“Nunca se ha dado por vencido, para él no hay nada imposible”, expresa Jorge Alberto Carbajal, de 62 años, el padre de Jorge, quien le ayuda en una tienda de abarrotes en el mercado popular de Choluteca, 100 km al sur de Tegucigalpa.
Su historia es una de decenas de hondureños que lograron salir adelante después de ser mutilados en el trayecto migratorio, gracias al proyecto de la Fundación Vida Nueva, apoyado por la Cruz Roja Internacional para dotar de prótesis a emigrantes que sufren mutilaciones cuando intentan abordar el tren en México.
Las ruedas del tren
A sus 17 años, este joven de tez blanca, cabello crespo, de mediana estatura, con ojos vivaces, subió a la “Bestia” en un recorrido que hacen cada año miles de centroamericanos y mexicanos que buscan llegar a Estados Unidos.
Cuando Jorge se lanzó para subir al tren, cayó entre los rieles y le pasaron por encima las ruedas del tren. Sobrevivió de milagro gracias a tres amigos y otras dos personas que lo auxiliaron con torniquetes después de perder el brazo izquierdo, la pierna derecha, y el dedo meñique de la mano derecha.
Sus amigos le ayudaron a llegar a un hospital donde le salvaron la vida, cuenta.
“Todos los días me levanto a correr 20 minutos antes de abrir el negocio”, dice el estudiante de Ciencias Sociales de la Universidad Pedagógica que, además de atender la tienda de su padre, tiene una venta de jugos de frutas en un colegio de la ciudad.
De los integrantes que perdió, “la pierna es la que más me hace falta, me resta velocidad”, lamenta. También reconoce sus limitaciones de no poder cargar en su negocio más de 50 libras de maíz, frijoles o arroz.
Walter Aguilar, de 33 años, un salvadoreño que se especializó en la fabricación de prótesis de polipropileno, le da mantenimiento a la pierna y brazo artificiales de Jorge y de otras personas beneficiadas con el programa de la Fundación Vida Nueva.
Aguilar, quien perdió su pierna derecha en un accidente de tránsito en 2001, se capacitó para ayudar a otras personas a caminar.
Prótesis y ayuda psicológica
La directora de la fundación, Reina Estrada, calcula que desde el 2011 han atendido a más de 200 personas mutiladas por el tren en México, con aportes de la Cruz Roja Internacional, que dona las prótesis valoradas entre 800 y 1.100 dólares.
Además, la fundación presta atención psicológica a los afectados que quedan con daños emocionales.
La psicóloga del centro, Hellen Briceño, explicó que el primer tratamiento se orienta a evitar que los mutilados comiencen a presentar tendencias suicidas, porque pasan por un proceso de duelo al perder una parte de su cuerpo.
“Tienen que poner mucho de su parte porque muchos hasta sueñan que aún tienen la pierna o el brazo” que perdieron, explicó.
Jorge Carbajal considera que, pese a los riesgos que conlleva el viaje, muchos lo hacen por las condiciones que vive la juventud en Honduras a causa de la falta de oportunidades y la violencia pandillera en las comunidades.
A su juicio, ni las campañas disuasivas ni las políticas antiinmigratorias de Estados Unidos van a contener el deseo de muchos hondureños de buscar el “sueño americano”.
Él mismo participó en una campaña en las escuelas y colegios de Choluteca para disuadir a los jóvenes de buscar la ruta migratoria.
El estatal Foro Nacional para las Migraciones documentó que en los primeros siete meses del 2017 murieron 232 emigrantes en la travesía, 17 por ciento más que en el 2016 cuando fueron 204.
En Estados Unidos viven más de un millón de hondureños, quienes el año pasado enviaron remesas por cerca de US$4 mil millones, equivalentes a 18 por cientodel Producto Interno Bruto (PIB) de Honduras.
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