LA BUENA NOTICIA

El obispo de la memoria para la paz de Guatemala

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Esta semana hacemos memoria del martirio de Mons. Juan Gerardi, asesinado en la casa parroquial de la iglesia de San Sebastián, el 26 de abril de 1998. Han pasado 21 años de aquel horrendo crimen en contra del pueblo guatemalteco y de la Iglesia Católica, orquestado y ejecutado desde las entrañas de un Estado capturado por fuerzas oscuras, que aún siguen haciendo de las suyas y hoy, pretenden infiltrarse en partidos reciclados con candidatos que responden a esa política de Estado, responsable del terror, de masacres y de sistemática violación de los derechos humanos. Es asesinado a dos cuadras de la casa presidencial, una zona de alta seguridad, vigilada permanentemente por el Ejército. Es un crimen sin castigo. Sigue impune como muchísimos casos en el país.

El mantenimiento de esa estructura de impunidad e injusticia es lo que llevó al gobierno actual y sus aliados a obstaculizar la lucha por desenmascarar los cuerpos ilegales y criminales incrustados en el Estado y que son los responsables de la vorágine de sangre que ha llevado dolor y sufrimientos a numerosas familias guatemaltecas, que hoy nos tiene como un “Estado fallido” atrapado por los narcos y el desgobierno de la “tropa loca”, un vivo ejemplo de kakistocracia.

Algunos partidos y candidatos participando en la actual contienda electoral representan esos sectores oscuros que han contribuido a mantener la impunidad en el país. Magistrados y jueces los protegen, sectores de la derecha racista y discriminadora los respaldan y la poderosa élite económica los alienta. Para esos políticos, “ni un solo voto”.

La figura de Gerardi brilla en el firmamento de Guatemala, su legado es como una estrella indicando el norte a seguir para el logro de la justicia y la paz. Su contribución ha sido construir “un país distinto. Por eso recuperamos la memoria del pueblo”. Por eso mantenemos viva su memoria y la de todos los que cayeron como él: indígenas, campesinos, obreros, líderes sociales, estudiantes y religiosos. Ellos fueron víctimas del régimen de terror impuesto por los militares y los gobernantes, en contubernio con el poderoso sector económico del país, que se obstinan en seguir con su estrategia de impunidad, ahora con más fuerza que nunca, al haber expulsado a la Cicig y contar con la complicidad de un MP dedicado a “vigilar” y no a la persecución penal.

' “Conocer la verdad duele, pero es, sin duda, una acción altamente saludable y liberadora”.

Víctor Manuel Ruano

La misión pastoral del obispo Gerardi apuntaba a darle palabra a las víctimas inocentes del conflicto armado para que narraran su tragedia de dolor y humillación en búsqueda de justicia y reconciliación, a conocer la verdad del tremendo daño provocado por el Estado y sus responsables, a favorecer la reparación digna a la que tienen derecho, a impulsar la aplicación de la justicia pronta y a propiciar la reconciliación y la paz entre los guatemaltecos. Por eso es importante “conocer la verdad”, aunque duela, “pero es, sin duda, una acción altamente saludable y liberadora”. De tal manera que su legado es de un valor enorme para la vida y el destino del país, por eso amplios sectores de la sociedad civil, organizaciones populares, académicos e iglesias se han unido esta semana para mantener viva la memoria y la herencia del obispo de la paz y la verdad.

Para las comunidades eclesiales es providencial recordar a Mons. Gerardi dentro de la octava de Pascua, porque la presencia de Jesús resucitado da luz a la realidad de oscuridad y muerte vivida por las víctimas del conflicto armado interno; da esperanza a los atropellados por un Estado corrupto, militarista, racista y discriminador; y da fortaleza a quienes se mantienen en actitud de lucha para que finalmente “la paz y la justicia se encuentren” en este país tan golpeado por la clase política corrupta que lo ha gobernado.

ESCRITO POR:

Víctor Manuel Ruano

Presbítero de la Diócesis de Jutiapa. Licenciado en Sociología por la Pontificia Universidad Gregoriana, Roma. Fue rector y profesor del Seminario Nacional de la Asunción, Guatemala, y vicerrector académico Cebitepal, Colombia.