CATALEJO

Al respecto del burdo “madurazo”

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Así como en Guatemala Serrano dio su “serranazo” al anular la Constitución y el Congreso, en Venezuela Maduro hizo el viernes pasado su propio “madurazo”. Se parecen en constituir una acción cuyo objetivo es centrar en una persona todo el poder del Estado. En el segundo caso, la principal diferencia consiste en constituir la decisión de un jefe de Estado de desenmascararse como un virtual monarca absoluto, aunque ello signifique romper con leyes e instituciones fabricadas por su antecesor, Hugo Chávez. Desde su muerte, la aplicación de estas comenzaron a significar derrotas y retrocesos para el oficialismo, pero lo peor fue la integración de una Asamblea con mayoría opositora. Se evidenció la urgencia de borrarla de un plumazo, vía alguna institución integrada por lacayos.

La medida puede ser interpretada como una muestra de desesperación ante la seria posibilidad de una derrota en las urnas, producto de la creciente impopularidad del régimen y del mismo Maduro. El Tribunal Supremo de Justicia usurpó las funciones de la Asamblea Nacional (Congreso). Ante ello, la Fiscal General denuncia el hecho como violatorio a la Constitución, y esto podría evidenciar una grave ruptura interna dentro del régimen madurista, sin independencia de poderes, pero los escépticos la consideran una astuta maniobra para dar la imagen de esa dependencia cuando el secretario general de la Organización de Estados Americanos ha comenzado a actuar en serio respecto al caso venezolano y por ello busca la aplicación de las sanciones previstas en las reglas de esa entidad.

A mi juicio, esta segunda opción debe ser considerada, porque la fiscal fue muy cercana a Chávez. También se debe conocer cuántas de las decisiones de Maduro se desmoronan, porque si solo ocurre con la disolución de la Asamblea, se puede pensar en un plan para exigir lo imposible, luego en apariencia retroceder y quedarse con más poder. Solo si la medida fuera real, ese retroceso significaría una derrota para el madurismo, al quedar blindado de los efectos de aplicar los instrumentos legales decididos por el régimen chavista. Ya antes han sido burladas esas mismas normas con varias maniobras dilatorias para eliminar el poder derivado de la Asamblea Nacional, así como de dificultar la participación tanto de aspirantes a cargos como de votantes.

Sin embargo, el territorio foráneo se reduce para el madurismo. En países clave de América Latina hay un cambio en el escenario político, sobre todo en cuanto a la tendencia ideológica populista de los presidentes. Esto es una de las razones del nuevo accionar de la OEA. Por su parte, los países europeos ya no pueden quedarse callados ante lo ocurrido en Venezuela, donde el madurazo imposibilita cualquier apoyo y obliga a una crítica severa porque es una maniobra contraria a cualquier sistema de gobierno democrático, en especial como se presenta en ese continente. El tema más incómodo, pero obvio, es cómo y hasta dónde debe actuar la comunidad internacional en casos donde es tan difícil refugiarse en el criterio de la no intervención en los asuntos internos de los países.

Resulta difícil predecir con certeza el destino del gobierno madurista. Tiene como su aliado incondicional a unas fuerzas armadas convertidas en la base del actual poder, como en todas las dictaduras, aunque luego se convierta en el motor de abierta, desatada y sangrienta represión contra los ciudadanos. Es una aplicación de la frase de Napoleón sobre el error de sentarse sobre las bayonetas como forma de gobernar. Dadas las circunstancias, es necesario comenzar a pensar y a planificar en cómo se debe actuar en beneficio de Venezuela cuando se derrumbe el sistema creado por Chávez, pero sin olvidar su causa fundamental: la irresponsabilidad, abusos y corrupción de los políticos, de donde nació y se mantuvo el apoyo al golpista. Se requiere una mezcla de madurez y patriotismo.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.