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¿En verdad llegará a funcionar el reciclaje del plástico?

En muchos lugares solo se reciclan las botellas y los envases de plástico etiquetados con ciertos números, pero gran parte del resto termina en los basureros o contaminando las aguas y las playas de todo el mundo.

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(Foto: freepik.es)

(Foto: freepik.es)

Jan Dell es una coleccionista, pero no de arte ni de muñecos de acción, sino de lo que ella llama “recipientes de plástico malo”. Es una conocedora y quiere tener un ejemplar de todo: sus muestras incluyen tapas de latas de avena, vasos de locales de comida rápida, limpiadores envueltos en etiquetas termoencogibles y muchos, pero muchos sobres de Amazon. Cada una de estas muestras tiene los conocidos símbolos de reciclaje representados con un triángulo de flechas; Dell no cree que ninguna de estas cosas sea reciclada jamás.

Desde 2018, cuando renunció a su trabajo como ingeniera química, Dell ha dirigido desde su casa en las colinas del condado de Orange, California, una organización de una sola mujer sin fines de lucro llamada Last Beach Cleanup. Su obsesiva labor para acabar con lo que llama “el mito del reciclaje” ha dado origen a un acuerdo legal que obliga a Coca-Cola, Clorox y otras empresas a modificar algunas de sus etiquetas de reciclaje.

Dell también encabezó un comité asesor que impulsó una ley histórica de etiquetado verídico en California. Con vigencia a partir del otoño de 2025, esa ley prohibirá a las empresas colocar los símbolos de reciclaje en los productos que no se reciclan mucho en el estado. Los envases de yogur podrían estar entre ellos, al igual que las bolsas de alimento para bebé, los recipientes de comida para llevar, así como las tapas de los vasos para café.

En muchos lugares del país, solo es seguro que se reciclen las botellas y los envases de plástico etiquetados con los números 1 o 2 (como los que se usan para el refresco, la leche y el detergente). Gran parte del resto termina en los basureros o contaminando las aguas y las playas de todo el mundo. Naciones Unidas calcula que los seres humanos producen 400 millones de toneladas de desechos plásticos al año.

Aunque el etiquetado preciso podría parecer una respuesta insignificante a esta ofensiva, Dell sostiene que es una de las maneras más eficaces de reducir el desperdicio. Más de una tercera parte del plástico del mundo se usa para empaques. Y muchos de los principales fabricantes de bienes de consumo han prometido que sus empaques serán un 100 por ciento reciclables, reutilizables o biodegradables para 2025. Dell tiene la esperanza de que, si las empresas tienen que reconocer que no están cumpliendo con esos requisitos, cambiarán a materiales más sustentables. “Cuando admitan plenamente que lo que venden es basura de plástico, esto las motivará a implementar cambios”, comentó.

Muchos fabricantes que no quieren renunciar a este material barato, duradero y versátil, lo ven de manera diferente. Ellos alegan que el enfoque no debería estar en lo que en la actualidad no se recicla, sino en lo que podría reciclarse, si se destinara el dinero suficiente a educar a los consumidores y a ampliar la infraestructura.

Así que la ley de etiquetado de California también está arrojando luz sobre una pregunta más importante: cuando se trata de empaques sustentables, ¿cómo se vería el avance?, ¿como inversión en hacer más plástico reciclable, o en crear alternativas al plástico?

El gran debate del etiquetado

El símbolo de reciclaje que ahora es tan conocido, representado con un triángulo de flechas, proliferó a fines de la década de 1980 y principios de la de 1990, cuando la industria de los plásticos negoció exitosamente con casi 40 estados para que este fuera requisito en la mayoría de los productos de plástico. Según una investigación de NPR y “Frontline”, esta industria sabía que la mayor parte del plástico no sería reciclado. La industria afirma que los números solo estaban destinados a ayudar a los recicladores a clasificar los diferentes tipos de plástico, pero las flechas que estaban a su alrededor se convirtieron para el consumidor en un indicador fáctico, aunque engañoso, de que el producto podía ser reciclado.

En los últimos años, las medidas financiadas por esta industria han desarrollado nuevos tipos de etiquetado. How2Recycle, el cual está financiado por las cuotas de membresía de gigantes de la fabricación como Walmart, Procter & Gamble, Target y Amazon, crea etiquetas empleadas por más de una tercera parte de la industria de los bienes de consumo empaquetados. Esas etiquetas ofrecen orientación con respecto a si el empaque es reciclable y, si lo es, dan instrucciones de cómo prepararlo, por ejemplo: “Enjuague y remplace la tapa”.

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How2Recycle afirma que está ayudando a que los consumidores reciclen de un modo más eficiente. Pero Dell y otras personas señalan que algunas de las etiquetas de la organización le hacen creer a la gente que ciertos plásticos pueden volver a procesarse cuando esto no es verdad.

El material que más representa este argumento es el polipropileno, el plástico marcado con un número 5 y que a menudo se usa para los envases de yogur y los recipientes de margarina. Hace tres años, How2Recycle bajó de categoría su etiqueta de polipropileno y les dijo a los consumidores que no se reciclaba en todas las comunidades. Luego, el verano pasado, volvió a cambiar la etiqueta a “muy reciclable”.

La decisión de revertir la denominación llegó después de que The Recycling Partnership, otro grupo financiado por la industria, proporcionó 6,7 millones de dólares a los centros de reciclaje para que ampliaran su aceptación y clasificación del polipropileno. Este grupo calcula que ahora más de la mitad de los centros de reciclaje en Estados Unidos reciben y clasifican ese material.

Paul Nowak, director ejecutivo de la empresa matriz de How2Recycle, considera que esto es una historia de éxito. “Esto demuestra que el programa está funcionando porque rebajamos la categoría y luego la industria se puso a trabajar y comenzó a hacer subvenciones y a reconstruir su sistema”, comentó.

Pero Dell afirma que, aunque más centros reciban el polipropileno, eso no significa que lo estén vendiendo para que vuelva a procesarse y reutilizarse; lo más probable es que se vaya a los vertederos o al extranjero. La Agencia de Protección Ambiental (EPA, por su sigla en inglés) calcula que, en 2018, solo se volvió a procesar el 2,7 por ciento de los envases y empaques de polipropileno. The Recycling Partnership afirma que su inversión, que ahora ha crecido a 10,3 millones de dólares, podría aumentar 19 millones de kilogramos anuales a esa cantidad, pero eso solo sigue siendo más o menos el uno por ciento del polipropileno producido para los recipientes y empaques en Estados Unidos.

Parte del debate es lo que esto implica para el reciclaje. En un memorando reciente, la EPA recomendó que los materiales solo se comercialicen como reciclables si tienen un “mercado final sólido”, lo que significa que se venden a un precio mayor de lo que costaría solo desecharlos. Según la agencia, el símbolo del triángulo de flechas “no representa con precisión la capacidad de ser reciclado, ya que muchos plásticos (sobre todo del 3 al 7) no tienen mercados finales y su reciclaje no es viable en términos financieros”. Sin embargo, la agencia no consideró que una cantidad cada vez mayor de centros de reciclaje están aceptando el polipropileno.

Judith Enck, una exfuncionaria de la EPA y fundadora de Beyond Plastics, señala que, aunque los centros de reciclaje puedan recibir todo tipo de plásticos, es otra cosa clasificar la gran cantidad de tipos que existen y luego limpiar y reelaborar cada uno como materiales nuevos. Contrario a lo que afirma la industria del plástico, Enck sostiene que no hay suma de dinero que pueda ampliar de manera significativa el reciclaje del plástico más allá de las botellas y los envases marcados con los números 1 y 2. “El reciclaje de plásticos solo existe en la mente de las agencias de relaciones públicas que promueven los plásticos”, enfatizó.

‘Podemos lograr esos avances’

Según la nueva ley de etiquetado verídico de California, el polipropileno —y todos los demás plásticos— solo se considerarán reciclables si se cumplen dos condiciones: que el 60 por ciento de los californianos tengan acceso a un reciclador que reciba y clasifique el material y que el 60 por ciento de los recicladores del estado tengan acceso a un centro que lo vuelva a procesar.

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El Departamento de Reciclaje y Recuperación de Recursos de California, o CalRecycle, ahora está estudiando qué materiales recogen los recicladores y dónde terminan. Cuando la agencia publique sus hallazgos el próximo año, las empresas tendrán 18 meses para cambiar sus etiquetas. Los fabricantes de empaques de un solo uso y de productos para servicios de alimentos de un solo uso, como vasos y utensilios, también enfrentarán presiones por parte de la nueva ley ampliada de responsabilidad del productor de California, la cual les da hasta el año 2032 para que sus productos se vuelvan reciclables o biodegradables.

Debido a que California representa una parte tan grande de la economía de Estados Unidos, el impacto combinado de estas leyes tal vez se sienta en todo el país, comentó Heidi Sanborn, quien fuera presidenta de la comisión de reciclaje que las promovió. Las empresas “ya están llamando a los fabricantes de empaques y hablando con ellos para decirles: ‘Chispas, no creo que el número 6 vaya a seguir funcionando’”, señaló. “Y no van a hacer eso solo para California”.

Desde luego, la industria del plástico podría combatir los hallazgos de CalRecycle; pero si la ley de California funciona como Dell espera, los fabricantes se verán obligados a cambiar a materiales que sean reutilizables o en verdad reciclables, conluyó Sanborn.