CATALEJO

A 20 años del brusco cambio en el mundo

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Mañana se cumplirán 20 años de una aciaga e inolvidable fecha, al quedar grabadas las increíbles imágenes de los edificios del World Trade Center, durante cuarenta años sobresalientes en el horizonte urbano de New York. Lo más horrible fue darnos cuenta de no ser una película, al leer el rótulo “en vivo” de la transmisión de CNN. No lo sabíamos, pero al horror de ver las explosiones, el avión estrellándose contra la torre norte, se debió agregar el nacimiento de una nueva era, en la cual sobresalía entender la realidad de ataques de grupos fanáticos musulmanes, una posibilidad muy real pero hasta entonces considerada muy remota para el mundo occidental. Esa fecha hizo despertar a todos sobre la realidad de países situados al otro lado del mundo. Se acabó la inocencia.

' El espíritu conciliador y tolerante de Occidente ha sufrido cambios ante el fanatismo lamentable de grupos ideológicos y el silencio de los imanes.

Mario Antonio Sandoval

Pasados cuatro lustros, la realidad de este momento tiene su punto más importante en el estrepitoso abandono de las fuerzas militares estadounidenses y con ello el fin de la guerra de Afganistán, producto de una reacción violenta y de seguro poco planificada para atacar y destruir a Al Qaeda y matar a su fanático jefe Osama Bin Laden, logrado en el 2011 durante el gobierno de Obama. Años antes, la Unión Soviética había enviado tropas a ese país, y también debió escapar deshonrosamente, cuando el talibán era aliado estadounidense al ser adversario del comunismo. Se debe señalar esto porque los ataques aéreos a Manhattan y la salida de Kabul tienen relación, aunque hasta hace poco esta no fuera evidente para los ciudadanos de países occidentales cristianos.

Un excelente análisis publicado hace pocos días por CNN en Español otorga datos relacionados con Al Qaeda desde 1988, cuando la fundó Bin Laden. En el 95 se descubrió un plan para hacer estallar aviones en el Pacífico y en la CIA. En el 98 murieron 224 personas en los ataques a las embajadas estadounidenses en Kenia y| Tanzania; fue descubierto el plan de Osama para un atentado; en el 99 un estudio federal advirtió de posibles ataques a la Casa Blanca, la CIA y el Pentágono, y de plan de ataque al aeropuerto de Los Ángeles. En el 2000, un barco de guerra fue atacado en África. Y así se llegó al 2001: Agentes del FBI denunciaron en julio los extraños entrenamientos de pilotear aviones. En agosto, Bush recibió información sobre la inminencia de ataques con grandes aviones.

Esa fecha terminó la inocencia. Se informó plenamente de los ataques a los edificios neoyorquinos, pero poco del caso del Pentágono y el de Philadelphia. Desde entonces comenzaron las teorías de la conspiración y hasta hoy solo se sabe con exactitud la cifra de 2,877 muertos identificados, el 40% del total. El mundo debió adaptarse a los registros para usar vuelos comerciales, a colas más largas para registros de objetos, ropa, zapatos. Muy pocas personas protestaron y ahora solo se les puede contar a los niños sobre esa época cuando abordar un avión era una experiencia placentera, no larga y tediosa. Ese cambio para todo el mundo y sus ciudadanos solo necesitó de pocos segundos de la explosión de los aviones comerciales y de la muerte de miles de inocentes.

Es posible colocar un hilo entre esas fechas del inicio de las acciones de Al Qaeda, los de New York-Washington-Kabul y unirlos con la forma de actuar de los talibanes, no por haber ganado la guerra de 20 años, sino la manera como están haciendo retroceder el reloj de la Historia. Se encuentran en una nueva guerra santa contra los infieles y contra las mujeres musulmanas, quienes serán juzgadas de acuerdo con la interpretación personal de los imanes. Por esto, es atendible la idea de ver a los ataques a las Torres Gemelas como la primera acción militar talibana, y a la salida estadounidense como la más reciente derrota, acompañada de la infiltración religiosa en varias ciudades importantes de la Europa Cristiana. No verlo es cerrar los ojos ante la realidad.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.