Catalejo

La tan arriesgada burla de Trump al catolicismo

La torpe frase de Trump “me gustaría ser papa” tendrá efectos, sobre todo en los republicanos católicos.

Donald Trump tuvo la absurda idea de burlarse del catolicismo cuando en forma irreflexiva ante una pregunta dijo a varios reporteros “me gustaría ser papa… creo que soy la mejor posibilidad” y luego se encargó de publicar oficialmente una ilustración hecha con inteligencia artificial, en la cual aparece con sotana blanca y en otra, con la mitra, la corona como símbolo de la autoridad y la dignidad del papa. Fue la segunda acción repudiable: pues la primera fue llegar con vestido azul a las ceremonias fúnebres del papa Francisco, sentarse en un lugar distinto al señalado por el protocolo vaticano y dormirse en algunos momentos. No se hizo esperar la reacción negativa del catolicismo del mundo y de personas respetuosas aunque no católicas.

La torpe frase de Trump “me gustaría ser papa” tendrá efectos, sobre todo en los republicanos católicos.

Los republicanos calificaron la foto de “broma”, empezando con tres católicos: el vicepresidente JD Vanc y Jack Posoviec, activista extremo pro-republicano, y la vocera Karoline Leavitt, quien dijo: (Trump) “es un firme defensor de los católicos”. Lindsay Graham, un senador de Carolina del Sur, ex-anti-Trump y ahora muy cercano a él, dijo estar “emocionado”, al saber “que el presidente está abierto a la idea de ser el próximo papa”, y “aunque sería un candidato inesperado”, pediría a los cardenales adaptarse a los tiempos. Este señor no tiene idea de cómo es el catolicismo, por ser bautista del sur, mientras el presidente es un cristiano no denominacional, grupo sin jerarquía, sin confesión de fe, libre para personalizar el culto y la enseñanza religiosa.

La ilustración de Trump como papa no es broma ni hay ningún motivo para considerarla así, porque demostraría la creencia de una total incapacidad política, y deben tomarse en serio sus implicaciones religioso-políticas tanto dentro como fuera de Estados Unidos. Ha sido calificada, con razón, como ofensiva y de mal gusto, en especial por el reciente fallecimiento del papa Francisco y el pronto inicio del cónclave para elegir su sucesor. CNN mencionó al ex primer ministro Mateo Renfi, de izquierda, quien dijo: “…ofende a los creyentes, insulta a las instituciones, y es líder de la derecha mundial, que disfruta haciendo payasadas”. Por supuesto, el Vaticano no se referirá al asunto, a mi juicio en un silencio de evidente desprecio, rayano en repudio.

Por ser la elección de un papa un acto de singular importancia en el catolicismo, provocó la reacción negativa a una burla imposible de justificar ni explicar, al haber sido pensada por una alta figura política mundial y divulgada oficialmente como efecto de sus órdenes, será fácil de cuantificar pronto sus efectos, a causa de la tradición estadounidense de encuestas y mediciones. Esta vez, creo, no será posible culpar a nadie más. La ola de críticas, caricaturas y ataques políticos será un tsunami, al agregarse a aquellas basadas en los efectos de las órdenes presidenciales, ese remedo de decisiones de monarquías absolutas de hace cuatro siglos. En lo personal lamento ese laberinto actual de un país al cual he apreciado por sus valores, ahora desfallecientes.

Los datos del catolicismo de Estados Unidos, mostrados por PEW, institución privada de análisis fundada en el 2004, señalan: es el cuarto país católico del mundo, después de Brasil, México y Filipinas; es el grupo confesional más grande del país, con 20% de la población, o sea, 68.5 millones de personas. El 56% de ellos son blancos; el 36% hispanos, (aumentó 7%); 4% asiáticos; el 53% son republicanos y el 43% demócratas. Al papa Francisco lo apoyaban el 69% de los republicanos y el 88% de demócratas. Estos datos demuestran el riesgo de una reducción republicana, talvez significativa, pero sobre todo confirma los peligros de mencionar de temas religiosos cuando se es presidente. El voto político es emocional, no digamos si se mezclan política y religión.

ESCRITO POR:
Mario Antonio Sandoval
Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.