MIRADOR
Corrupción, corruptela y corruptos
Provoca pena y tristeza escuchar a algunos hablar de corruptos y de corrupción. Citan el famoso “pacto de corruptos”, manoseada frase que pretende promover un imaginario social en el que entra todo aquel que el receptor sea capaz de meter a sugerencia del emisor, pero sin comprometerse a nombrarlos. Una especie de tirada de piedra y escondida de mano. Quienes eligieron magistrados son corruptos; los elegidos —menos mis amigos, conocidos o apoyados— también lo son, y aquellos que nos cuestionamos el proceso, la ideologización y los intereses subyacentes —que nada tiene que ver con procurar justicia sino con mantener poder— también lo somos a los ojos de ese grupo de “filósofos” modernos. ¡País repleto de corruptos!
' Con ese modelo prefabricado para la corruptela, seguiremos desprendiendo hedor en tanto no tengamos los bemoles para ser autocríticos.
Pedro Trujillo
Sin embargo, los que se llenan la boca de corrupción hacia los demás, han obviado y dejado de condenar clara, explícita, pública y contundentemente, la detención por diferentes delitos de dos rectores de la única —y por tanto monopólica— universidad estatal. Y es que “los del pueblo” —que tachan a muchos de corruptos— ignoran la viga que tienen en el ojo. Una quinta parte de los magistrados de la CC los nombran ellos y otra quinta parte los abogados mayormente egresados de sus aulas. Si sumamos corruptos, el 40% de la CC es nombrada por esos feroces críticos que miran hacia otro lado y no cuestionan —mucho menos proponen soluciones— sobre un sistema que es un auténtico nido de podredumbre en sus diferentes manifestaciones, la universitaria estatal una de ellas.
Son buenos para señalar a los demás sin tener la mínima decencia ni honestidad intelectual de asumir la politización de esa casa de estudios, por no entrar en las cuentas que no presentan o el presupuesto que despilfarran. La solución, si la quisieran, es sencilla —haya o no que modificar la constitución— y consiste en romper el monopolio concediendo el estatus de universidades estatales —similares a la Usac— a todos los centros regionales, con lo cual competerían por presupuesto, alumnos y calidad educativa y, además, que el Estado otorgue becas a los estudiantes, no a la universidad —subvención de la demanda y no de la oferta— para que cada uno invierta su dote económica en la universidad del país que estime mejor y de más calidad. En dos años, vaticino, cerrarían las instalaciones por falta de alumnos.
Pero, como tienen asegurada anualmente una importante cantidad de dinero y colocados en puestos claves a egresados, además de tener iniciativa de ley y otras prebendas, la Usac se ha convertido en un elemento de poder —que no de conocimiento ni enseñanza— en el que medran un sinfín de personajes que sencillamente les importa un bledo la calidad educativa universitaria, y mucho menos la juventud de este país. Eso cuando no otorgan títulos de doctorado a amiguetes sin que cumplan los requisitos mínimos: Baldizón, Gálvez, Moto y otros que irán saliendo.
Con ese modelo prefabricado para la corruptela, seguiremos desprendiendo hedor en tanto no tengamos los bemoles para ser autocríticos y decir las cosas de frente y con la dureza que se requiere. Sin embargo, vaguear es más sencillo y rentable y a eso se dedican muchos de los que por allí zangolotean. Habrá que esperar a que se reactive la vida social tras el covid para que vuelvan a cobrar talacha, usen impunemente el pasamontaña, cobren en los parqueos o a la entrada y se queden con el dinero o, en el campus, vendan drogas, agredan sexualmente o se den ataques armados. Actividades “interciclos” entre las humillaciones anuales a estudiantes de primer ingreso. Mejor “id y cambiadlo todo”, que falta hace.