienen un misterioso “flujo genético ártico” que no está relacionado con los Clovis.

Vínculos remotos

Otro estudio de 2015 reveló que, por lo tanto, hubo “más de una población que fundó las Américas”, y que las poblaciones indígenas del continente americano tienen vínculos genéticos remotos con Australia, Papua Nueva Guinea y las islas Andamán.

“No hubo una población fundadora homogénea. (…) Tal vez hubo varios pulsos migratorios”, dice Pontus Skoglund, de la Universidad Harvard en Boston, Massachusetts, EE.UU.

En otras palabras, los habitantes de Beringia no llegaron o se fueron todos al mismo tiempo.

Esto hace muy probable que hubiera diferentes grupos que nunca se conocieron.

La cuestión de la fecha

Para comprobar quiénes fueron realmente los primeros americanos, tenemos que tener en cuenta cuándo llegaron.

Es difícil saber en qué momento exacto sucedió.

El equipo de Nielsen concluyó que los ancestros de los primeros americanos llegaron a Beringia entre hace 23.000 y 13.000 años.

Ahora tenemos evidencias arqueológicas que sugieren que la gente que salió de Siberia —y después de Beringia— lo hizo incluso antes.

En enero de 2017, Laurianne Bourgeon y su equipo encontró pruebas que demuestran que hubo seres humanos que vivieron al norte del territorio del Yunkón, al oeste de Canadá, en una zona llamada Cuevas de Bluefish hace 24.000 años.

“Llegaron a Beringia hace 24.000 años y permanecieron genética y geográficamente aislados hasta hace unos 16.000 o 15.000 años, antes de dispersarse las capas de hielo que cubrían la mayoría de Norteamérica durante ese periodo”, dice Bourgeon.

Las cuevas “sólo se usaron en breves ocasiones para actividades de caza”, explica.

Pero su análisis no revela las fechas exactas en que esa gente se aventuró por primera vez hacia el sur.

Para saberlo hay que observar las pruebas arqueológicas.

Cuestionamientos

Durante décadas, se han encontrado herramientas de piedra que dejaron los Clovis por todo América del Norte. Algunas son tan sólo de hace 13.000 años, lo cual sugiere que tardaron mucho en ir hacia el sur.

Pero en los últimos años ha surgido evidencia que cuestiona esa idea.

Por ejemplo, en un asentamiento en el sur de Chile llamado Monte Verde hay evidencia de ocupación humana de hace 18.500 y 14.500 años.

Sabemos que hacían hogueras, comían marisco y usaban herramientas de piedra, pero como no dejaron restos humanos, mucho sobre ellos sigue siendo un misterio.

El viaje al otro extremo

Y hay otro dilema.

El hielo todavía cubría Norteamérica hace 18.500 años, complicando la travesía hacia el sur. ¿Cómo llegó la gente al sur de Chile tan temprano?

Una teoría dice que se abrió una ruta sin hielo que permitió el desplazamiento de esos humanos, aunque los hallazgos más recientes apuntan a que eso ocurrió apenas hace unos 12.600 años.

Elias también destaca lo difícil que tuvo que haber sido aquel viaje.

“Incluso si se abrió una brecha entre aquellas enormes capas de hielo, ese entorno tuvo que haber sido horrible, con barro, hielo, agua derretida y lodo. No debió haber sido un lugar habitable para personas o animales”, señala el científico.

Pero hay una alternativa. Esa gente pudo haber viajado por barco, tomando una ruta siguiendo la costa del Pacífico.

No hay pruebas arqueológicas que apoyen esa idea, pero los barcos de madera rara vez se conservan.

Todavía quedan muchas preguntas sin responder, pero Mulligan dice que estudiar cómo y cuándo se dispersaron los humanos a través del continente americano nos ayuda a comprender los procesos de migración, es decir, cómo cambian las poblaciones y qué rasgos genéticos persisten.

En muchos sentidos, América ofrece a los científicos una oportunidad de oro para estudiar esos procesos.

Ha habido muchas migraciones en el mundo, pero quienes emigraron a América emprendieron un camino sin retorno.

“Sabemos que los habitantes originales vinieron desde Asia hasta el Nuevo Mundo y que no había otra gente allí ni grandes migraciones de retorno”, dice Mulligan.

El hecho de que fuera un viaje de ida, unido al creciente interés en estudiar la genética de esa gente, significa que pronto podremos saber más sobre quiénes fueron realmente esos primeros americanos y sobre cuándo llegaron exactamente.

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