CATALEJO

El sábado cumplió un año esta división de la historia

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El sábado último se cumplió un año de un hecho inesperado e increíble, causante de una nueva división de la Historia humana: antes y después del coronavirus. Nadie en el mundo podía tener la más mínima idea ni sospecha del ataque de un virus como el que provocó este azote global, con características inesperadas, como su vertiginosa expansión en todo el planeta. El peor de los efectos se derivó de la actitud de increíble arrogancia, desde hace varias décadas, sobre todo después de la Segunda Guerra Mundial, cuando se afianzó la idea de considerar al ser humano como el rey de la creación, dominador de la Naturaleza y conquistador del espacio. Esa actitud observada en el expresidente de Estados Unidos y el actual de Brasil llevó a que fueran los países con más fallecimientos.

A la hora de comparar los 2.7 millones de fallecidos con los 118 millones de contagiados en el mundo son cifras pequeñas, en parte porque los avances en el combate a la pandemia han sido numerosos. Pero la destrucción provocada, con severidad en el campo económico, así como las urgentes aunque no siempre acatadas medidas de protección, cambiaron el mundo. Los principales avances hasta el 2020 en la humanidad, con un nivel de vida donde la medicina, los viajes, los lujos grandes o medianos estaban a disposición de un alto porcentaje de la población mundial, de pronto desaparecieron o se redujeron al mínimo, y lo peor fue la resistencia a aceptar el fin de la realidad del mundo de los abuelos y la etapa infantil arrebatada a aquellos a quienes la pandemia los atrapó siendo pequeños.

' El coronavirus dividió la historia humana en la era prepandemia y la pandemia, cuyo fin se sitúa en una desconocida etapa en el tiempo.

Mario Antonio Sandoval

Hubo sucesos sorprendentes, como los signos de recuperación de parte de la naturaleza –los cuerpos de agua con mucho menos residuos, por ejemplo— en numerosos países. Con ello se terminó de demostrar la destrucción humana del medioambiente, así como los terribles efectos del aniquilamiento de empleos y el cierre obligado de empresas de todos los niveles. A causa de la terquedad e irresponsabilidad, por un lado, pero también de la insoslayable necesidad de ganarse el sustento diario por el otro, millones de personas no quisieron o no pudieron obedecer las normativas de las autoridades, y esto provocó el aumento de infectados y víctimas mortales. En muchos otros casos hubo mal uso de las vacunas y corrupción en la forma de distribuirlas. La maldad humana se manifestó, como siempre.

Pero algunos temas han comenzado a tratarse con más rigor. Por ejemplo, el criterio para gastar dinero con el fin de mejorar la vida humana. Los gigantescos gastos militares no se justifican en la absurda cantidad que se les destina, cuando hay tantos millones de seres hambrientos en los países del Tercer y el Cuarto Mundo, pero también en muchos sectores sociales del Primero. Otro aspecto es el relacionado con el uso y abuso de los recursos naturales, y también de las actividades industriales, independientemente de su fin, cuyos residuos envenenan el aire y el agua. El plástico, elemento derivado del petróleo con beneficios innegables porque ha facilitado la vida humana en todo el mundo, comienza a verse como una amenaza. Solucionarlo es complicado, mas no imposible.

Como efectos colaterales del coronavirus es ahora obligatorio pensar en cambios en la política, la libertad en la economía y en un sinfín de actividades humanas, obviamente sin eliminarlas, sino adaptarlas al imperativo ético de reducir el egoísmo y buscar el mayor beneficio posible para el mayor número de personas. Las ideologías tradicionales de esta etapa del siglo actual y del anterior, en especial aplicadas de manera simplista, serán igual de mortales si se siguen aplicando como hasta ahora. No se trata de ser escandaloso, alarmista ni exagerado, sino de hacer uso del más elemental sentido común, gracias al cual en algunos casos se retomarán los criterios tradicionales. El coronavirus puso de manifiesto, sin piedad, los muchas veces absurdos errores humanos.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.