Catalejo
Derecha / izquierda: símiles, diferencias y limitaciones
Los términos izquierda y derecha, invenciones humanas, tienen tanto diferencias como símiles y estas deben ser buscadas.
El origen de los términos derecha e izquierda para referirse a posiciones políticas tiene un origen curioso. En la Francia posterior a la revolución de 1789, en el parlamento los monárquicos se sentaban al lado derecho y los revolucionarios, al izquierdo. En un resumen elemental, el concepto se desarrolló a los conservadores y los liberales y se fue utilizando hasta llegar al siglo pasado, cuando la revolución rusa comunista se apropió del término de izquierda, por lo cual sus adversarios adquirieron el concepto contrario. Esto aumentó a partir del final de la Segunda Guerra Mundial hasta llegar a nuestros días, cuando ambos se profundizaron, los comunistas, por ser relacionados con los rusos, fueron catalogados de malos, y los aliados de derechistas y por tanto de buenos.
Los términos izquierda y derecha, invenciones humanas, tienen tanto diferencias como símiles y estas deben ser buscadas.
Un término similar, el socialismo, adhirió adjetivos: Hitler creó el nacional-socialismo. Igualmente aparecieron calificativos tanto en la izquierda como en la derecha, como extrema, moderada, y otros. Sus diferencias existen, pero entre sus similitudes destaca el error de aplicarlo en forma “químicamente pura” entre quienes los practican, es decir los seres humanos, con sus profundas y variadas diferencias. La similitud mayor es autocalificarse, sin excepción, como demócratas. Las peores maldades y beneficios de ambas ideas se han hecho en nombre de los principios democráticos, desde hace tiempo adoptados hasta por las monarquías occidentales, aunque en la práctica no lo sean pues su papel en la realidad es solo de tradiciones y de unificación simbólicas.
En resumen, el hombre ha caído por error e ignorancia o mala intención de aplicar conceptos teóricos válidos, pero utópicos porque en esa práctica no pueden funcionar y no lo han hecho. Los gobiernos autodenominados democráticos dependen de la existencia de partidos políticos canalizadores de los conceptos contradictorios implícitos en esa dicotomía derecha-izquierda (el orden no importa). En este primer cuarto del siglo XXI ya es evidente el fallo de ambas corrientes, lo cual se ha intentado arreglar con la exacerbación de las ideas y del accionar de quienes gobiernan o quieren hacerlo. Ya es imposible negar la actual crisis política, aunque algunos se aferren a negarla con sus parientes de índole económico, social, cultural, tecnológico, y otros.
Otro hecho también es innegable: el mundo y la Historia no están en una época de cambio, sino en un cambio de época, con el riesgo de la posible eliminación de la especie humana. Sobresalen la inteligencia artificial, la insistencia en nuevos tipos de personas distintos al hombre y la mujer, sin los cuales es imposible la reproducción, pero segura la desaparición de la especie, de la misma manera como el cambio climático es un mortal resultado del irrespeto a la naturaleza. En lo político e ideológico es innegable la necesidad de descubrir cuáles son los factores filosóficos positivos de esas izquierdas y derechas, dichas en plural porque son varias y dependen de otro factor fundamental: la reafirmación de viejos e históricos valores, ahora en aterradora decadencia.
Etapas de nueva época han existido. No son novedad y siempre han causado temor ante lo nuevo, pero ahora existe la facilidad de comunicación instantánea, a diferencia de décadas y siglos anteriores. Es necesaria y urgente la serenidad de pensamiento, un fenómeno reducido antes a una poca cantidad de seres humanos en la filosofía, la ciencia, la tecnología, y ahora al alcance de todos. Debe entonces inventarse un nuevo término para describir el pensamiento dirigido defender la supervivencia de las especies humana, animal, vegetal y marina, sin las cuales la extinción está a la puerta. Estos criterios no son exageraciones ni utopías, porque literalmente, el planeta Tierra ha desfallecido en apenas tres siglos, un suspiro en los miles de años de la especie humana.