“Es una mejoría y beneficio espectacular para el paciente quemado, tanto a nivel estético, como de tiempo de hospitalización, calidad cutánea, menor pérdida de sangre y descenso de cirugías para las secuelas” , ha detallado a Efe este cirujano plástico.
Las Unidades de Grandes Quemados españolas se han ido sumando a la nueva técnica desde su aprobación en el país en 2015.
En el proceso de aplicación las enfermeras son las verdaderas protagonistas, que se encargan de administrar la sustancia en forma de crema sobre las quemaduras y que la retiran cuatro horas después para someter al paciente a una cura húmeda y retirar los restos de piel afectada.
Pero la bromelaína no es un tratamiento curativo por sí mismo, incide el cirujano, sino que prepara un lecho para curarlo de otra manera: bien favoreciendo la regeneración de la propia piel, o bien mediante injertos en las zonas más afectadas donde ya no queda dermis.
tradicionalmente el desbridamiento en quemados se realizaba con el dermatomo, un instrumento quirúrgico provisto de una cuchilla para retirar la piel quemada.
Para Monclús, este procedimiento clásico que lleva utilizándose desde los años 70 del siglo pasado, tiene una clara desventaja: para llevarte la piel quemada tienes que llevarte la sana, se hace una especie de tabla rasa.
Sin embargo, la bromelaína es selectiva, “lo que está muerto se lo come y todo lo demás lo deja” , algo que fomenta la regeneración de los propios tejidos cutáneos.
El uso de este producto derivado del tallo de la piña y desarrollado en un laboratorio israelí, comienza a abrirse camino en países de América Latina, que ya están en proceso de unirse a los que lo han aprobado, como Israel y la mayoría de países de Europa, donde España ha sido pionera en su uso junto a Alemania e Italia.