MIRADOR

Colombia: aborto y “triunfo feminista”

Quienes tenemos hijas nacidas con 24 semanas de embarazo sabemos, por experiencia, que tienen vida plena y muchas de ellas culminan una carrera universitaria en ciencias exactas, de esas que les cuesta cursar a algunos que agotaron el tiempo de gestación. Un parto fortuito y prematuro las puso en esta vida y la lucha fue dura por momentos, pero la alegría de verlas desarrollarse es algo muy gratificante que nunca entenderán, seguramente, quienes festejan terminar con vidas a esa temprana edad, como recientemente se aprobó en Colombia. Es vergonzoso que en una sociedad —supuestamente con valores— ciertas personas se alegren de que se pueda asesinar a seres humanos con 24 semanas —con cualquier tiempo— especialmente cuando la mayoría de los abortos proceden de relaciones consentidas. Puede que equivocadas o fallidas, pero permitidas por ambos padres, y es aquí donde surge otro tema: la paternidad responsable.

El nonato, o como quieran denominarle para desproveerlo de personalidad, tiene madre y padre, además de vida propia. Sin embargo, reivindicaciones feministas —quizá hembristas— se han apoderado de un discurso del que el hombre —cobardemente, hay que señalar— ha preferido ausentarse. Si “nosotras parimos, nosotras decidimos”, es un lema femenino, habría que promover otro paralelo masculino: “el hijo también es mío”. Es imposible concebir a un ser humano —violación excluida— sin que dos se pongan de acuerdo. Por tanto, desde que hay libre consenso para tener relaciones sexuales surge una responsabilidad que ambos deben asumir, y no eludir, y si no utilizan algún método anticonceptivo o este falla, puede haber un embarazo no deseado y ser progenitores de una criatura. ¡Eso se sabe!, y asumen el riesgo.

' El nonato, o como quieran denominarle para desproveerlo de personalidad, tiene madre y padre, además de vida propia.

Pedro Trujillo

Sin embargo, el hombre huye cobardemente de sus responsabilidades —y derechos— y por conveniencia deja en manos de la mujer el “problema”, que se resuelve destruyendo una vida con el aplauso de muchos y la aquiescencia estatal. Y todos contentos, porque el inconveniente queda resuelto y los nonatos no reclaman, opinan, demandan judicialmente ni votan. En ciertos lugares pretenden, incluso, que eso se haga con dinero público y sean ciudadanos responsables quienes paguen las fechorías de otros. Lo de siempre: políticas asistencialistas aplaudidas por insensatos y escasas políticas de sensatez de las que pocos gustan.

Se elude en el debate social y se diluye en las protestas, la responsabilidad de ambos padres, además del derecho a la vida del ser humano concebido, y “se embarazó” es la expresión impersonal más adecuada del neolenguaje utilizado para evitar otra que conlleve exigencia ¡Qué contrasentido más grande que movimientos ciudadanos contra la pena de muerte y la crueldad con los animales deleiten a sus integrantes con estos “logros” contra humanos!

Miren ustedes, damas con “derecho a su cuerpo” y hombres pusilánimes y ausentes: muchos miramos con dignidad, respeto y amor a nuestros hijos nacidos con ese tiempo y nos sentimos enormemente orgullosos de verlos con vida y no haberlos asesinado. No voy a decir que ustedes dan pena, sino repulsión, porque matar a un ser indefenso sobre la base de que no están dispuestos a asumir la responsabilidad de un embarazo que ustedes mismos provocaron no puede ser más que deleznable, condenable y punible. Sin embargo, la vida va por otros derroteros y quizá quienes así pensamos no hemos sabido ser tan modernos y progresistas.

Cada vez que se crucen con alguien o incluso se miren al espejo, piensen que en cada grito que emiten de apoyo al aborto, o con el silencio que guardan por no reclamar el derecho a la paternidad, hay un ser humano que pudo ser, seguramente muy superior moralmente a ustedes.

ESCRITO POR:

Pedro Trujillo

Doctor en Paz y Seguridad Internacional. Profesor universitario y analista en medios de comunicación sobre temas de política, relaciones internacionales y seguridad y defensa.

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