CATALEJO

Dos fechas olvidadas o muy poco recordadas

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El 26 de diciembre del 1991 y el 29 de diciembre de 1996, fechas de hace 30 y 25 años, respectivamente, están relacionadas con la historia de Guatemala pero son poco recordadas o desconocidas para la mayoría de los ciudadanos guatemaltecos, de edades entre 35 y 20 años. En este lapso caben dos nuevas generaciones, cuyos integrantes se interesan menos en la política y desconocen la historia nacional porque es una materia inexistente en los pénsum educativos y porque los últimos intentos de narrarla no han sido esfuerzos para buscar la verdad histórica, sino defender muchas veces de manera casi irracional a unos y a atacar con base en inaplicables criterios actuales a quienes tuvieron un papel destacado, aceptable o no, en los acontecimientos históricos.

' Los jóvenes de 18 a 25 años significan alrededor del 55% de la población. Tienen el derecho de conocer, aunque sea poco, la historia del país.

Mario Antonio Sandoval

En la primera fecha mencionada se desintegró la Unión Soviética, perfectamente explicable a causa de los errores de fondo subyacentes en las ideas políticas e ideológicas del marxismo leninismo. A causa de la relación indirecta pero fundamental de ese país con el conflicto armado interno de Guatemala, se hubiera esperado su fin en poco tiempo. Pero por causas varias, entre ellas ser buen negocio la confrontación bélica, estos acuerdos llegaron, a rempujones desde fuera, hasta el 29 de diciembre de 1996. Ya la guerra no tenía sentido y la paz debió haberse firmado pronto, pero se atrasó también a causa de bizantinas discusiones y posiciones tercas. Los constantes viajes a Europa y otros países los convirtieron, para los guatemaltecos, en viajes de turismo de lujo.

Pasados 30 años y un cuarto de siglo, respectivamente, ya se puede llegar a conclusiones. Rusia está ahora comandada por el férreo Vladimir Putin, y su relación con Guatemala tiene problemas a causa de la corrupción en la venta y compra de las vacunas rusas. Los acuerdos de paz no se cumplieron como se esperaba. Esta llegó, pero solo significó el silencio de los combates. Los derechos humanos se siguen violando. Las poblaciones desarraigadas no lograron casi nada. La identidad de los pueblos indígenas no se ha logrado por varias causas, algunas internas. La entrega de tierras no llevó a mucho. La educación bilingüe no ha avanzado, y cada vez es peor la enseñanza del español como lengua de unión internacional de los grupos étnicos nacionales.

Sobre las reformas constitucionales aún no hay acuerdos. La consulta popular fue negativa porque se agregaron temas no contemplados, y a causa de ello no se redujo el número de diputados y su reelección. Los partidos históricos desaparecieron y fueron sustituidos por agrupaciones politiqueras causantes de pena ajena. La intromisión del narcotráfico en el país alcanzó al Ejército —y a la iniciativa privada—. De los participantes en la firma de la paz solo quedan algunos vivos y gran número de quienes se unieron a la política cayeron pronto en la politiquería y se colocaron en el lado oscuro de la historia. Y para quienes vivimos esa etapa es motivo de tristeza ver los atrasos actuales y comprender la mala intención de muchos de los receptores de un país ya en paz.

El gran derecho de los jóvenes estudiantes de hoy consiste en ser informados de los hechos históricos de esa etapa, donde nace la tragedia actual. Entender un problema es llegar a la mitad de su solución, dice un adagio. Y es cierto. La historia nacional deformada y presentada en defensa obcecada de unos y en igual ataque de los otros es un obstáculo imposible de hacer a un lado sin una intención de informar y de permitir a los guatemaltecos conocer, apoyar o rechazar lo ocurrido. Los hechos inaceptables pueden y deben ser calificados con serenidad y balance por las generaciones jóvenes actuales, porque no son responsables, sino también víctimas de lo ocurrido.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.