LIBERAL SIN NEO

Canuto se asoma de nuevo

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En la historia del Rey Canuto, él manda a colocar su trono en la playa a la orilla del mar. Sentado en el trono y rodeado por sus aduladores, Canuto le ordena repetidamente a la olas que se detengan. Las olas no se detuvieron y pronto mojaron los zapatos y túnicas de su alteza. Canuto le demuestra así a su corte de aduladores que no tiene control sobre los elementos y hay cosas que no sucederán, aunque él lo mande u ordene. Si la prosperidad se pudiera mandar por acuerdos gobernativos o decretos legislativos, no habría escasez ni pobreza en el mundo.

Es la temporada de discusiones y negociaciones sobre la fijación del salario mínimo que regirá en el 2020. Las discusiones se dan en las comisiones paritarias y en el seno de la Comisión Nacional del Salario. Si no se logran acuerdos, la decisión sobre el salario mínimo recae en el presidente. Lo importante es comprender que el salario mínimo tiene consecuencias no intencionadas que van mucho más allá de las intencionadas. Es demasiado simplista suponer y argumentar que quienes están a favor de aumentar el salario mínimo defienden a los pobres y quienes están en contra de aumentarlo defienden los intereses de los empresarios. Estos argumentos ignoran o desoyen las relaciones causales de las leyes de la economía. Subir el precio del trabajo por decreto causa que baje su demanda, así de simple.

Una línea de argumentación de uso frecuente dimensiona el salario mínimo a la canasta básica, sinónimo de una remuneración digna o mínimamente suficiente. Desde el punto de vista ético parece un buen argumento. Aumentar el salario mínimo tiene por intención elevar el nivel de vida de los trabajadores, “garantizar un ingreso digno y un trabajo decente”. El problema es que equivale a decretar la prosperidad; sería ideal si careciera de consecuencias no intencionadas, que son ineludibles. Los efectos no intencionados son aumento en el desempleo y disminución en la inversión. Aumentar el salario mínimo beneficia a aquellos que logran retener su empleo y daña a quienes lo pierden y a quienes no pueden conseguir trabajo.

Si se tiene consistencia lógica, es difícil estar a favor de aumentar el salario mínimo y al mismo tiempo pretender que aumenten los niveles de inversión. La inversión es el único factor capaz de aumentar la demanda de trabajadores y el aumento en el capital invertido por trabajador es el único factor que aumenta los salarios. Al aumentar el salario mínimo disminuye la inversión y consecuentemente el capital invertido por trabajador. Paradójicamente, por el lado patronal son las tan celebradas pequeñas y medianas empresas, existentes y potenciales, las que más afectadas se ven por el salario mínimo. Desde el punto de vista del trabajador, son los menos calificados, los más pobres, quienes más se ven afectados ante la imposibilidad de conseguir un empleo formal.

' Los efectos no intencionados son aumento en el desempleo y disminución en la inversión.

Fritz Thomas

La moneda del argumento ético por un salario mínimo “digno” tiene otra cara. ¿Es ético prohibirle a una persona que se emplee formalmente por un monto menor al salario mínimo si necesita el trabajo hoy para subsistir? ¿Es moralmente correcto prohibir el trabajo bajo condiciones acordadas de manera voluntaria? La discusión no es entre un salario digno y otro indigno; es sobre tener o no tener empleo. El camino al desempleo está pavimentado de aparentes buenas intenciones. Es posible que los sindicatos y grupos de presión logren aumentos en el salario mínimo; es necesario entender que lo harán a costa de los desempleados más pobres. Es beneficiar a los que tienen fuerza política en detrimento de los que no tienen voz.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

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