CATALEJO

La vil nefariocracia deshace a Guatemala

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Conforme el uso de las palabras se vuelve común, estas tienden a disminuir la fuerza y contundencia de su significado, sobre todo si refieren a malas acciones. Para buscar nuevas es indispensable recurrir al Diccionario de la Lengua Española, donde están escondidos o lanzados a algún rincón polvoriento algunos términos cuyo uso se ha ido perdiendo con el tiempo. Recuerdo dos ejemplos: sicario (asesino a sueldo), empleado desde los tiempos romanos y hoy conocido por los hispanoparlantes al aplicarse casi exclusivamente a los criminales jovenzuelos contratados por los narcotraficantes. Estulticia equivale a estupidez, pero a un grado bastante mayor, y su uso se justifica ante la realidad política actual, tanto de Guatemala como del resto del mundo.

La profundidad del desastre político actual de Guatemala obliga a utilizar nefario, un antiguo término antiguo hoy casi desconocido, y de crear otro: nefariocracia, o sea el gobierno de los nefarios. Para entender por qué se justifica esta invención lingüística, se debe conocer su duro significado. Un nefario falta a la confianza en él depositada; es despreciable, bajo, vil, indigno, torpe, infame, sumamente malvado, perverso (de obrar mal intencionalmente), indigno (sin mérito alguno). Por aparte, cracia en griego antiguo significa gobierno, dominio o poder. A mi juicio, toda esa serie de rigurosos calificativos describen con perfección a quienes se han apoderado y quieren mantener el mando del país, con la consecuencia de hundirlo en todos los sentidos.

' Las inenarrables acciones de los politiqueros obligan a crear una nueva palabra para entender por qué se debe luchar por salvar al naufragante país.

Mario Antonio Sandoval

La nueva palabra mencionada en este artículo se justifica plenamente debido, entre otras causas, a la inmoral forma como se ha manejado la mayoría de los 30 mil millones de millones de quetzales para emplearlos en la lucha contra el coronavirus. Esa suma es suficiente para colocar una fila de billetes de cien quetzales equivalente a 7.5 veces la distancia a la luna. Ante esto queda sin suficiente fuerza toda palabra referente a cualquier manifestación de maldad. Se necesita el término nefario para quien lo hace, y nefariocracia para el gobierno llevado a cabo por esta gente. Es como un año luz: la expresión se debió inventar para llevar a términos entendibles la enorme distancia recorrida por la luz en ese tiempo: 300 mil kilómetros por segundo o 18 millones por minuto.

Podría parecer una exageración crear una palabra para describir la indescriptible manera de actuar de los politiqueros y sus nefarios cómplices, definidos o no, dentro de la realidad del país. El ingreso nacional vía impuestos es poco e impredecible —para variar, a causa de la corrupción— y el presupuesto alcanza 91,000 millones de quetzales (12 mil millones de dólares). Todo eso fue calculado antes de la pandemia y del afianzamiento de la nefariocracia, por lo cual ahora puede ser solo un sueño de opio o mariguana. Los guatemaltecos nunca habían oído nefariocracia, producto de mi convencimiento de crear palabras cuando las existentes simplemente no reflejan la magnitud del mal por haber llegado a los extremos más censurables.

El diccionario oficial de nuestra lengua no es irrespetado cuando se crean nuevas palabras, técnicamente llamadas neologismos (como todo lo relativo a los avances tecnológicos), ni tampoco se le lastima cuando un vocablo sale del texto oficial y se convierte en un arcaísmo, al ser muy antiguo o anticuado. Las palabras son útiles pero no son inocentes, al tener, sobre todo en adjetivos y sustantivos, una carga emotiva no siempre evidente. La necesidad en Guatemala de eliminar la sórdida lucha de nefarios para apoderarse de las instituciones del Estado obliga a dar forma lingüística a esa realidad, para facilitar la batalla por recuperar lo poco ganado hasta hace unos 25 años, cuando se sembraron las semillas de las amargas y venenosas frutas de hoy en día.

ESCRITO POR:

Mario Antonio Sandoval

Periodista desde 1966. Presidente de Guatevisión. Catedrático de Ética y de Redacción Periodística en las universidades Landívar, San Carlos de Guatemala y Francisco Marroquín. Exdirector de la Academia Guatemalteca de la Lengua.