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1951: surge el Cuerpo de Bomberos Voluntarios

El 16 de agosto de cada año se celebra el aniversario de fundación del Benemérito Cuerpo de Bomberos Voluntarios de Guatemala, quienes desde 1951 arriesgan su vida sirviendo a la sociedad.

Hace 66 años se originó un incendio en la 6a. calle entre 7a. y 8a. avenida de la zona 1. Ahí funcionaban los restaurantes Tony’s Spaghetti House y El Palacio de Cristal, y las ferreterías Anker, Casa Blanca y El Globo.

Fue tan grande el siniestro que no pudo ser apagado por la Guardia Civil, pues contaban solo con dos vehículos todoterreno con cisternas. En aquella ocasión, tuvieron que hacer varios viajes a la Plazuela España y al Hipódromo del Norte, para abastecerse de agua y sofocar el fuego.

Ante esta situación, el entonces embajador de Chile en Guatemala, Rodolfo González Allendes, convocó a empresarios, funcionarios del Gobierno y vecinos para formar un cuerpo de bomberos, pues el país empezaba a tener un crecimiento rápido y considerable.

Su iniciativa tuvo buenos resultados, y así surgió el Cuerpo Voluntario de Bomberos (CVB), el 16 de agosto de 1951. Nueve años después, se implementó una guardia permanente, porque las solicitudes de ayuda aumentaron. Desde entonces, las 24 horas del día se mantienen personas de forma permanente en una estación.

En la actualidad, el voluntariado continúa siendo necesario, por lo que muchos hacen un espacio dentro de sus actividades diarias para ayudar al prójimo. La mayoría cubre sus turnos por las noches o los fines de semana.

En 1956 surge otro grupo, el Cuerpo de Bomberos Municipales (CBM), instituido por Julio Enrique Obiols durante su cargo como alcalde capitalino. Algunos de sus primeros integrantes eran jugadores del club de futbol Municipal, y se instalaron en el departamento de limpieza de la comuna. El personal del CBM ha sido asalariado, pagado por la comuna, que trabaja las 24 horas, pero también está la guardia ad honórem, llamada así para no confundirla con los voluntarios, la cual presta servicio cinco días al mes.

La Asociación Nacional de Bomberos Municipales Departamentales (Asonbomd) es la tercera agrupación, apareció en octubre del 2005, aunque el movimiento empezó en 1996 dice Otto Mazariegos, quien la preside. Ahora cuenta con 93 sedes en todo el país.

Asonbomd pertenecía al CBM, pero desavenencias en la asignación del presupuesto otorgado por el Congreso motivaron la separación. A los departamentos “enviaban lo usado, lo que ya no querían en la capital”, comenta Mazariegos. Por ello, a partir del 2007, recibieron Q10 millones y luego aumentó a Q20 millones. El sueldo de los bomberos departamentales es cubierto por las municipalidades y organizaciones sociales. En algunos de esos lugares, un bombero gana Q600. Otros prestan su servicio de forma gratuita. Para diferenciarse, sus vehículos son blancos con una franja verde, el uniforme sigue siendo azul, pero emplean gafetes.

Existen también los Bomberos Forestales que cuenta con 320 bomberos que son pagados por el Consejo Nacional de Áreas Protegidas.

Sin importar la agrupación a la que pertenezca, el entrenamiento de un bombero es difícil. Las clases teóricas consisten en el análisis de videos de explosiones y de bomberos en acción. En la práctica, se hacen ejercicios en los que se efectúan simulacros de incendios, donde se aprende también a usar las mangueras, reconocer herramientas y utilizar las escaleras. Por supuesto, este oficio no se limita a apagar incendios: el bombero también necesita saber de primeros auxilios, por lo que se le capacita para atender emergencias, desde dar respiración boca a boca hasta cuidar de un paciente epiléptico o diabético, o bien, atender un parto, entre otras tantas tareas.

Ser humanitario

Este tipo de altruismo tiene su precio, pues el continuo contacto con el peligro y el sufrimiento afecta al bombero de forma emocional. “Uno se acostumbra”, dice Víctor Gómez, con 20 años de servicio en el CVB. Jorge Sáenz, de los Municipales y con el mismo tiempo de servicio, dice: “Al principio causa daño, pero la experiencia hace la diferencia”. Sin embargo, a él todavía le conmociona ver a niños padecer un daño. Aún recuerda un rescate por Tecpán durante la tormenta Stan: “Cuando empezamos a escavar apareció un zapatito, después un biberón, entonces sabía que cerca estaba un niño, y así fue, pero ya había muerto. Tenía quizá un año”.

Carlos Ortiz, psicólogo de la Liga Guatemalteca de Higiene Mental, explica que el peligro o sufrimiento al cual está expuesto un bombero se puede convertir en patología y llevarlo a buscar estar en medio de la tensión para liberar adrenalina. En ocasiones, según el profesional, esas sensaciones fuertes le causan placer hasta conducirlo a una adicción.

Por ser un trabajo delicado, el especialista recomienda que el bombero reciba ayuda psicológica constante. “Puede llegar a deshumanizarse, hasta decir que ‘el negocio está bajo’ cuando no tienen emergencias”, comenta Ortiz.

Rivalidad

Ante los medios de comunicación, los bomberos Voluntarios y Municipales niegan su rivalidad, pero en pláticas entre amigos reconocen que sí la hay, pero no saben explicar cuándo y por qué empezó. Lo cierto es que los dos cuerpos compiten por llegan primero a algún incidente. De igual forma, para ellos es imperdonable que en un medio de comunicación confundan a una agrupación por la otra.

En la familia del bombero Jorge Sáenz hay integrantes de las dos instituciones: él y un hermano pertenecen al CBM y el mayor al CVB. A manera de broma, dice que cuando su mamá lavaba la ropa debía poner los uniformes municipales en un lazo y en otro el del voluntario. “Compartimos experiencias y a veces nos juntamos en un rescate. Creo que no es rivalidad, sino querer hacer bien el trabajo”, indica.

Se trata de combatir, sin embargo, esta situación de distanciamiento. A los nuevos aspirantes de bomberos se les inculca el respeto y tolerancia hacia otras agrupaciones. Su finalidad es ayudar a la población, y no crear más problemas. “Debe existir una rivalidad sana, en donde se mejore el servicio y dejar de pelear por los uniformes”, dice José Rodríguez, del CBM.

La estación

Al entrar a la estación se observa una larga fila de relucientes camiones de bomberos, listos para salir. Hay un extraño olor, entre gasolina, grasa y cuero mojado. En el suelo, se ven varias prendas impermeables, arrugadas y descoloridas por el uso, con varias manchas negras por el humo impregnado en incendios; quizás sean los reflectivos lo único intacto de la vestimenta.

En los dormitorios hay una fila de camas, en las que solo unos cuantos bomberos están recostados, intentando descansar. Según dicen, esa actividad es casi imposible de concebir, pues siempre se está con al menos un ojo abierto para salir con rapidez una vez suene la alarma de emergencia.

En el comedor tienen lo necesario: cafetera, ollas, tazas, platos, cubiertos, un frasco de café y otro de cremora. Al fin y al cabo, este es su hogar. “Un bombero puede tener una familia, pero la verdad es que se descuida mucho; las emergencias nunca avisan”, confiesa Rodríguez.

Por ejemplo, en una estación las ambulancias salen hasta 25 veces al día para cubrir accidentes y heridos de arma blanca y de fuego, comenta Sáenz. Cada salida representa un costo de Q2 mil 500 por el gasto de combustible, lubricantes, llantas y las dos o cuatro personas que, por lo regular, van en la unidad, explica Mario Cruz, de los Voluntarios.

Mientras, en la cabina donde se reciben los avisos de emergencia, se escucha un continuo repique de los teléfonos: cada segundo se recibe al menos una llamada, y no es una exageración. De hecho, 85 por ciento de las llamadas que se reciben son falsas, la mayoría son de niños, aunque también las hacen adultos desconsiderados. Algunos se quedan callados, otros marcan para insultar o simplemente para decir “¡mi casa se quema!”, seguido de risas.

En muchos casos se ha atendido emergencias falsas, en las cuales los bomberos pierden recursos económicos y tiempo, además de arriesgar la vida en el trayecto por la posibilidad de tener un accidente. Para disminuir este problema, verifican las comunicaciones antes de partir a cubrir un suceso.

“Cierta vez nos dijeron que una niña había caído en un pozo. Al llegar al lugar, decidí bajar para buscar a la menor. A la mitad del pozo, sentí una fuerte presión en el pecho. Quería avisar a mis compañeros, pero el bullicio de la gente en la parte de arriba no los dejaba escuchar. Ellos me siguieron bajando y, al cabo de unos minutos, me desmayé. No sé cómo se dieron cuenta de mi condición, pero al despertar ya estaba en el seguro social. Me dijeron que la emergencia había sido falsa, que era una broma”, cuenta Rodríguez.

Es por ello que los bomberos continuamente se encuentran ante la disyuntiva de creer o no. “Los padres deben educar a sus hijos para que no usen los teléfonos de manera incorrecta”, señala José Alfredo Coronado, del CVB.

Emergencia

Al nada más sonar la alarma de emergencia, los bomberos se levantan de un brinco y corren hacia la ambulancia, la cual está encendida al cabo de pocos segundos. La comunicación dentro del vehículo con la estación se da por radio. Impresiona la habilidad de los conductores, que sortean diversos obstáculos en el camino: gente que cruza la calle, buses urbanos que están atravesados en el cruce de un semáforo; mientras, los automovilistas abren el paso.

El objetivo es llegar a tiempo para salvar una vida, aunque también está el reto de llegar antes que el otro cuerpo de bomberos. La emoción y la adrenalina llegan a sus máximos niveles; ir dentro es como estar en una carrera de automóviles.

En tiempo récord, llegan al lugar del incidente. Evalúan la situación y, dependiendo de la gravedad, atienden a las víctimas en el mismo lugar o la trasladan a un centro hospitalario.

Un factor relevante es que la gente aún respeta la sirena de los bomberos. “No somos como la Policía Nacional Civil, que la usan muchas veces solo para pasar rápido cuando no tienen nada qué hacer; también hay ambulancias privadas que las usan cuando no se debe”, coinciden varios bomberos. De hecho, los tres cuerpos tienen la prohibición de usar la sirena cuando no hay emergencia.

Luego de una serie de peripecias, regresan a la estación, a la espera de otra llamada de alguien que los necesite.

Sobre los bomberos

El uniforme de rescate tiene un precio aproximado de Q40 mil: incluye saco, pantalón, botas, guantes, escafandra (protector de cara y cuello), casco y tanque de aire. Este equipo tiene un peso de 45 libras, que aumenta hasta ocho más cuando el traje absorbe agua.

El Cuerpo Voluntario de Bomberos cuenta con 134 compañías distribuidas en todo el país. Son más de 4 mil bomberos (545 de ellos permanentes). 

Los Bomberos Municipales tienen 9 estaciones en la capital y cuenta con más de 646 socorristas.

Rangos dentro de la institución de bomberos: se empieza con el grado de tercera clase, después sigue segunda y primera clase. Galonista 3, 2, 1. Oficial 3, 2, 1. Y culminan las categorías en Mayor 3, 2 y 1. Quien dirige una estación tiene el cargo de comandante. Quince años le lleva a una persona llegar a ser mayor uno, si pasa las evaluaciones en el tiempo establecido. Aunque todos pueden hacer el mismo trabajo, siempre dirigirá el grupo quien posea mayor rango.

Requisitos varían según la institución

  • Para el CBM, estudios a nivel diversificado, mayores de edad y 1.60 metros de estatura.
  • Para el CVB, 1.50 metros de estatura, de 18 a 40 años y pasar una prueba física y médica.
  • En la escuela de bomberos, un aspirante estudia de nueve a 10 meses. Después de graduado, si lo desea se especializa en alguna de las ramas: técnico de urgencias médicas, en rescate vehicular o en alturas.

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