Mirador
Israel y la política exterior nacional
Guatemala debió abstenerse en esta ocasión, y no porque Palestina no merezca un Estado propio, sino porque Hamás mantiene secuestrados a ciudadanos israelíes.
Hace pocos días, la Asamblea General de la ONU aprobó una resolución por la que exhorta a la plena incorporación del Estado de Palestina. Si bien hubo una mayoría de 143 votos favorables, no es menos cierto que países como Alemania, Canadá, Reino Unido, Suecia o Suiza integraron el grupo de los 25 que se abstuvieron. Guatemala formó parte de aquellos que aprobaron la resolución, después de que, días antes, se decidió en el Consejo de Seguridad —por el veto norteamericano— no otorgar el estatus de miembro de pleno derecho. Esta decisión de la política exterior guatemalteca puede provocar cierta incomodidad con sus principales aliados. ¿Qué se pudo —o debió— haber hecho y por qué?
Un país debe dar varios mensajes con sus políticas. Uno, que no se negocia con terroristas bajo ningún concepto. Otro, que está dispuesto a liberar a sus ciudadanos de cualquier injusticia.
El conflicto actual de Israel no lo es contra Palestina, sino que enfrenta a Hamás, un grupo terrorista yihadista que “escapa al control de la Autoridad Palestina” y que tiene claro que la acción violenta contra el Estado judío y la desaparición de aquel son dos de sus principales objetivos. Meses atrás, mostró precisamente esa forma extremadamente violenta de actuar, con el brutal asesinato y el secuestro de decenas de personas.
Aunque la resolución 181 de la ONU divide el territorio en dos Estados y una zona bajo régimen internacional particular —lo que otorga un derecho histórico a los palestinos— el actual momento no es adecuado para resolver lo que no ha sido posible desde hace décadas. No parece prudente debatir sobre un problema de esa magnitud mientras se mantienen secuestrados a ciudadanos israelíes, lo que representa una amenaza y la consecuente coerción de los terroristas para generar una respuesta internacional. Quizá por eso, países como los antes citados decidieron abstenerse de la votación, al tener presente el ambiente actual más que los derechos históricos que habrá que respetar cuando el conflicto concluya, algo posible si el grupo terrorista Hamás liberase a los rehenes. Israel tiene una memoria histórica muy presente sobre los asesinatos llevados a cabo por un comando del grupo palestino Septiembre Negro, cuando asaltó la Villa Olímpica de Múnich 72, y hará todos sus esfuerzos por liberarlos.
Un país debe dar varios mensajes con sus políticas. Uno, que no se negocia con terroristas bajo ningún concepto. Otro, que está dispuesto a liberar a sus ciudadanos de cualquier injusticia, independientemente del lugar en el que ocurra. Pocos lo hacen, y eso no es otra cosa que proyectar capacidad de disuasión y generar confianza en el Estado al que se pertenece.
Guatemala debió abstenerse en esta ocasión, y no porque Palestina no merezca un Estado propio, sino porque Hamás mantiene secuestrados a ciudadanos israelíes, y en esas condiciones no se puede negociar ni conceder ventaja. Sin embargo, se dejó llevar por esa dinámica internacional que juega con ciertos sentimientos y valores progresistas, mientras obvia los principales, que no son otros que defender los intereses de sus ciudadanos, especialmente la vida. Además, sus principales socios en América —los USA— y algunos de la UE votaron de forma diferente, por lo que posiblemente hubiese sido de mayor interés nacional pensar el voto emitido, para el que no había presión interna. En el escenario internacional, estas “pequeñas” cosas son las importantes a la hora de ser considerado socio fiable, lejos de las visitas de cortesía con las que dicen que se generan mejores dinámicas de percepción y se fomenta la multilateralidad. En estos momentos es cuando hay que demostrar con quién se está y el grado de coherencia de la política exterior, pero cuando la interna no termina de arrancar, parece que la otra sigue sin diseñarse.