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Cómo la curiosidad de una niña de 8 años llevó al descubrimiento de la Cueva de Altamira

Con un <em>doodle </em>dedicado a una de las famosas estampas de la cueva de Altamira, España, Google hace un homenaje a los 139 años del descubrimiento hecho gracias a la curiosidad de una niña de 8 años, hija de un paleontólogo. 

Fue María, la hija de 8 años de Marcelino Sanz de Sautuola, quien atraída por su curiosidad se adentró a la caverna que guarda uno de los mejores vestigios de las primeras obras artísticas de nuestros antepasados, la cueva de Altamira, en Cantabria, España.

“La cavidad, considerada la Capilla Sixtina del arte cuaternario, se halla en la localidad Santillana del Mar (Cantabria), a tan solo dos kilómetros de su núcleo urbano. Nuestros antecesores vivieron en ella hasta hace 13 mil años, cuando un derrumbe selló su entrada”, publica el diario El Mundo. 

Según varios relatos, fue un cazador quien en 1868 buscaba por esas regiones a su perro, que había quedado atrapado en una serie de cavernas. Sin ponerle mayor importancia al lugar, se retiró, pero le comentó el descubrimiento a Sanz de Sautuola, quien se considera el verdadero pionero de la caverna, pertenenciente al período paleolítico, una de las eras más largas de la historia, que se remonta desde hace unos 2.8 millones de años hasta hace aproximadamente 12 mil años.

Sin embargo, fue María, la niña de 8 años que, mientras su padre inspeccionaba el exterior de la cueva en su segunda visita, corrió hasta sus adentros y descubrió, el 24 de septiembre de 1875, las enormes pinturas rupestres, entre las que resaltaba la del bisonte.

Esta joya del arte prehistórico, declarada Patrimonio de la Humanidad por las Naciones Unidas en el 2008 junto a otras grutas, guarda imágenes pictóricas que muestran escenas de cacería prehistóricas y que aún no está del todo claro cómo las figuras fueron plasmadas en la cueva, resaltando los grabados policromados de animales de caza, como tampoco las razones por las que fueron hechos.

La cavidad mide unos 270 metros de profundidad y presenta tres ambientes. En uno de ellos se encuentra la mayoría de las obras tanto en el techo como en las paredes, pero también se guardan vestigios como restos de comida y formas de cocinar de nuestros antepasados.

Estudios recientes han arrojado que para obtener los escasas tonalidades de las obras, los antepasados pudieron haber utilizado carbón y óxido de hierro disuelto en agua, aplicándolo con las manos, objetos utilizados a manera de pincel o incluso expulsando las mezclas con la boca.

De acuerdo con el artículo de El Mundo, la cueva afronta en la actualidad bastante deterioro, por lo que sólo unas cinco personas, elegidas por sorteos, son las afortunadas de ingresar a la gruta por cerca de media hora cada semana.

Sin embargo, en las instalaciones del Museo de Altamira, siempre en ese complejo, se ha creado una réplica fiel de la cueva.

 

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ESCRITO POR:

William Oliva

Periodista de Prensa Libre especializado en Actualidad Internacional y Periodismo Digital con 15 años de experiencia.