Internacional

Crimen organizado acecha a Ciudad de México, antaño inmune al narco

La cosmopolita Ciudad de México, considerada oasis de tranquilidad frente a la violencia que golpea varias zonas del país, experimenta un histórico incremento del crimen que sus autoridades insisten en negar, pero que analistas exigen reconocer para combatir.

La megaurbe, donde viven más de 20 millones de personas sumando su zona metropolitana, presume de su vida cultural vibrante, su riqueza histórica y ser un bastión liberal con matrimonio igualitario y despenalización del aborto.
 
La intensa vida nocturna de barrios como Condesa, Roma o Polanco, con lujosos restaurantes, boutiques y bares de moda, llevó a medios internacionales como Vice a calificarla como la nueva Berlín o a encabezar en el 2016 la lista de 52 lugares que visitar del New York Times.
 
Para sus residentes, agobiados en los 90 por la delincuencia común, su mayor virtud es ser ajenos a la violencia extrema que sacude a otras regiones del país golpeadas por el narcotráfico.
 
Pero cifras oficiales e inéditos hechos de violencia en las últimas semanas ensombrecen el panorama, como una balacera entre militares y narcotraficantes y bloqueos de calles en el extremo sur, lejos de la sofisticada zona central, pero ya en territorio capitalino.
 
Es un problema que hemos visto en todo México desde hace muchos años (…) pero en Ciudad de México como que todo era Disneylandia, dice a la  AFP  Santiago Roel, experto en seguridad y director de la organización Semáforo Delictivo.
 
El 2017 se perfila como el año más violento desde que empezó el registro en 1997, con 621 asesinatos hasta julio, según datos del gobierno federal.
 
La información oficial escasea, pero investigaciones privadas enumeran al menos 10 mafias, algunas con alcance internacional, operando en la ciudad, en el tráfico a pequeña escala principalmente.
 
 

Cárteles en la ciudad

 
Es el mercado más grande del país, concentra el 21 por ciento de la población y es la zona con mayor ingreso económico. Sobre todo es un punto de venta, explica Víctor Sánchez, de la oenegé Causa en Común.
 
Sánchez sostiene que grupos mermados en otros estados como la Familia Michoacana y pujantes como el cartel Jalisco Nueva Generación tienen presencia en amplios sectores de la capital.
 
También ha detectado actividad de los Zetas, los Caballeros Templarios, los grupos de Sinaloa, el Golfo, Guerreros Unidos y Beltrán Leyva, además de los locales Unión Tepito y Tláhuac.
 
Secuestro, extorsión, piratería y trata de blancas completan sus actividades criminales.
 
Cinco (bandas) tienen características para ser consideradas cártel en su acepción económica, es decir, un conjunto de organizaciones que coordinan sus actividades para obtener rentas mayores, precisa Sánchez.
 
La promesa de rápidas ganancias tienta además desde policías hasta familias completas que se emplean en el narcomenudeo, alimentando una poderosa economía informal que corroe el tejido social y a las autoridades.
 
Una muestra del fenómeno explotó hace un mes en el rostro de los capitalinos, cuando calles del sur se transformaron en zona de guerra, con cientos de militares desplegados para abatir a Felipe de Jesús Pérez, alias El Ojos, capo del grupo de Tláhuac, que controla la venta local de drogas.
 
La sorpresa se hizo pasmo cuando decenas de individuos, muchos trabajadores informales de la zona, bloquearon calles y quemaron vehículos para obstaculizar el operativo. Días después, en el funeral del criminal, cientos lo vitorearon.
 

   Con plata o plomo

 
Para el investigador Gustavo Fondevila, el que ciudadanos salgan a dar cara por una mafia emparenta esta problemática capitalina con la de grandes bandas del resto del país y el mundo.
 
Alcanzan semejante grado de influencia porque se aprovechan de los resquicios del Estado, funcionan como un pequeño Estado, destacó el académico del Centro de Investigación y Docencia Económicas.
 
Aunque las bandas usualmente pactan con sus pares y autoridades locales para delimitar territorios, preservando temporariamente la paz, en ocasiones rompen y la violencia estalla.
 
Algo le falló al Ojos, o le faltó plata o le sobró plomo, pero a alguien molestó y tuvo que haber una intervención, estima Roel.
 
El Ojos tuvo incluso familiares en el gobierno de Tláhuac, evidenciando la filtración de instituciones.
 
Pero el alcalde capitalino Miguel Mancera rechaza enérgico que se trate de crimen organizado.
 
Lo secunda José Espina, presidente de la comisión de seguridad del Legislativo local, quien describe al grupo de Tláhuac como un fenómeno familiar, una banda de narcomenudistas sin mayor repercusión en otros lugares del país.
 
Para combatirlos, expertos proponen desde trabajo de inteligencia hasta legalizar las drogas, eliminando el mercado negro origen de la corrupción.
 
Pero primero, urge reconocer el problema. La idea de que no hay crimen organizado es querer tapar el sol con un dedo, advierte Fondevila.

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