Córdoba (España), 4 sep (EFE).- Cuando en el Teléfono de la Esperanza de España se recibe una llamada sobre suicidio, la persona que la realiza no quiere dejar de vivir, sino dejar de sufrir, buscar una salida al sufrimiento que por alguna causa está padeciendo.
Josefina Santos y Jesús Lázaro son dos de las personas voluntarias de este servicio telefónico de ayuda, donde se atendieron durante el año pasado 4.935 llamadas sobre este asunto, un 55 por ciento más que en el 2019.
Santos es médica y responsable de esta organización de voluntariado y acción social en Córdoba (sur español) y achaca este aumento a “un cúmulo del confinamiento y todo lo que estamos pasando” por la pandemia de la covid-19.
Esto ha provocado que se hayan “incrementado los problemas emocionales a nivel general, tanto personales como relacionales”, añade.
Lázaro, que es psicólogo, aclara que el hecho de que se haya dado un alza tan significativa en las llamadas de ese tipo no tiene que haber influido en un posible aumento de casos de muerte por voluntad propia.
Basado en las estadísticas de años atrás, Lázaro afirma que el “incremento de llamadas de ideación suicida no quiere decir que se traduzca en conductas suicidas”, por lo que “la persona realmente no quiere morir, lo que quiere es dejar de sufrir y busca en el suicidio la salida a ese sufrimiento”.
Así lo entiende también Santos, para quien “la persona que tiene ideación de algo suicida no es porque quiere dejar de vivir, sino porque está sufriendo tanto que lo que quiere es poner fin a su vida para dejar de sufrir”.
LA PANDEMIA INCREMENTA EL RIESGO
En opinión del psicólogo, con la situación pandémica “se han exacerbado las personas que tenían antecedentes previos, por el aislamiento, por la falta de recursos, por sus creencias previas, entonces el aislarse ha incrementado la depresión”.
El Teléfono de la Esperanza prepara el Día Internacional de la Prevención del Suicidio (10 de septiembre) con la idea de que “la pandemia ha incrementado significativamente los factores de riesgo asociados a la conducta suicida, por lo que la prevención es más necesaria que nunca”.
“Nosotros hacemos una intervención en crisis, digamos que es un primer choque, un primer freno a la ideación” del suicidio, dice Jesús Lázaro.
“Si nos llaman, intentamos que la persona verbalice lo que le pasa y, a través de la escucha activa, intentamos que se desahogue, que ventile sus emociones y luego vemos dónde ponemos esas razones para vivir, si hay alternativas o bien ayudarle a que las encuentre”, explica.
En caso de que no sea así, “podemos darle alguna alternativa -prosigue-, de tal manera que vea que el suicidio no es la solución”.
BUSCAR ALTERNATIVAS
Durante el tiempo necesario, porque la llamada al Teléfono de la Esperanza no tiene límite de duración, los voluntarios intentan que la otra personas se vaya calmando hasta que consiga ‘razonar’ y no recurra ya al suicidio como la solución a su problema.
Es “una primera barrera de contención”, aunque “no quiere decir que solucionemos los problemas, ni mucho menos, pero actuamos para que ese momento lo posponga”, según Lázaro.
A juicio de Santos, lo que anima a una persona que tiene una idea suicida o que tiene tomada la decisión de quitarse la vida a marcar el número del Teléfono de la Esperanza es compañía o el alivio de su sufrimiento.
Una de las ventajas es que se trata de una llamada totalmente anónima, “como una llave a la esperanza para no llegar a donde están pensando llegar”, concluye. EFE