Internacional

Limpiadores de orejas, peculiar profesión de la India

Fácilmente identificables por su ajustado gorro rojo y su manta al hombro, decenas de limpiadores de orejas profesionales desafían el paso del tiempo en las calles indias, donde escarban sin pudor en oídos ajenos para ganarse el pan con una profesión en decadencia y poco agradecida.

Mohammed Haneez introduce una fina barra metálica en el oído de un hombre de cara preocupada, la gira repetidamente y, pasados apenas dos minutos, extrae un enorme tapón de cera que muestra con orgullo a su cliente en un céntrico bazar de Nueva Delhi.

Como únicos utensilios dos palitos metálicos, que lleva sobresaliendo de su gorro para poder sacarlos con rapidez. En un pequeño zurrón bajo la manta: algodón, “medicina” y aceite de mostaza para reblandecer la cera.

Cada día a las 8 hora local, Haneez acude al mismo mercado del bullicioso Connaught Place y limpia los oídos de entre 10 y 15 clientes por un mínimo de unos US$0.80 cada servicio, que subirá al menos el doble si tiene que utilizar “medicina” para sacar algún tapón de cera, explicó.

Tras una jornada de 11 horas y con unas US$7.80 en el bolsillo, este musulmán de 40 años abordará el metro para regresar a la casa que comparte en el noreste de la ciudad con su madre, mujer, tres hermanos, cuñadas y 13 sobrinos.

“Observábamos como lo hacía nuestro padre y así aprendimos. Íbamos con él cuando iba a trabajar”, indicó Haneez sobre cómo él y sus hermanos se unieron hace 25 años a una tradición familiar que se remonta a su “bisabuelo”.

Los “kanmailias”

De los vocablos en hindi “kan”, oreja, y “mail”, suciedad, el nombre designa a una comunidad de musulmanes suníes especializada en limpiar oídos con “métodos autóctonos” y residente en Delhi y el vecino estado de Uttar Pradesh, de acuerdo con la “Enciclopedia de los musulmanes del mundo: tribus, castas y comunidades”.

Frente a una emblemática sala de cine en la zona antigua de la ciudad, Mohammed Shakir y Mohammed Zakir, también musulmanes, despachan una oreja tras otra.

“A algunos se les rompe el tímpano y también los curamos”, manifestó Zakir, de 40 años, que asegura haber sanado a la esposa del tendero del otro de la calle incluso después de que los médicos la diesen por perdida.

Tras probar por primera vez el servicio, el profesor Mohammed Anwar se muestra lo suficientemente satisfecho como para rechazar las advertencias de los otorrinos sobre los peligros de acudir a un “kaan saaf karne walah”, como se conoce localmente a los limpiadores de orejas.

A pesar de que estos trabajadores callejeros carecen de “certificado”, el walah introdujo la aguja “con mucho cuidado” y extrajo una gran cantidad de cera, dijo el joven, aquejado de pérdida de audición en el oído derecho.

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