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1972: terremoto destruye capital de Nicaragua 

El 23 de diciembre de 1972 un terremoto de 30 segundos y 6.2 grados en escala de Richter dejó en ruinas a Managua, Nicaragua. El seísmo, ocurrido a las 0 horas con 35 minutos, dejó 20 mil muertos, igual cifra de heridos y 280 mil damnificados.

Managua, Nicaragua, quedó devastada por el terremoto del 23/12/1972. (Foto: Hemeroteca PL)

Managua, Nicaragua, quedó devastada por el terremoto del 23/12/1972. (Foto: Hemeroteca PL)

“¡Dios mío!, ¿por qué nos ha pasado esto?”, decía repetidamente una mujer, que momentos después perdió la razón al enterarse de la muerte de toda su familia.


Casas y grandes edificios de la ciudad de Managua cedieron como secuencia de la mayor catástrofe sufrida por el pueblo nicaragüense.

Desgarradoras escenas de dolor fueron descritas por los sobrevivientes, quienes protagonizaron y presenciaron la más espantosa tragedia en sus vidas.

Los primeros movimientos, se sintieron a las cero horas y 29 minutos, por lo cual salieron huyendo en ropa de dormir.

Pero en pocos minutos, luego de haber traspasado las puertas de calle vieron como sus casas y paredes se venían abajo con gran estrépito.

Una pesadilla fue para los managüenses verse en la calle, con los ojos desorbitados, buscando a sus familiares.

Lo peor que pudo haber pasado luego del movimiento telúrico fue que unos enloquecieron, mientras otros se suicidaron al entrar desesperadamente a las casas en ruinas para tratar de poner a salvo a sus padres, hermanos o hijos en lugares donde nada se podía hacer. El fuego se extendió por el centro de la ciudad, como había sucedido hacía 42 años.

Dos guatemaltecos fueron testigos del suceso, pues pernoctaban en esta ciudad la noche de la tragedia.

Se trató de Mizrahí Padilla Guevara y Jorge Gaytán Lara, estudiantes, quienes viajaban rumbo a Costa Rica.

Padilla Guevara dijo en una entrevista que llegaron por la tarde a Managua donde se hospedaron y luego salieron por la noche a pasear por el centro.

En la ciudad se sentía un aire fresco, más bien con un poco de frío. Los comercios estaban adornados por la Navidad.

En las calles había cordones de luces de lado a lado de las casas.

“Nos fuimos al parque y allí nos encontramos con una concentración de un movimiento cristiano que hacía ayuno en demanda de la libertad de los presos políticos”, dijo Padilla.

Enloquecen

La tragedia fue de tal magnitud en el ánimo de los habitantes de la ciudad que muchos enloquecieron, según lo narraron sobrevivientes.

Muchas personas se aturdieron de tal manera que se trastornaron y desaparecieron sin dejar rastro.

Se supo de casos en que hombres y mujeres se suicidaron ante la imposibilidad de rescatar vivos a sus familiares.

Escenas de dolor

“¿Qué voy a hacer sin mi muchachito? ¿Qué les voy a decir a sus padres? dijo inconsolable Ana viuda de Marcos, abuela de Jacinto Noguera Castillo, de 11 años, quien pereció atrapado por una pared.

“Salimos corriendo y gritamos”, decía entre sollozos la señora. Y mi pobre Jacinto se quedó prensado por una puerta y yo quería sacarlo y no me dejaban ¡Dios mío!… Y se quedó mi criaturita, lo fuimos a enterrar, pero no lo creo señor ¡No puede ser no puede ser!”.

Horas de angustia

Las cero horas con 29 minutos del 23 de diciembre de 1972 marcaron para los centroamericanos uno de los desastres más grandes de la historia.

Managua sucumbió ante los embates de un tremendo terremoto. A esa hora la tranquilidad de la ciudad y de sus habitantes fue sacudida por el temblor que destruyó casi toda la ciudad.

Organizan comités

Pasadas las primeras horas del desastre las autoridades nicaragüenses, se dieron a la tarea de organizar un comité de emergencia para coordinar las actividades de socorro.

El general Anastasio Somoza, jefe de la Guardia Nacional de Nicaragua, asumió el mando de coordinador general del comité.

Mientras tanto, por las calles de Managua empezaron a verse caminar en forma desordenada y casi enloquecidos a niños y mujeres semidesnudos.

Ayuda guatemalteca

La Fuerza Aérea Guatemalteca (FAG) llegó a Managua gracias al llamado de auxilio de un radioaficionado nicaragüense que empezó a comunicarse con los demás países centroamericanos.

La FAG captó el mensaje de la tragedia y lo comunicó al ministro de la Defensa, quien de inmediato ordenó que todas las unidades aéreas hicieran el primer viaje hacia Managua.

A las 9 horas del 23 de diciembre de ese año la primera cuadrilla de aviones guatemaltecos C-47 partió hacia Nicaragua con alimentos, medicinas y todo aquello que pudiera servir de paliativo para la tragedia.

En ese primer vuelo solamente se permitió que un periodista acompañara a la cuadrilla.

El designado por el gobierno guatemalteco fue Jorge Aragón Hernández, reportero de Prensa Libre que tuvo la oportunidad de ver casi a las pocas horas del terremoto lo que había quedado de la gran ciudad.

Escasean gasolina y alimentos

“No hay gasolina, agua ni alimentos”, comprobó Aragón; “además, se sentía un calor sofocante”. Las cañerías se habían roto y no podía encontrarse por toda la ciudad ni un vaso de agua.

Los pilotos de la FAG, sudorosos y llenos de tierra, empezaron a recorrer los escombros para entablar comunicación con las autoridades nicaragüenses.

Somoza recibió a todas las delegaciones y ordenó que los aportes fueran a los sitios más necesitados, especialmente los hospitales.

Debido a que muchos edificios de Gobierno quedaron con daños, Somoza estableció un cuartel de operaciones en su residencia de El Retiro, donde recibió a la delegación guatemalteca.

Llegan presidentes

Carlos Arana Osorio, presidente de Guatemala, se dirigió de inmediato a Nicaragua para presentar sus condolencias a Somoza.

Horas más tarde se reunieron en ese mismo lugar los presidentes de El Salvador y Costa Rica para establecer un puente directo y abrir sus fronteras para el libre flujo de ayuda.

El mandatario de Honduras, Oswaldo López Arellano, ordenó que la frontera entre El Salvador y Honduras fuera abierta para que fluyera ayuda hacia Nicaragua. Así desapareció el conflicto que las había mantenido cerradas por tres años. La tragedia logró limar asperezas entre los gobiernos de El Salvador y Honduras.

El presidente de El Salvador, Arturo Molina, nombró al agregado militar de su país en Nicaragua, Carlos Figueroa, como su representante y coordinador de las actividades de salvamento. También ofreció hospitales para trasladar a los heridos hacia ese país. De esa manera, los aviones de la Fuerza Aérea de El Salvador empezaron a transportar heridos y niños.

Los primeros periodistas centroamericanos que lograron llegar hasta la ciudad destruida establecieron su campo de operaciones en los edificios de sus respectivas embajadas.

El edificio de la embajada de Guatemala estaba a punto de derrumbarse. Un reloj de pared marcaba la hora fatídica: las cero horas y 29 minutos del fatal 23 de diciembre de 1972.

Los periodistas empezaron a recorrer las calles, encontrándose a cada momento con grandes de- rrumbes. Los niños lloraban en las calles en busca de sus padres o de un pariente.

Con ayuda de los socorristas de la Cruz Roja los niños fueron reunidos en un sitio improvisado y más tarde trasladados a otros países.

En Guatemala fueron trasladados al centro asistencial Rafael Ayau, donde pasado un mes de la tragedia los pequeños quedaron a la disposición de personas que desearan adoptarlos, pues habían quedado en la orfandad.

Uno de los edificios más afectados fue el Hotel Balmoral, de reciente inauguración, donde perecieron más de doscientas personas, entre huéspedes y empleados.

Se dijo que en este hotel habían muerto los integrantes del grupo musical Los Galos, los cuales estuvieron en Guatemala y se encontraban en Ma-nagua para una serie de presen- taciones con motivo de las festividades de Navidad y Año Nuevo.

A criterio de Somoza, era necesario buscar otro lugar que ofreciera mejores. garantías, ya que la ciudad estaba construida entre unos trece volcanes, lo que lógicamente representaba un constante peligro.

Lo que quedaba de Managua no era más que tierra, trozos de tablas, humo, hambre, desolación y miseria, calles agrietadas. En resumen, ¡nada!

Desolación

Caía la tarde. Un denso manto de humo se tendía sobre la zona central de Managua. La noche se aproximaba con presagios de frío. El movimiento en las calles disminuía; solo caminaban los elementos de la seguridad pública, que obligaban a los transeúntes a retirarse del lugar.

En el sector comercial los grandes edificios parecían venirse al suelo de un momento a otro. El silencio se hacía profundo. Era la noche del 24 de diciembre. Mientras en otras ciudades de Centroamérica la gente se aprestaba a celebrar la Nochebuena, en esta capital todo era melancolía.

Un viento frío empezó a azotar a eso de a las 19 horas. Arriba en los edificios altos se balanceaban con el viento vigas de concreto que no habían caído. Solo se oía el ruido de las cortinas de metal entrechocando. Era más tétrico el ambiente con el silbido del viento colándose en las ventanas abiertas.

Bomberos guatemaltecos

La segunda delegación de bomberos municipales viajó a Managua para remplazar a sus colegas que trabajaban desde el 24 en la zona afectada por la tragedia.

El envío de ese segundo contingente fue parte de la ayuda dispuesta por la municipalidad capitalina, que también mantuvo el único canal directo de comunicación entre Guatemala y Managua utilizado por centenares de personas que deseaban saber del paradero de sus familiares.

Aproximadamente 60 mil personas aportaron víveres, ropa o dinero para los damnificados de Managua, dijeron miembros del comité nacional de emergencia.

Desde que en Guatemala se tuvo noticia de la tragedia, el ministro de la Defensa de entonces, Kjell Laugerud García, dijo que el presidente Arana Osorio lo había llamado por teléfono para indicarle que desde ese momento la Cruz Roja Guatemalteca se haría cargo de la recolección de víveres, medicinas y dinero.

Niños nicaragüenses

Los primeros 36 niños procedentes del Hospital Infantil de Managua llegaron a Guatemala en un avión de la FAG.

Los infantes fueron inicialmente hospedados en el Hogar Rafael Ayau, pero como su edad era menor de los 7 años, fueron llevados posteriormente al hogar temporal Elisa Martínez.

Sobrevivientes del terremoto narraron la horrible experiencia sufrida en los momentos culminantes del desastre.

“Conseguimos ponernos a salvo porque desde el primer temblor les grité a mis hijos que salieran”, dijo Benigna López de Mayorga, una anciana minusválida.

“¿En dónde se encontraba usted a la hora del primer temblor?” “Estaba en la academia durmiendo. Cuando sucedió la primera sacudida, nos ordenaron ir al almacén a buscar ropa, traer las armas y tratar de establecer el orden en la ciudad”, dijo un oficial del Ejército.

“Tengo 48 horas sin probar alimento y me han ordenado no moverme de esta esquina. A cinco cuadras vive mi familia y no me he podido mover de aquí para saber cómo están. Las órdenes son terminantes y si me muevo de aquí, me matan. Mi compañero que dormía en la cama vecina fue aplastado por una pared”, indicó.

Sin agua

“No me pregunten nada, por favor. Tengo 24 horas sin tomar agua. Si ustedes la tienen demen algo para beber”, dijo un agente a un reportero.

“Sacamos nuestras cantimploras y al sonido del agua llegaron 8 policías más a tomarla”, dijo.

En la central de la Policía popularmente llamada El Hormiguero, un agente dijo que a pesar de los esfuerzos que hicieron, murieron de 20 a 30 presos y 13 agentes.

Únicamente se confirmó oficialmente la muerte del guatemalteco Roberto Salazar, originario de San Juan Comalapa, Chimaltenango, que laboraba en una empresa de transportes.

La Nicaragua del futuro

El 27 de diciembre 1972 la pregunta era en dónde se edificaría la nueva Managua, por lo cual surgieron los nombres del posible asiento: Estelí, Boaco y León.

¿Dónde será en Nicaragua la capital del futuro? era la incógnita de algunos periodistas.

En opinión de los expertos, los criterios se dividieron. Unos en favor de que la ciudad resurgiera donde estuvo; otros, que debería trasladarse a un sitio más seguro.

Una nueva Managua, construida en el mismo sitio donde ocurrió el fenómeno natural, habría costado no menos de US$1 mil 200 millones, según técnicos especializados en urbanismo.

Los cálculos indicaron que se habrían necesitado US$800 millones para construir edificios del Gobierno, zonas residenciales y colonias para las clases media y popular.

Finalmente, la nueva Managua resurgió en el mismo lugar, pero no pudo ser reconstruida en su totalidad.

Las horas de angustia en Managua, Nicaragua. (Video, tomado de Youtube)

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