Catalejo

Comentar sobre Trump es tarea casi imposible

Los cambios trumpistas, súbitos y no meditados, dificultan la indispensable tarea de comentarlos.

En los 79 días de su gobierno, Donald Trump ha provocado consecuencias políticas e inesperadas porque su planificación no existe, no es producto de consenso entre sus colaboradores cercanos, quienes ahora están en una desesperada lucha por no caer en desgracia y ser echados sin miramientos. Ha comprobado su tenacidad muy alejada del raciocinio. Debido a ello son inútiles las críticas basadas en la razón, la lógica y la experiencia en cualquier área. Uno de los campos donde se ha ensañado es la emisión del pensamiento, personal o periodístico con un mínimo, incluso más, del 150% de acuerdo con las ideas del comandante en jefe Elon Musk, para quien solo importa ahorrar dinero, vía despidos de gente experimentada y necesaria.


En el caso de dicha libertad, fundamental para el desarrollo estadounidense por más de dos siglos, la tarea según el trumpismo consiste en señalar y criticar consecuencias en base a experiencia y la capacidad profesional. No solo ataca a la prensa o al ciudadano común y corriente, sino también a toda persona conocedora de los campos donde él es un ilustre ilustrado: economía, derecho, derechos humanos, ciencias, religión, ecología, y un etcétera. Una característica clara del presidente actual es la facilidad y volatilidad de sus cambios de criterio y de considerar una victoria personal o una derrota para quien toma una actitud sensata luego de haber asumido criterios igual de contraproducentes y causantes de problemas aún mayores.

Los daños causados a la economía estadounidense y del mundo ya están allí, medibles, escandalosos, pero sobre todo anunciados.


Irónicamente, el campo donde se notan más las consecuencias es el de los aranceles, su preferido: los aranceles, una supuesta panacea, pero al revés. No solo serán ineficientes y contraproducentes, sino ya provocaron monstruosas pérdidas económicas, y peor aún, aunque se arrepienta será inútil. Los daños causados a la economía estadounidense y del mundo ya están allí, medibles, escandalosos, pero sobre todo anunciados. La escalinata de supuestos miles de millones de dólares derivados del ahorro de impuestos de mercancías hechas en el futuro en Estados Unidos está a punto de desequilibrarse junto con la economía nacional. La pérdida de contratos de aviones Boeing significa miles de millones de dólares, por ejemplo.


Se mantiene el apoyo popular en los sectores de bajo nivel económico y cultural, pero no solo en ellos. Musk pierde popularidad ciudadana, pues los ultrasupermillonarios no son agradables para la mayoría, son un mínimo sector poblacional, pero poderoso en lo económico, con olvido de quienes viven en condiciones modestas. El sudafricano está obsesionado por bajar costos a base de serruchazos, y políticamente no representa el factor principal de unas elecciones: los votos y sobre todo la necesidad de mantener a quienes creyeron las promesas de campaña y comienzan a rechazar a este dupla, por talar masivamente al personal, incluso el encargado de funciones básicas y también necesarias. Además, Estados Unidos ya no se ve como aliado confiable, lo cual es cierto.


Para Trump, el periodismo es un aliado del régimen o del dictador. La velocidad de los cambios trumpistas —contradictorios, casi siempre— dificulta una tarea de los editoriales y columnas, por existir el riesgo de quedar obsoletas. Ha crecido la importancia del periodismo informativo, de relato de hechos, sobre todo basados en fuentes confiables. La capacidad de prever posibles resultados se imposibilita porque dependen del estado de ánimo de un mandamás absoluto. Queda narrar las reacciones ciudadanas, las manifestaciones, creadas contra decisiones sin lógica coherente, porque las reacciones hepáticas no la tienen. El haber detenido los aranceles no es seguro porque pueden cambiar. Con eso aumenta la percepción de ser motivo de alivio. Los países serios no retrocederán en sus sanciones, algunas inmediatas pero meditadas.

ESCRITO POR:
Mario Antonio Sandoval
Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.