CATALEJO

Finaliza mala docena de meses en la política

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Mañana terminará este aciago 2019, un año cuyo lugar en la historia nacional será el de pertenecer al peor período político de un cuatrienio causante de estupor, dolor y asombro para los guatemaltecos. Sobrepasó a todos los gobiernos electos desde el inicio de la ahora desfalleciente democracia, nacida y recibida con entusiasmo popular cuando ocurrieron las elecciones de 1984 y 1985, para terminar así la también dolorosa etapa de los gobiernos oficialmente militares de un período de varios lustros. Los comicios del 2007 llevaron al poder a la Unidad Nacional de la Esperanza y posteriormente sus desaciertos y abusos, así como la ambición de Sandra Torres para llegar a la presidencia, provocaron la victoria de Jimmy Morales, por carambola, en el 2015.

El más simple análisis político permite llegar a la conclusión de la culpabilidad de Torres en la llegada de Morales. Demostró, literalmente: cualquiera puede llegar a la presidencia, sin importar incapacidad personal, inexperiencia absoluta, y darle a su popularidad como mediocre cómico de televisión la razón para lograr un puñado de votos propios. Lo demostró en las anteriores elecciones en las cuales participó, pero esta vez sí pudo cosechar el temor, o más bien el convencimiento ciudadano, del mal causado por dar las riendas del país a su competidora. Ganó por eso y por la desesperada e ingenua decisión popular de entregarlas a un inexperto y mentiroso: “Ni corrupto ni ladrón”. El resultado fue el peor gobierno, como hubiera sido el encabezado por la adversaria.

' El juicio histórico de la política guatemalteca de 2019 afianzará la vergüenza nacional a causa de la presidencia de Jimmy Morales.

Mario Antonio Sandoval

Es perder el tiempo repetir la serie de bufonadas públicas, sus apariciones con efectos de licor, sus absurdos ataques contra quienes manifestaban, por la prensa o personalmente, un rechazo y crítica a una gestión convertida en el doctorado del deseo de aprovecharse de la cosa pública, de burlarse de la ley. Solo, desde el principio, no tardó en ser informado de quiénes mandaban realmente y cómo su papel real era de una marioneta. Se rodeó de lo peor, y aunque en el principio su gabinete tenía algunos integrantes de buen nombre y sin manchas, pasado un año ya era un muestrario de malandrines (malignos, perversos, bellacos). Sus alianzas en el Congreso y con otros políticos también ejemplificaron cómo no debe gobernarse un país, cuyo debilitamiento costará mucho subsanar.

Las últimas semanas fueron una compilación de sus inseguridades y su obsesión enfermiza de sentirse importante. Exigió la ridiculez de ser llamado kaibil honorario, ahora rechazado por grupos de militares no lambiscones, y las “alas” de piloto militar. Lo mismo hizo con el título de amigo de los maestros. Obsesivamente luchó, hasta lograrlo, eliminar a la Cicig, entidad con demasiados errores y también triunfos. En las relaciones exteriores fracasó al intentar el retiro del embajador sueco. El aislamiento de Guatemala regresó al existente en las dictaduras militares. Fue a Washington en un paroxismo de ridícula vanidad, y los saludos fueron borrados al día siguiente con una dolorosa burla del anfitrión a los países del Triángulo Norte.

Quedó por los suelos la presidencia de Guatemala como institución nacional de importancia, compartida con la de los países con democracias presidencialistas. No es el único caso hoy en día del desprestigio de ese cargo, aunque con poder local omnímodo, pero ese es tema aparte. El mundo en esos cuatro años afianzó las acciones para pedir cuenta a los gobiernos y a los mandatarios, y por eso ahora Jimmy Morales tiene apenas 15 días para pensar cómo debe actuar a fin de ser aceptado en un exilio autoimpuesto, pero obligado por las circunstancias y por su amplia gama de errores y abusos. Todo eso afectó al país y por ello los últimos dos días de este aciago 2019 deben dar paso a un 2020 en el cual, dentro de dos semanas, podría empezar una etapa de recuperación.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.

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