LA BUENA NOTICIA

Fe razonable

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En la Iglesia católica, el acto de fe que realiza todo creyente incluye y supone la participación de su razón. El razonamiento allana el camino que conduce a la fe, explica su contenido y argumenta su veracidad. Algunas otras iglesias cristianas consideran que eso es obra humana, ajena a la gratuidad de la fe.

' Por eso la razón participa de modo importante en el acto de fe.

Mario Alberto Molina

Los antiguos escritores cristianos del siglo II veían una semejanza entre el Logos divino que creó el mundo con formas, estructuras e identidad y la razón humana, que es capaz de descubrir por la observación y el conocimiento la verdad de las cosas, la estructura del universo y la belleza de la creación. El término Logos es griego y se traduce como “palabra” o “razón”. El evangelista san Juan llama Logos o Palabra a la realidad divina que se hizo hombre en Jesús, el Hijo de Dios. Algunos autores antiguos decían que ese Logos divino habría distribuido una chispa de sí mismo en el hombre capaz de valerse de la palabra para comunicarse y de usar la razón para descubrir la verdad de las cosas. Hablaban de la razón humana como una semilla del Logos o por vía del latín, como semilla del Verbo. De allí viene la convicción de que la razón debe participar de un modo importante en el acto de fe, pues, aunque empañada por el pecado humano, no ha perdido totalmente la capacidad de descubrir y conocer la verdad. No hay contradicción entre la verdad que la razón descubre por el ejercicio del pensamiento y la verdad revelada por Dios en la Sagrada Escritura. Ambas verdades proceden del mismo Dios, del mismo Logos. Y esta convicción ha contribuido decisivamente al desarrollo de la ciencia y la tecnología en la cultura occidental.

Por eso, la teología católica se ha esforzado desde antiguo por entender razonablemente elementos de la revelación divina constitutivos de su fe. La primera pregunta a la que tuvo que dar respuesta fue la siguiente: ¿De qué manera esos tres personajes divinos de que habla el Nuevo Testamento, Padre, Hijo y Espíritu Santo, son un solo y único Dios y no tres dioses? Ha habido otras muchas preguntas. Mañana, la Iglesia celebra la solemnidad del Cuerpo y la Sangre de Cristo que se instituyó en el siglo XIII como fruto del esfuerzo por entender y razonar otro elemento de su fe. ¿Cómo es posible que, en el sacramento de la cena del Señor, el pan y el vino se conviertan realmente en el cuerpo y la sangre de Jesucristo por la mediación del sacerdote?

La fiesta se instituyó cuando se comenzaron a difundir enseñanzas que ponían en duda lo que había sido aceptado en la Iglesia hasta entonces, a saber, que, por mandato y voluntad de Jesucristo, el sacerdote válidamente ordenado, que celebra conforme al rito litúrgico vigente, por la acción del Espíritu Santo, convierte el pan y el vino en el Cuerpo y la Sangre de Cristo, de modo que, aunque el aspecto del pan y del vino no cambia, su sustancia o identidad sí. No se trata de un símbolo o de una representación, sino de la realidad. Y por eso en el culto católico el pan y el vino consagrados reciben o deben recibir el trato y la adoración que corresponden a Cristo Resucitado, pues han adquirido esa identidad de manera real, sustancial y verdadera.

Pensar, razonar, explicar cómo pueda ser eso cierto fue un logro de la teología del siglo XIII, gracias al empleo de categorías filosóficas procedentes de Aristóteles, cuyos escritos se difundieron por esa época en Europa por mediación de los eruditos árabes. La crítica posterior que puso límites a la capacidad de la razón humana para conocer la realidad ha tenido como consecuencia el abandono del realismo en la comprensión de la fe eucarística en muchas confesiones cristianas e incluso últimamente en algunos católicos.

ESCRITO POR:

Mario Alberto Molina

Arzobispo de Los Altos, en Quetzaltenango. Es doctor en Sagrada Escritura por el Pontificio Instituto Bíblico. Fue docente y decano de la Facultad de Teología de la Universidad Rafael Landívar.