LIBERAL SIN NEO

La cultura de la corrupción evoluciona

El progreso tiene enemigos formidables y tenaces. Ojalá fuera un solo cuerpo, la mítica bestia del pacto de corruptos, que la haría más propensa a ser identificada, aislada y erradicada. He aquí la lista de los integrantes del pacto, la banda que hay que desarticular, vamos a por ellos y el problema quedará resuelto. Si la corrupción fuera una serpiente bastaría con cortar la cabeza; de ser una suerte de equipo u organización, se podría infiltrar, negarle provisión y suministro, dividir, rodear, concentrar fuerza sobre él y acabarlo. La corrupción es una plaga en un ecosistema y clima, territorio fértil, donde se asienta, prospera, reproduce y propaga. Las prácticas corruptas, como si fueran organismos vivos, evolucionan, creando mutaciones que favorecen su sobrevivencia, capacidad de adaptación y ocupación de nuevos territorios.

' Es un muro de contención ideológico; hay corrupción, pero son de los nuestros.

Fritz Thomas

El proceso judicial del caso “La Línea” inició en abril de 2015, cuando la Cicig involucró a varios altos funcionarios del gobierno de Otto Pérez Molina en una sofisticada organización de contrabando y defraudación en las aduanas del país. Siguieron otros casos de alto impacto y por un momento surgió la esperanza que la cultura de la corrupción estaba a la defensiva, perdiendo terreno. El poder que acumuló Iván Velásquez lo descarriló al punto de crear inestabilidad que entraba a un túnel sin saber que estaba del otro lado. No era sostenible que un fiscal colombiano nombrado por la ONU dictara los destinos del país y peor aún, escogiera ganadores y perdedores a su antojo.

La curva ascendente de los negocios que se realizan desde las posiciones de poder en el gobierno sufrió un estrecho período de retroceso, pero se ha reconstituido con fuerza para convertirse en un animal aún más grande. En los organismos de gobierno, sea el ejecutivo, judicial, legislativo o ministerio público, no hay actualmente liderazgos con la legitimidad moral, carácter, capital político y poder para esgrimir una estrategia y promover acciones profundas y ejemplares contra la corrupción. La Contraloría General de Cuentas tiene un bonito edificio y sale en las noticias cada cuatro años cuando hay comisión de postulación para nombrar nuevo contralor, pero aparte de eso no se ve.

El conservadurismo, una de las tribus de “la derecha” en Guatemala, puede cometer el error de tolerar y hasta aplaudir liderazgos políticos profundamente comprometidos con la cultura de la corrupción, a cambio de ser defendidos de sus enemigos ideológicos. Así puede describirse la defensa oficiosa del gobierno anterior presidido por Jimmy Morales, supuestamente de derecha, cuyo logro principal fue acabar con el reinado de Iván Velásquez y el retiro de la Cicig. El costo, en términos de la reconstitución de los negocios en las esferas de poder, fue alto. Algo similar ocurre con el gobierno actual; se congratula al presidente por nombrar a Consuelo Porras a un segundo período frente al MP y evitar así que llegara un fiscal de izquierda, o se amenaza con retirar a USAID del país desde una postura de defensa de la soberanía. Es un muro de contención ideológico; hay corrupción, pero por lo menos son de los nuestros. Es una especie de pacto faustiano.

Se fueron Iván y la Cicig, que bueno, pero también se evaporó el esfuerzo contra los pulpos cleptocráticos. Enfrentar la cultura de la corrupción es ineludible requisito para realizar otros cambios necesarios al progreso económico y social. Seguir con la normalidad del sistema de saqueo de quienes por el momento detentan el poder, terminará por abrir puertas radicales que harán lo mismo, solo que peor.

ESCRITO POR:

Fritz Thomas

Doctor en Economía y profesor universitario. Fue gerente de la Bolsa de Valores Nacional, de Maya Holdings, Ltd., y cofundador del Centro de Investigaciones Económicas Nacionales (CIEN).

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